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​¿Porqué abundarán tanto los fatuos, simplificadores y dogmáticos?

Partículas en ebullición

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Tenemos tendencia a pensarnos como una entidad consistente, no tanto como sólida pero sí de una firmeza aguerrida. Apreciamos como accesorias las sucesivas modificaciones surgidas en la mente o en el cuerpo propio. Preconizamos esa forma de ser personal con actitudes intransigentes, dispuestos a los enfrentamientos dialécticos con cualquiera. Agarrados a estas sensaciones construimos curiosas figuras en el aire cuya realidad presenta numerosas oquedades, con el movimiento continuado de sus componentes y frecuentes desapariciones de elementos considerados cruciales.Ese es el asunto, constituimos una ENTELEQUIA de la que constantemente buscamos explicaciones.

Sabemos de las innumerables partículas repartidas por el Universo, de las más grandes a las invisibles, conocidas de referencias ilustrativas. Quizá estemos acostumbrados a considerarlas erróneamente como estáticas, como las contemplamos en los libros de texto o en los atlas, hasta las ondas y trayectorias son dibujos esquemáticos. Los TRAZADOS reales correspondientes a las actividades de las partículas, ondas, funciones y conexiones; quedan un tanto distanciadas de la percepción habitual de las gentes. Hace falta acogernos a ese orden dinámico de las cosas para ponernos al día de nuestras propias características funcionales. Después intuimos el fragor de tales movimientos, con la consiguiente inestabilidad derivada.

Aún así, en la práctica mantenemos esa distancia conceptual; embebidos de esa identidad de la que tanto alardeamos y de la cual desconocemos gran parte de sus entresijos. Además, desconocemos gran parte de aquellas relaciones subyacentes entre las moléculas, desarrolladas a RITMOS diferentes. Acaso pensemos en dicha complejidad para mantenernos alejados de su importancia a la hora de comportarnos en sociedad. A veces serán reacciones hormonales, velocidad de trabajo distintas de unos órganos a otros, transmisión de los impulsos mentales al resto del organismo, como ondas o magnetismos apenas intuidos. Se deduce la dificultad de adaptarnos a esos ritmos y el caos si ni siquiera les hacemos caso.

Es apabullante la disociación habitual entre el lenguaje y la realidad; es preocupante, es un problema. ¿De qué hablamos cuando hablamos? Sobre todo Wittgenstein, entre otros, insistió en la incapacidad del lenguaje para la comprensión adecuada de la realidad subyacente; es una función convenida por la sociedad, pero de ahí a expresar la totalidad de la vida va un abismo. Conversamos, discutimos, sobre aproximaciones, captadas además de aquella manera por cada persona. El FRENESÍ del dinamismo de las partículas lo llevamos dentro, sigue su curso aunque no le hagamos caso, ni pensemos en sus efectos. Con esa disparidad de funcionamientos, es frecuente la desaparición de la lógica ante efectos desconocidos.

Otro desliz nos aboca a los errores de apreciación, me refiero a las medidas en general y a los tamaños de las cosas en concreto. De tal manera, las DIMENSIONES valoradas en cada ocasión pasan a ser un elemento primordial, cuando no siempre las mejores cualidades dependen de ellas. Entre el cabezón de ciertos gobernantes y el átomo. Fíjense cuantas cosas se podrían decir; entre el Cosmos y una mente apocada pasa algo parecido. Las circunstancias vitales están relacionadas con infinidad de factores; las dimensiones no son el principal de ellos. El equívoco de la primera impresión claudica pronto ante los fenómenos sucesivos. La vivacidad de las pequeñas partículas impone su realidad compleja.

Estamos inmersos en un conjunto del cual no conocemos los límites reales. Sólo con la consideración de la física cuántica, las medidas inacabadas del Universo, la energía atómica o la biología; percibimos de sobra la variabilidad dimámica incesante. Pero el fragor supera con creces esa primera apreciación. Cuando examinamos el asunto por SECTORES, las pulsiones se multiplican hasta el infinito. El desarrollo de la vida, orígen, mantenimiento y finales. Ondas y magnetismos complejos. Papel de los sólidos, líquidos o gases. La frenética actividad nos acucia inclemente, al tiempo que estrechamente ligada a la existencia humana; sin aquella las entidades serían diferentes.

Teniendo en cuenta la carga genética, las influencias venidas desde el exterior y a las acciones del propio sujeto, alcanzamos las características personales, peculiares siempre, abiertas a futuras modificaciones también. En el CUERPO humano están muy claras las actividades de las partículas por sectores. Proteínas, agua, minerales, etc.; adaptan sus funciones a cada órgano, fluyen y cambian de ocupación al pasar a otra localización; es más, pueden eliminarse y pasar a otros cuerpos. Eso en cuanto a elementos conocidos, en las nanopartículas, estructuras subatómicas u otras desconocidas el hervidero es poco accesible. Ejercen bajo controles enigmáticos, siempre esquivos a nuestras investigaciones.

