Albert Branchadell es un estudioso de las lenguas, además de Doctor en Ciencias Políticas y Filología Catalana y Licenciado en Filosofía, casi nada vamos. Branchadell no rehúye participar en debates, tertulias o ciclos que tratan el tema del bilingüismo en Cataluña, como el homenaje a Juan Ramón Lodares -con el que tantas veces se enfrentó mediante artículos periodísticos- que se celebró en Barcelona en octubre del año pasado y había sido organizado por la Asociación por la Tolerancia.
Hace unos días, en la presentación de su último libro L'aventura del català, afirmaba que la lengua catalana no estaba en peligro de extinción, desmintiendo así las teorías alarmistas provenientes de los círculos oficiales del nacionalismo lingüístico y subvencionado de Cataluña. Branchadell, que no es sospechoso de ser mal catalán, defiende la inmersión lingüística en catalán para todos los escolares de Cataluña así como la promoción y defensa de la lengua catalana por las instituciones estatales, y por supuesto autonómicas. Es su opinión. Pero Branchadell quiso negar un par de fábulas lingüísticas.
El catalán sigue vigente porque "ha tenido la suerte de vivir en un Estado que no ha explotado al máximo las posibilidades de abolirlo", asegura el señor Branchadell. Afirma que durante el franquismo se pretendió españolizar el catalán y se arrinconó a este "pero no hubo una intención explícita de hacerlo desaparecer". Y mantiene la tesis de que si en la Guerra de Independencia, Cataluña, se hubiera anexionado a Francia la lengua catalana sería hoy día parte del pasado. Esto, dicho por el profesor Branchadell, sorprende. Pero hay más.
La reducción del uso del catalán por el castellano, en Cataluña, se constata plenamente en el siglo XIV, por una cuestión demográfica, teoriza Branchadell. Las lenguas las hablan las personas y no los territorios, como ahora pretenden hacernos ver. Y, lógicamente, Cataluña siempre ha sido un lugar multilingüe, como no podía ser menos, vista su execelente situación geográfica para el comercio, transporte, lugar de paso, intercambio de culturas. Dice nuestro protagonista: el catalán "siempre ha ido acompañado de otras lenguas, como el latín, el aragonés, el árabe, el castellano o el provenzal". No es una lengua débil. Pero no lo es porque pertenece a la cultura española. Que no es poca cosa.
Albert Branchadell tiene claro que el alarmismo sobre la desaparición del catalán que se divulga, desde "ciertos sectores", está alejado de la realidad social. Ahora, que ya tengo algo en común con don Albert, estaría bien que defendiese el derecho de los escolares catalanes a recibir la enseñanza en su lengua materna y una de las dos oficiales. Es decir, la posibilidad de que elijan las personas y no el territorio, que nunca ha elegido. Es decir, que la realidad se imponga a la ficción institucional.