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La alusión del Papa Francisco a la fiesta semanal, enraizada en la familia, viene a poner en su sitio el absurdo debate abierto en algunos países influidos por el ultraliberalismo, sobre la supresión de las fiestas, incluidos los domingos, para favorecer las actividades económicas, algo que ni siquiera se ha pensado en otros lugares que se mantienen fieles a sus tradiciones religiosas, como el mundo musulmán. Y resulta evidente, como puso de manifiesto el Papa, la existencia de esclavos del trabajo que obsesionados con el beneficio económico que, incluso, amenaza los biorritmos humanos. El sentido de la fiesta, en definitiva, supone volver la mirada, con gratitud, hacia el fruto de nuestro propio esfuerzo para celebrar y agradecer que Dios todo lo haya hecho posible. Y ahí está abierto, con todo su esplendor, ese otro factor que define la familia: el de la oración que no es otra cosa que hablarle a Dios como Padre que nos ama por encima de todas las cosas.
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.
El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.
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