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Los abuelos nos movemos al ritmo de los nietos. Por eso hemos disfrutado de la semana blanca

Viajar es un placer

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Amén de ser viajante, a lo largo de mi vida he sido un viajero impenitente. Mis deseos de conocer mundo no han tenido fronteras. He utilizado trenes de tercera, rápidos, correos, intercity y Aves; autobuses-tartana y grandes autopullmans de lujo; barcos de carga y de pasajeros; aviones de hélice, turbo y gigantescos; todo tipo de vehículos así como mis cansadas piernas, que han recorrido el camino de Santiago.

Pero mis deseos de conocer otras tierras no se han acabado. Así que he aprovechado la semana de “vacaciones”. He cogido mi coche, mi esposa y un par de maletas y me he ido de “excursión” por toda España. Bocairente, Valencia, Salou, Zaragoza, Madrid y Sevilla, han sido las etapas de nuestro viaje.

Además de cerciorarme de las maravillosas carreteras que disfrutamos (y lo caras que están las autopistas), he podido observar el extraordinario cambio -siempre a mejor- de nuestra querida España. Lo que han hecho con el lecho del Turia en Valencia, es tan esplendido que sería bueno lo imitáramos en Málaga, la Ciudad de las Ciencias y las Artes y el Oceanográfico son tan buenas o mejores que otras instalaciones similares en el resto del mundo.

He ido a Cataluña con cierto resquemor. Totalmente infundado. He estado un par de días por Tarragona y tan solo he visto una bandera: la española en el cuartel de la Guardia Civil en Salou (una especie de Torre del Mar catalana). Gente amable, receptiva y con un sospechoso acento andaluz.

Zaragoza, con su plaza del Pilar abierta a los cuatro vientos y sus maravillosos asados cerca de la Pilarica. El templo, como siempre, lleno de visitantes. Madrid, sigue siendo Madrid. Pero cada vez más incomoda. Me he quedado con mis nietos en Getafe, que también es Villa y Corte (más o menos) y se puede andar por las calles. Sevilla con olor a cera y a feria. Finalmente vuelta a mi Málaga.

Mi buena noticia de hoy; que no tenemos que salir de este país maravilloso para encontrarnos con lo mejor en todos los aspectos. Monumentos, historia, paisajes, gastronomía, gente acogedora, ciudades grandes y pequeñas, modernas y medievales, playas y campiñas, montañas y ríos.

Ya sé que este artículo no les dice nada nuevo. Pero he querido reivindicar la maravilla de país en el que nos encontramos, la gente tan acogedora que nos recibe. Y, como no: el arroz a banda, la paella de mariscos, el all-i-pebre, el churrasco, los bocadillos de calamares madrileños y las tapitas sevillanas.

De lo de Málaga… hablaré otro día. A Málaga hay que echarle de comer aparte.

Viajar es un placer

Los abuelos nos movemos al ritmo de los nietos. Por eso hemos disfrutado de la semana blanca
Manuel Montes Cleries
lunes, 4 de marzo de 2019, 16:13 h (CET)

Amén de ser viajante, a lo largo de mi vida he sido un viajero impenitente. Mis deseos de conocer mundo no han tenido fronteras. He utilizado trenes de tercera, rápidos, correos, intercity y Aves; autobuses-tartana y grandes autopullmans de lujo; barcos de carga y de pasajeros; aviones de hélice, turbo y gigantescos; todo tipo de vehículos así como mis cansadas piernas, que han recorrido el camino de Santiago.

Pero mis deseos de conocer otras tierras no se han acabado. Así que he aprovechado la semana de “vacaciones”. He cogido mi coche, mi esposa y un par de maletas y me he ido de “excursión” por toda España. Bocairente, Valencia, Salou, Zaragoza, Madrid y Sevilla, han sido las etapas de nuestro viaje.

Además de cerciorarme de las maravillosas carreteras que disfrutamos (y lo caras que están las autopistas), he podido observar el extraordinario cambio -siempre a mejor- de nuestra querida España. Lo que han hecho con el lecho del Turia en Valencia, es tan esplendido que sería bueno lo imitáramos en Málaga, la Ciudad de las Ciencias y las Artes y el Oceanográfico son tan buenas o mejores que otras instalaciones similares en el resto del mundo.

He ido a Cataluña con cierto resquemor. Totalmente infundado. He estado un par de días por Tarragona y tan solo he visto una bandera: la española en el cuartel de la Guardia Civil en Salou (una especie de Torre del Mar catalana). Gente amable, receptiva y con un sospechoso acento andaluz.

Zaragoza, con su plaza del Pilar abierta a los cuatro vientos y sus maravillosos asados cerca de la Pilarica. El templo, como siempre, lleno de visitantes. Madrid, sigue siendo Madrid. Pero cada vez más incomoda. Me he quedado con mis nietos en Getafe, que también es Villa y Corte (más o menos) y se puede andar por las calles. Sevilla con olor a cera y a feria. Finalmente vuelta a mi Málaga.

Mi buena noticia de hoy; que no tenemos que salir de este país maravilloso para encontrarnos con lo mejor en todos los aspectos. Monumentos, historia, paisajes, gastronomía, gente acogedora, ciudades grandes y pequeñas, modernas y medievales, playas y campiñas, montañas y ríos.

Ya sé que este artículo no les dice nada nuevo. Pero he querido reivindicar la maravilla de país en el que nos encontramos, la gente tan acogedora que nos recibe. Y, como no: el arroz a banda, la paella de mariscos, el all-i-pebre, el churrasco, los bocadillos de calamares madrileños y las tapitas sevillanas.

De lo de Málaga… hablaré otro día. A Málaga hay que echarle de comer aparte.

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