Tras la intervención angloamericana en Irak y el encarcelamiento del sátrapa Husein, otro frente fundamentalista que puede derivar en los mismos efectos terroristas amenaza a Occidente, especialmente a Estados Unidos y a Gran Bretaña: Irán.
El presidente del régimen ayatolá, Ahmadineyad, acaba de hacer unas demagógicas y peligrosas declaraciones durante una reunión con el presidente del paramento venezolano, incitando a “luchar” contra el imperialismo mundial dentro de un bloque conjunto, formado entre otros por Venezuela e Irán, paradigmas ambos de la libertad, el progreso y los derechos humanos, como es por todos conocido.
Pero lo que ha activado todas las alarmas ha sido la noticia publicada en Inglaterra (The Sunday Times), según la cual y citando fuentes iraníes, 40.000 terroristas suicidas habrían recibido entrenamiento y estarían dispuestos para actuar en caso de que EE.UU / Gran Bretaña ataquen las instalaciones nucleares iraníes.
Teniendo en cuenta que esta posibilidad cobra cada vez más fuerza, dada la negativa de Ahmadineyad a parar el desarrollo de sus programas nucleares y de enriquecimiento de uranio y a someterse a la tutela de la ONU, la situación es complicada. Norteamericanos e ingleses han demostrado más de una vez que no les tiembla la mano si deciden que las vías diplomáticas no dan más de sí.
Pese a los intentos conciliadores de China y Rusia, postulándose por que el tema nuclear sólo se trate en el seno del Organismo Internacional de la Energía Atómica, el gobierno iraní parece apostar por tensar la cuerda y varias maniobras y declaraciones apuntan ciertamente hacia el desastre. El director del Centro de Estudios Estratégicos Doctrinales de los Guardianes de la Revolución, Hassan Abbasi, ha asegurado recientemente que ya han sido identificados 29 objetivos occidentales, apuntando claramente a la desaparición del Reino Unido como una prioridad en su agenda. Descorazonador.
Es difícil ponerse en la cabeza y el corazón de un dirigente fundamentalista islámico en posesión la verdad absoluta y llamado por Alá para imponer su credo al universo castigando al infiel. Quién le iba a decir a una civilización que a orillas del Tigris y el Éufrates fue el principal motor de progreso y cultura del mundo hace tan sólo unos cientos de años, que sus herederos del Siglo XX y XXI iban a devenir en un lastre de falta de libertad, miseria humana y mesianismo asesino.
Sólo cabe esperar que la ONU, más vale tarde que nunca, recupere su deteriorada imagen y lidere de una vez por todas la actuación conjunta de los países occidentales, agotando las vías de la negociación y controlando las posibles sanciones económicas o acciones militares. Que a nadie se le escape que una gran parte de los damnificados va a ser población civil, como pasa en la mayoría de guerras, y la de Irak es un ejemplo claro.
Tampoco se trata de quedarse de brazos cruzados. Sin duda, la amenaza terrorista de los grupos y países islámicos radicales es hoy por hoy el mayor peligro para la convivencia y el desarrollo de Occidente y del mismo Oriente. Pero se trata de atajar el mal causando el menor daño posible; no de matar moscas a cañonazos.