En el cerebro, el funcionamiento de las partículas muestra algunos detalles mejor conocidos junto a ciertos mecanismos fascinantes e incomprensibles. El aparente estatismo de la estructura cerebral, enlaza con múltiples contactos a la totalidad de sus componentes; una función extensiva a la regulación del resto de órganos corporales. A ese complejo mundo se añade su relación con los CIRCUITOS PSÍQUICOS, abiertos a un sinfín de interrogantes. No es menor el que se pregunta por la consistencia del “yo” individual. ¿Un mero flujo peculiar de asociaciones mentales mientras dura? Porque centrarlo en las estructuras corporales parece insuficiente. El resultado práctico está sometido a los avatares incesantes de vibraciones remotas.

En unos espacios tan abiertos como nos van informando los científicos, donde parece ser posible cualquier eventualidad, donde los enigmas brotan sin permiso; el movimiento de ondas y energías no se limita a los ordenes particulares. Los diversos fenómenos están enlazados entre sí, bajo maneras y tiempos desconocidos en gran parte. El ensamblaje colectivo cuenta también en el ámbito de los humanos. Los entornos y las personas no estamos constituidos por entidades aisladas. Una de estas culminaciones asociativas puede estar configurada en la NOOSFERA, ese fondo general del pensamiento, como poso de las intervenciones sucesivas de las personas.

La vorágine puede arrastrarnos sin miramientos, sobre todo si permanecemos aturdidos en la pretensión de comprender una totalidad que como tal está fuera de nuestro alcance. Aquí viene a colación la importancia de las APORTACIONES propias, radica en la doble versión de las parcelas de autonomía personal, aunque limitadas, evidentes; y en la influencia de esas aportaciones de cara al conjunto, especialmente en lo que afecta a las demás personas. En ese tramo que va desde la pasividad a la acción responsable, asoma la esperanza de nuestra relevancia como personas. Algunos resultados de esas aportaciones son detectables; eso debería impulsarnos a mejores participaciones.

Partículas en ebullición

​¿Porqué abundarán tanto los fatuos, simplificadores y dogmáticos?
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 1 de marzo de 2019, 14:22 h (CET)

Tenemos tendencia a pensarnos como una entidad consistente, no tanto como sólida pero sí de una firmeza aguerrida. Apreciamos como accesorias las sucesivas modificaciones surgidas en la mente o en el cuerpo propio. Preconizamos esa forma de ser personal con actitudes intransigentes, dispuestos a los enfrentamientos dialécticos con cualquiera. Agarrados a estas sensaciones construimos curiosas figuras en el aire cuya realidad presenta numerosas oquedades, con el movimiento continuado de sus componentes y frecuentes desapariciones de elementos considerados cruciales.Ese es el asunto, constituimos una ENTELEQUIA de la que constantemente buscamos explicaciones.

Sabemos de las innumerables partículas repartidas por el Universo, de las más grandes a las invisibles, conocidas de referencias ilustrativas. Quizá estemos acostumbrados a considerarlas erróneamente como estáticas, como las contemplamos en los libros de texto o en los atlas, hasta las ondas y trayectorias son dibujos esquemáticos. Los TRAZADOS reales correspondientes a las actividades de las partículas, ondas, funciones y conexiones; quedan un tanto distanciadas de la percepción habitual de las gentes. Hace falta acogernos a ese orden dinámico de las cosas para ponernos al día de nuestras propias características funcionales. Después intuimos el fragor de tales movimientos, con la consiguiente inestabilidad derivada.

Aún así, en la práctica mantenemos esa distancia conceptual; embebidos de esa identidad de la que tanto alardeamos y de la cual desconocemos gran parte de sus entresijos. Además, desconocemos gran parte de aquellas relaciones subyacentes entre las moléculas, desarrolladas a RITMOS diferentes. Acaso pensemos en dicha complejidad para mantenernos alejados de su importancia a la hora de comportarnos en sociedad. A veces serán reacciones hormonales, velocidad de trabajo distintas de unos órganos a otros, transmisión de los impulsos mentales al resto del organismo, como ondas o magnetismos apenas intuidos. Se deduce la dificultad de adaptarnos a esos ritmos y el caos si ni siquiera les hacemos caso.

