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La tarde se desvanece entre susurros,
las golondrinas nunca están en casa
y los insectos no saben hallar alimento
entre muslos de adolescencia eterna.
Un tren sin paradas intermedias
hace crujir los vidrios del hogar vacío,
el viaducto llora sin la visita de suicidas;
los jóvenes ya no leen a los simbolistas
ni beben absenta en mesas pegajosas.
Dejando fluir la sangre de la arteria abierta
los poetas ensucian pantallas de cristal templado,
las libretas de lomo en espiral mueren calladas,
en el camino de Swann ya no hay muchachas en flor
ni rastro de su sombra en la biblioteca cubierta de moho.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
En el finísimo camino del hilo casi invisible / la araña desafíala terca gravedad y la engañosa distancia, / el hierro se desgastacon el frotar de la ventana, / casi una imperceptible sinfonía endulza el ambiente / cuando el viento transitaentre las grietas de la madera, / al mismo tiempo, / dos enamorados entregan su saliva el uno al otro / como si fueran enfermos recibiendo una transfusión.
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