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No pocas veces, los factores implicados en las malas consecuencias de unas acciones

Inquietante normalidad

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Entrar en la esfera de la normalidad, ese ambiguo estado de lo habitual constreñido por determinados parámetros, desemboca en tres tipos de conducta poco deseables. La rutina empapada de indiferencia. La tolerancia absurda de comportamientos reiterados cargados de inconveniencias. La degradación manifiesta instalada con amplitud. Es decir, la normalidad roma; dado que la vida auténtica luce aristas creativas por todas partes. Su MONOTONÍA es el camino seguro conducente a los peores presagios.

Además de saludable, el pensamiento propio transgrede las insufribles prácticas acomodaticias del presente. Sin embargo, sea por pereza o por necedad, o por ambas; relegamos a unos planos muy secundarios el ejercicio de dicha cualidad, lo cual suele convertirnos en seguidores de pautas poco contrastadas. De una manera solapada penetramos en las directrices de los SECTARISMOS de tan enconada presencia en los ámbitos sociales. Lejos de corregir estas tendencias, los adelantos técnicos en la comunicación los acrecientan, facilitan la pujanza de los intereses ocultos. Ahogan los debates esclarecedores, embruteciendo los senderos dirigidos hacia los horizontes abiertos.

Una de las obsesiones reiteradas es la de confundir el verdadero significado de las opiniones, para atribuirles un peso inapropiado. En una mezcla de orgullo e ignorancia, suele eludirse el análisis de mayor envergadura para el debate de las conveniencias. A medida que sube el rango de quienes emiten dichas opiniones, es lógica la mayor repercusión de su ligereza, alcanzando sus mayores despropósitos cuando se funciona de esa manera en la gestión pública, afectando al conjunto de la sociedad. La ausencia de argumentaciones suele suplirse con elevación de los tonos de voz, insultos e INTOLERANCIAS; en una rotunda expresión de la vacuidad de los diálogos, de tan evidente presencia cotidiana.

La mezquindad extiende sus ramas por amplios sectores de la sociedad a base de una mediocridad rampante; a base de lemas engañosos, proclamaciones fraudulentas e insidias atrevidas. Si nos fijamos en el OPIO del PUEBLO, el menosprecio de lo que representa el pueblo como el conjunto de ciudadanos, la orientación de los objetivos de quienes pretenden la dirección de las operaciones, los sufrimientos ocasionados en amplias mayorías de la población; pronto detectamos que las figuras de esos opios se multiplican por doquier. Llámese enriquecimiento de los dirigentes, manipulación de los medios informativos, ocultamiento de los apoyos innombrables, actitudes intolerantes; proliferan las intoxicaciones actuales.

Hemos alcanzado un punto complicado del trayecto. Los retornos son de por sí imposibles, queda la posibilidad de aprendizaje desde el pasado conocido, pero la capacidad de acción mira hacia delante. Por otra parte, las conexiones son infinitas y de muy variada consistencia. No podemos desdeñar las de orígen cósmico, partículas, ondas, espacio, tiempo; influyentes en los pormenores biológicos concretos de cada persona, en lo físico, como en lo psíquico. Estamos involucrados en los ambientes sociales en un sentido amplio, de lo conocido, como de las vertientes ocultas. De ahí que las CONVICCIONES obsesivas están progresivamente alejadas de la entidad interconectada, de los diversos factores vitales.

Con frecuencia la MEZCOLANZA de ideas las convierte en un amasijo desprovisto de sentido, es un desdichado resultado derivado de la improvisación lingüística. Los conceptos desvaídos se acompañan de conductas deslavazadas, cuando no son auténticamente perversas; aunque puedan ser desarrolladas por amplias mayorías de gente mal informada. La armonía carece de posibilidades en unos ambientes donde cada instrumento desconoce el valor de sus registros y no digamos el de los restantes individuos de su entorno. En esas condiciones desperdigadas, apenas es posible dar algún paso superador de los meros impulsos, en una especie de huída hacia delante, sin la pausa necesaria para una valoración razonada.

A las tribulaciones inevitables propias de la existencia humana (Necesidades, enfermedades, muerte, catástrofes); se añaden las generadas por la misma actividad de los individuos, como signo inequívoco de una necedad constitutiva que por ahora resulta insoslayable. La corriente de las intemperancias es potente, adquiere una velocidad inusitada, provocando un amplio panorama de FRUSTRACIÓN, agravado por los engaños continuados. Pese a la evidencia de estos fenómenos, es asombroso el alto grado de complicidad de una parte importante de la población con respecto a esas conductas. El círculo se cierra, sometido a la prepotencia de unos, pero también trazado bajo el conformismo de muchos.

