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Patxo Palacios

Ritos sociales y cultura del ocio

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Lujos de los tiempos que nos ha tocado vivir: la organización del tiempo libre que nuestra organización social del trabajo nos deja. Si nuestros bisabuelos, incluso unos cuantos abuelos, levantaran la cabeza…

Las jornadas intensivas durante el verano en cada vez más empresas privadas, y no sólo estivales sino anuales, en la mayoría de bancos, cajas de ahorro, ayuntamientos, diputaciones, seguridad social, institutos, etc, hace que una importante capa de nuestra población disponga de las tardes libres, además por supuesto del fin de semana.

Ello en principio otorga a estos trabajadores unas enormes posibilidades de desarrollo personal, de enriquecimiento en otras áreas diferentes a las propias del trabajo, de las que otros cuantos no disponen.
Es por ello todo aquel afortunado que disponga de tiempo libre, y cada vez hay más afortunadamente, debería en buena lógica aprovechar esa oportunidad para llevar una vida más completa, en varios sentidos, a saber:

- Educando en persona a los hijos, ayudándoles a hacer los deberes, hacer deporte con ellos

- Realizando algún curso en esa disciplina que siempre le ha gustado a uno, pero que no ha podido ejercitar por falta de tiempo: pintura, música, fotografía…

- Encargándose de las tareas propias del hogar: cocina, compras, limpieza, que su compañero/a no puede entre semana por tener jornada completa.

- Practicar algún deporte un par de veces a la semana.

- Practicar la lectura e ir al menos una vez por semana al cine, teatro, museo…

Son meros ejemplos de las muchas actividades que a uno le pueden enriquecer y dar equilibrio, si se organiza adecuadamente. No se trata de sacralizar ni de demonizar nada, pero uno entiende que este tipo de actividades harían de nuestra sociedad un lugar más vivo, más inteligente y mucho más interesante que aquel en que la mayoría se dedicase a zapear aburrido en el sofá una tarde sí y otra también, siguiendo todos los cotilleos.

Uno cree asimismo que somos animales sociales y que el contacto social enriquece; así, una cerveza con dos amigos charlando sobre cualquier cosa cualquier día en una terraza es sin duda muy saludable, en general. Ahora, lo que no es demasiado sano, en todos los sentidos, es el poteo generalizado de vinos todos los días un par de horas a la tarde noche con los colegas, como unos cuantos congéneres estilan. Están en su perfecto derecho, sin duda, pero esas inercias a la larga suelen derivar en poca integración familiar, abotargamiento del seso, barrigas prominentes y nulo crecimiento personal, en general.

En fin, seamos conscientes de lo bonito que es la vida para aprovechar cada momento a tope, incluido el del trabajo. Seamos cada vez mejores, formándonos y desarrollando todo nuestro potencial: seremos más felices y le daremos mejor vida a los que nos rodean.

Carpe diem.

Ritos sociales y cultura del ocio

Patxo Palacios
Patxo Palacios
martes, 9 de mayo de 2006, 23:54 h (CET)
Lujos de los tiempos que nos ha tocado vivir: la organización del tiempo libre que nuestra organización social del trabajo nos deja. Si nuestros bisabuelos, incluso unos cuantos abuelos, levantaran la cabeza…

Las jornadas intensivas durante el verano en cada vez más empresas privadas, y no sólo estivales sino anuales, en la mayoría de bancos, cajas de ahorro, ayuntamientos, diputaciones, seguridad social, institutos, etc, hace que una importante capa de nuestra población disponga de las tardes libres, además por supuesto del fin de semana.

Ello en principio otorga a estos trabajadores unas enormes posibilidades de desarrollo personal, de enriquecimiento en otras áreas diferentes a las propias del trabajo, de las que otros cuantos no disponen.
Es por ello todo aquel afortunado que disponga de tiempo libre, y cada vez hay más afortunadamente, debería en buena lógica aprovechar esa oportunidad para llevar una vida más completa, en varios sentidos, a saber:

- Educando en persona a los hijos, ayudándoles a hacer los deberes, hacer deporte con ellos

- Realizando algún curso en esa disciplina que siempre le ha gustado a uno, pero que no ha podido ejercitar por falta de tiempo: pintura, música, fotografía…

- Encargándose de las tareas propias del hogar: cocina, compras, limpieza, que su compañero/a no puede entre semana por tener jornada completa.

- Practicar algún deporte un par de veces a la semana.

- Practicar la lectura e ir al menos una vez por semana al cine, teatro, museo…

Son meros ejemplos de las muchas actividades que a uno le pueden enriquecer y dar equilibrio, si se organiza adecuadamente. No se trata de sacralizar ni de demonizar nada, pero uno entiende que este tipo de actividades harían de nuestra sociedad un lugar más vivo, más inteligente y mucho más interesante que aquel en que la mayoría se dedicase a zapear aburrido en el sofá una tarde sí y otra también, siguiendo todos los cotilleos.

Uno cree asimismo que somos animales sociales y que el contacto social enriquece; así, una cerveza con dos amigos charlando sobre cualquier cosa cualquier día en una terraza es sin duda muy saludable, en general. Ahora, lo que no es demasiado sano, en todos los sentidos, es el poteo generalizado de vinos todos los días un par de horas a la tarde noche con los colegas, como unos cuantos congéneres estilan. Están en su perfecto derecho, sin duda, pero esas inercias a la larga suelen derivar en poca integración familiar, abotargamiento del seso, barrigas prominentes y nulo crecimiento personal, en general.

En fin, seamos conscientes de lo bonito que es la vida para aprovechar cada momento a tope, incluido el del trabajo. Seamos cada vez mejores, formándonos y desarrollando todo nuestro potencial: seremos más felices y le daremos mejor vida a los que nos rodean.

Carpe diem.

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