ENTRE LAS FALACIAS o mentiras que componen el lenguaje de la política española, motivo por el cual es casi imposible que nos entendamos los ciudadanos, hoy vamos a comentar esa mendacidad conocida como “gobierno autónomo” del que, presuntamente, ya disfrutamos todos los ciudadanos, en tanto nos preparan la “realidad nacional” respectiva de la que pronto disfrutaremos.
O que más bien disfrutarán los mismos que ahora, es decir, los gobernantes: porque ya sea en el Estado, en la “región/nación”, en la provincia o en el Ayuntamiento, los ciudadanos no gobernamos nada. Gobierna la clase política, que hace lo que quiere, en cada uno de esos niveles gubernativos descritos.
Por si fuera poco, la autonomía más interesante, que sería la municipal, está olvidada casi por entero en la actual remodelación del modelo autonómico. La cual, como ya fue la primera fase, consiste más bien en sustituir un centralismo territorial por otro: camarillas centrales que hacen y deshacen a su antojo en sus respectivos territorios. Sin que la “autonomía” llegue a donde debería llegar, y mucho menos a los ciudadanos, tan pasivos como siempre ante los desmanes del municipio, de la “región-nación” y del Estado.
En definitiva, que esto de los gobiernos autonómicos no es sino la sustitución de las aristocracias que gobiernan autárquicamente el Estado central, por las aristocracias autárquicas de zona. La democracia sigue brillando por su ausencia en todo ese proceso, que por el contrario consistiría en que los ciudadanos determinasen los actos de gobierno de sus representantes, en todos y cada uno de sus niveles.