No pocas veces, los factores implicados en las malas consecuencias de unas acciones, vienen derivados de unos determinantes INSUSTANCIALES, que por su aparente poca relevancia no son estimados; aunque posteriormente acaben siendo decisivos para el resultado final. Suelen confundirse con anécdotas triviales. Declaraciones, compañeros, familia, lugar de residencia, credulidad, silencios, rumores, hechos a la vista; pueden derivar en serias consecuencias para el devenir existencial. Los matices decisivos asientan con frecuencia en detalles nimios, como gérmen imprescindible de los mejores logros. La finura para detectarlos y obrar en consecuencia es primordial.

Dado el carácter voluble de las personas derivado de su misma complejidad, nunca será suficiente con los pronunciamientos en un determinado momento. Sometidos a las pasiones, el carácter, el amor, la vanidad, el odio; la rotundidad de aquellos pronunciamientos pierde consistencia. Realzan la importancia de la conversación amigable, los debates francos, las discusiones razonadas; porque la INESTABILIDAD de las proposiciones es una regla dominante. Para saber a que atenernos es necesaria la práctica de estos enlaces.

También disponemos de la FRANQUEZA como un recurso notable, aunque es evidente que tratamos de una rareza habitual. Sin ella, la desorientación es progresiva. Nos vemos abocados al discernimiento de las historietas falseadas, para compartir experiencias en lo individual y en lo colectivo; aunque el desenlace no eliminará el componente de incertidumbre implícito en suestras actuaciones.

Si pretendemos, o al menos soñamos, con la posibilidad de una normalidad de luces concordantes, del apremio entusiasta por la confluencia de las buenas conexiones entre los humanos; adoptaríamos los matices de una mayor cordura, para desfacer entuertos, abrir la espita de las ilusiones, aplicándonos al desarrollo de las mejores cualidades. Sería una actitud radical de enlace con el bien común, a sabiendas de las desigualdades, injusticias y maldades tan reiteradas con las que deberemos tratarnos. El reto asienta en la transformación de la inquietud en una respuesta ambiciosa de cara al logro de una normalidad FASCINANTE. Sin duda está en manos de quienes interpretemos la actualidad.

Inquietante normalidad

No pocas veces, los factores implicados en las malas consecuencias de unas acciones
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 24 de mayo de 2019, 10:36 h (CET)

Entrar en la esfera de la normalidad, ese ambiguo estado de lo habitual constreñido por determinados parámetros, desemboca en tres tipos de conducta poco deseables. La rutina empapada de indiferencia. La tolerancia absurda de comportamientos reiterados cargados de inconveniencias. La degradación manifiesta instalada con amplitud. Es decir, la normalidad roma; dado que la vida auténtica luce aristas creativas por todas partes. Su MONOTONÍA es el camino seguro conducente a los peores presagios.

Además de saludable, el pensamiento propio transgrede las insufribles prácticas acomodaticias del presente. Sin embargo, sea por pereza o por necedad, o por ambas; relegamos a unos planos muy secundarios el ejercicio de dicha cualidad, lo cual suele convertirnos en seguidores de pautas poco contrastadas. De una manera solapada penetramos en las directrices de los SECTARISMOS de tan enconada presencia en los ámbitos sociales. Lejos de corregir estas tendencias, los adelantos técnicos en la comunicación los acrecientan, facilitan la pujanza de los intereses ocultos. Ahogan los debates esclarecedores, embruteciendo los senderos dirigidos hacia los horizontes abiertos.

Una de las obsesiones reiteradas es la de confundir el verdadero significado de las opiniones, para atribuirles un peso inapropiado. En una mezcla de orgullo e ignorancia, suele eludirse el análisis de mayor envergadura para el debate de las conveniencias. A medida que sube el rango de quienes emiten dichas opiniones, es lógica la mayor repercusión de su ligereza, alcanzando sus mayores despropósitos cuando se funciona de esa manera en la gestión pública, afectando al conjunto de la sociedad. La ausencia de argumentaciones suele suplirse con elevación de los tonos de voz, insultos e INTOLERANCIAS; en una rotunda expresión de la vacuidad de los diálogos, de tan evidente presencia cotidiana.