Es apabullante la disociación habitual entre el lenguaje y la realidad; es preocupante, es un problema. ¿De qué hablamos cuando hablamos? Sobre todo Wittgenstein, entre otros, insistió en la incapacidad del lenguaje para la comprensión adecuada de la realidad subyacente; es una función convenida por la sociedad, pero de ahí a expresar la totalidad de la vida va un abismo. Conversamos, discutimos, sobre aproximaciones, captadas además de aquella manera por cada persona. El FRENESÍ del dinamismo de las partículas lo llevamos dentro, sigue su curso aunque no le hagamos caso, ni pensemos en sus efectos. Con esa disparidad de funcionamientos, es frecuente la desaparición de la lógica ante efectos desconocidos.

Otro desliz nos aboca a los errores de apreciación, me refiero a las medidas en general y a los tamaños de las cosas en concreto. De tal manera, las DIMENSIONES valoradas en cada ocasión pasan a ser un elemento primordial, cuando no siempre las mejores cualidades dependen de ellas. Entre el cabezón de ciertos gobernantes y el átomo. Fíjense cuantas cosas se podrían decir; entre el Cosmos y una mente apocada pasa algo parecido. Las circunstancias vitales están relacionadas con infinidad de factores; las dimensiones no son el principal de ellos. El equívoco de la primera impresión claudica pronto ante los fenómenos sucesivos. La vivacidad de las pequeñas partículas impone su realidad compleja.

Estamos inmersos en un conjunto del cual no conocemos los límites reales. Sólo con la consideración de la física cuántica, las medidas inacabadas del Universo, la energía atómica o la biología; percibimos de sobra la variabilidad dimámica incesante. Pero el fragor supera con creces esa primera apreciación. Cuando examinamos el asunto por SECTORES, las pulsiones se multiplican hasta el infinito. El desarrollo de la vida, orígen, mantenimiento y finales. Ondas y magnetismos complejos. Papel de los sólidos, líquidos o gases. La frenética actividad nos acucia inclemente, al tiempo que estrechamente ligada a la existencia humana; sin aquella las entidades serían diferentes.

Teniendo en cuenta la carga genética, las influencias venidas desde el exterior y a las acciones del propio sujeto, alcanzamos las características personales, peculiares siempre, abiertas a futuras modificaciones también. En el CUERPO humano están muy claras las actividades de las partículas por sectores. Proteínas, agua, minerales, etc.; adaptan sus funciones a cada órgano, fluyen y cambian de ocupación al pasar a otra localización; es más, pueden eliminarse y pasar a otros cuerpos. Eso en cuanto a elementos conocidos, en las nanopartículas, estructuras subatómicas u otras desconocidas el hervidero es poco accesible. Ejercen bajo controles enigmáticos, siempre esquivos a nuestras investigaciones.

En el cerebro, el funcionamiento de las partículas muestra algunos detalles mejor conocidos junto a ciertos mecanismos fascinantes e incomprensibles. El aparente estatismo de la estructura cerebral, enlaza con múltiples contactos a la totalidad de sus componentes; una función extensiva a la regulación del resto de órganos corporales. A ese complejo mundo se añade su relación con los CIRCUITOS PSÍQUICOS, abiertos a un sinfín de interrogantes. No es menor el que se pregunta por la consistencia del “yo” individual. ¿Un mero flujo peculiar de asociaciones mentales mientras dura? Porque centrarlo en las estructuras corporales parece insuficiente. El resultado práctico está sometido a los avatares incesantes de vibraciones remotas.

En unos espacios tan abiertos como nos van informando los científicos, donde parece ser posible cualquier eventualidad, donde los enigmas brotan sin permiso; el movimiento de ondas y energías no se limita a los ordenes particulares. Los diversos fenómenos están enlazados entre sí, bajo maneras y tiempos desconocidos en gran parte. El ensamblaje colectivo cuenta también en el ámbito de los humanos. Los entornos y las personas no estamos constituidos por entidades aisladas. Una de estas culminaciones asociativas puede estar configurada en la NOOSFERA, ese fondo general del pensamiento, como poso de las intervenciones sucesivas de las personas.

La vorágine puede arrastrarnos sin miramientos, sobre todo si permanecemos aturdidos en la pretensión de comprender una totalidad que como tal está fuera de nuestro alcance. Aquí viene a colación la importancia de las APORTACIONES propias, radica en la doble versión de las parcelas de autonomía personal, aunque limitadas, evidentes; y en la influencia de esas aportaciones de cara al conjunto, especialmente en lo que afecta a las demás personas. En ese tramo que va desde la pasividad a la acción responsable, asoma la esperanza de nuestra relevancia como personas. Algunos resultados de esas aportaciones son detectables; eso debería impulsarnos a mejores participaciones.

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