La mezquindad extiende sus ramas por amplios sectores de la sociedad a base de una mediocridad rampante; a base de lemas engañosos, proclamaciones fraudulentas e insidias atrevidas. Si nos fijamos en el OPIO del PUEBLO, el menosprecio de lo que representa el pueblo como el conjunto de ciudadanos, la orientación de los objetivos de quienes pretenden la dirección de las operaciones, los sufrimientos ocasionados en amplias mayorías de la población; pronto detectamos que las figuras de esos opios se multiplican por doquier. Llámese enriquecimiento de los dirigentes, manipulación de los medios informativos, ocultamiento de los apoyos innombrables, actitudes intolerantes; proliferan las intoxicaciones actuales.

Hemos alcanzado un punto complicado del trayecto. Los retornos son de por sí imposibles, queda la posibilidad de aprendizaje desde el pasado conocido, pero la capacidad de acción mira hacia delante. Por otra parte, las conexiones son infinitas y de muy variada consistencia. No podemos desdeñar las de orígen cósmico, partículas, ondas, espacio, tiempo; influyentes en los pormenores biológicos concretos de cada persona, en lo físico, como en lo psíquico. Estamos involucrados en los ambientes sociales en un sentido amplio, de lo conocido, como de las vertientes ocultas. De ahí que las CONVICCIONES obsesivas están progresivamente alejadas de la entidad interconectada, de los diversos factores vitales.

Con frecuencia la MEZCOLANZA de ideas las convierte en un amasijo desprovisto de sentido, es un desdichado resultado derivado de la improvisación lingüística. Los conceptos desvaídos se acompañan de conductas deslavazadas, cuando no son auténticamente perversas; aunque puedan ser desarrolladas por amplias mayorías de gente mal informada. La armonía carece de posibilidades en unos ambientes donde cada instrumento desconoce el valor de sus registros y no digamos el de los restantes individuos de su entorno. En esas condiciones desperdigadas, apenas es posible dar algún paso superador de los meros impulsos, en una especie de huída hacia delante, sin la pausa necesaria para una valoración razonada.

A las tribulaciones inevitables propias de la existencia humana (Necesidades, enfermedades, muerte, catástrofes); se añaden las generadas por la misma actividad de los individuos, como signo inequívoco de una necedad constitutiva que por ahora resulta insoslayable. La corriente de las intemperancias es potente, adquiere una velocidad inusitada, provocando un amplio panorama de FRUSTRACIÓN, agravado por los engaños continuados. Pese a la evidencia de estos fenómenos, es asombroso el alto grado de complicidad de una parte importante de la población con respecto a esas conductas. El círculo se cierra, sometido a la prepotencia de unos, pero también trazado bajo el conformismo de muchos.

No pocas veces, los factores implicados en las malas consecuencias de unas acciones, vienen derivados de unos determinantes INSUSTANCIALES, que por su aparente poca relevancia no son estimados; aunque posteriormente acaben siendo decisivos para el resultado final. Suelen confundirse con anécdotas triviales. Declaraciones, compañeros, familia, lugar de residencia, credulidad, silencios, rumores, hechos a la vista; pueden derivar en serias consecuencias para el devenir existencial. Los matices decisivos asientan con frecuencia en detalles nimios, como gérmen imprescindible de los mejores logros. La finura para detectarlos y obrar en consecuencia es primordial.

Dado el carácter voluble de las personas derivado de su misma complejidad, nunca será suficiente con los pronunciamientos en un determinado momento. Sometidos a las pasiones, el carácter, el amor, la vanidad, el odio; la rotundidad de aquellos pronunciamientos pierde consistencia. Realzan la importancia de la conversación amigable, los debates francos, las discusiones razonadas; porque la INESTABILIDAD de las proposiciones es una regla dominante. Para saber a que atenernos es necesaria la práctica de estos enlaces.

También disponemos de la FRANQUEZA como un recurso notable, aunque es evidente que tratamos de una rareza habitual. Sin ella, la desorientación es progresiva. Nos vemos abocados al discernimiento de las historietas falseadas, para compartir experiencias en lo individual y en lo colectivo; aunque el desenlace no eliminará el componente de incertidumbre implícito en suestras actuaciones.

Si pretendemos, o al menos soñamos, con la posibilidad de una normalidad de luces concordantes, del apremio entusiasta por la confluencia de las buenas conexiones entre los humanos; adoptaríamos los matices de una mayor cordura, para desfacer entuertos, abrir la espita de las ilusiones, aplicándonos al desarrollo de las mejores cualidades. Sería una actitud radical de enlace con el bien común, a sabiendas de las desigualdades, injusticias y maldades tan reiteradas con las que deberemos tratarnos. El reto asienta en la transformación de la inquietud en una respuesta ambiciosa de cara al logro de una normalidad FASCINANTE. Sin duda está en manos de quienes interpretemos la actualidad.

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