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En este mundo, perdedores lo somos todos en tanto en cuanto de esta vida solo se sale muerto y no hay dinero ni poder que compre tiempo extra de vida

​Los perdedores

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La principal equivocación, de la que nacen los errores más grandes que cometemos los seres humanos, es que no somos lo suficiente humildes o lo suficientemente inteligentes como para entender y aceptar que de esta vida vamos a salir todos derrotados.


Nos sentimos inmortales cuando la realidad es que vivimos en el descuento desde la primera inspiración que hacemos al llegar a este mundo.

Nadie va a salir de esta vida ganando porque estamos todos jugando una partida que está amañada desde antes que se reparta la primera carta.

Odio tener que hacerles el spoiler más grande de la Historia, pero de aquí, de esta realidad loca y apenas comprensible a la que llamamos vida, vamos a salir todos muertos.

Todos los humanos somos unos perdedores porque nos creamos mentalmente unos proyectos de vida que raramente llegan a llevarse a cabo tal y como los habíamos planeado. Simplemente vamos aceptando cada caída y cada fracaso y lo integramos como una reformulación del plan inicial.

Somos unos perdedores porque nos engañamos pensando que tenemos a nuestra disposición una bolsa de tiempo infinito para sentir, hacer y vivir todo aquello que deseamos y la realidad nos abofetea con tiempos mucho más limitados de lo que creemos.

El adjetivo perdedor no debería considerarse algo malo en sí mismo. Es una condición innata al ser humano. Las palabras no son perversas por sí mismas. Lo dañino es siempre la carga de significado que los seres humanos ponemos en ellas.

Perder una variable del fracaso, y este, es una parte de la vida totalmente imprescindible y que bien orientada llega a ser mucho más constructiva de lo que puede ser el éxito.


Lo terrible del concepto de perdedor es el uso torticero que se hace de él en la sociedad actual.

Desde que se impuso la sociedad de consumo, los vulnerables han sido poco a poco siendo sustituidos por los perdedores.

Una persona vulnerable es alguien a quien la sociedad tiene la obligación de acoger, proteger y ayudar. Transformarlos en perdedores permite dejarlos abandonados a su suerte.

Una persona vulnerable es una víctima, pero un perdedor es el responsable de su propia desgracia así que, en el uso de una varita mágica llena de polvos neoliberales, el poder se ha quitado de encima la molesta carga que le venían imponiendo de utilizar los recursos en proporción a la necesidad de cada uno y se han podido centrar en monopolizarlos y acapararlos ellos.

Ahora somos culpables de todo lo que nos pasa y cuando caemos en desgracia, no solo tenemos que intentar sobrevivir a ello, sino que nos toca soportar al resto de la sociedad señalándonos con el dedo y recordándonos lo mucho que nos merecemos lo que nos ocurre.

Si nos da un infarto es culpa nuestra por estar gordos, no haber hecho ejercicio o no haber comido suficiente lechuga.

Si tenemos cáncer, somos unos traidores si no lo acogemos con una alegría desbordante para no molestar a los que siguen sanos y produciendo tal y como quiere el Dios sistema que hagamos.

Si nos arruinamos es siempre culpa nuestra. Nadie nos preguntará como hemos llegado hasta ahí. Tuvimos dinero y ya no está, así que algo habremos hecho mal y debemos pagar por semejante afrenta al todopoderoso y salvador Capitalismo.

Al envejecer nos hacemos aún peores. Teniendo cremas, quirófanos y demás útiles de consumo es indecente que nos atrevamos a ofender a la humanidad con nuestras arrugas y con nuestros achaques.

Si eres lo que la sociedad considera que es un perdedor, debes ser expuesto al mundo para que te apedreen, te ridiculicen y te enjuicien no sea que los demás seres humanos no hayan interiorizado lo suficiente el miedo y se vayan a cuestionar algo que les aleje de ser unos esclavos del sistema bien disciplinados.


En este mundo, perdedores lo somos todos en tanto en cuanto de esta vida solo se sale muerto y no hay dinero ni poder que compre tiempo extra de vida.

Pero algunos, además de perdedores, son unos hijos de Satanás en toda regla y quizás son ellos los que deberían ser expuestos y culpabilizados por causar tanto daño mientras no se van, de una vez por todas, a rendir cuentas a su jefe en el Infierno.

​Los perdedores

En este mundo, perdedores lo somos todos en tanto en cuanto de esta vida solo se sale muerto y no hay dinero ni poder que compre tiempo extra de vida
Iria Bouzas Álvarez
lunes, 18 de febrero de 2019, 17:54 h (CET)

La principal equivocación, de la que nacen los errores más grandes que cometemos los seres humanos, es que no somos lo suficiente humildes o lo suficientemente inteligentes como para entender y aceptar que de esta vida vamos a salir todos derrotados.


Nos sentimos inmortales cuando la realidad es que vivimos en el descuento desde la primera inspiración que hacemos al llegar a este mundo.

Nadie va a salir de esta vida ganando porque estamos todos jugando una partida que está amañada desde antes que se reparta la primera carta.

Odio tener que hacerles el spoiler más grande de la Historia, pero de aquí, de esta realidad loca y apenas comprensible a la que llamamos vida, vamos a salir todos muertos.

Todos los humanos somos unos perdedores porque nos creamos mentalmente unos proyectos de vida que raramente llegan a llevarse a cabo tal y como los habíamos planeado. Simplemente vamos aceptando cada caída y cada fracaso y lo integramos como una reformulación del plan inicial.

Somos unos perdedores porque nos engañamos pensando que tenemos a nuestra disposición una bolsa de tiempo infinito para sentir, hacer y vivir todo aquello que deseamos y la realidad nos abofetea con tiempos mucho más limitados de lo que creemos.

El adjetivo perdedor no debería considerarse algo malo en sí mismo. Es una condición innata al ser humano. Las palabras no son perversas por sí mismas. Lo dañino es siempre la carga de significado que los seres humanos ponemos en ellas.

Perder una variable del fracaso, y este, es una parte de la vida totalmente imprescindible y que bien orientada llega a ser mucho más constructiva de lo que puede ser el éxito.


Lo terrible del concepto de perdedor es el uso torticero que se hace de él en la sociedad actual.

Desde que se impuso la sociedad de consumo, los vulnerables han sido poco a poco siendo sustituidos por los perdedores.

Una persona vulnerable es alguien a quien la sociedad tiene la obligación de acoger, proteger y ayudar. Transformarlos en perdedores permite dejarlos abandonados a su suerte.

Una persona vulnerable es una víctima, pero un perdedor es el responsable de su propia desgracia así que, en el uso de una varita mágica llena de polvos neoliberales, el poder se ha quitado de encima la molesta carga que le venían imponiendo de utilizar los recursos en proporción a la necesidad de cada uno y se han podido centrar en monopolizarlos y acapararlos ellos.

Ahora somos culpables de todo lo que nos pasa y cuando caemos en desgracia, no solo tenemos que intentar sobrevivir a ello, sino que nos toca soportar al resto de la sociedad señalándonos con el dedo y recordándonos lo mucho que nos merecemos lo que nos ocurre.

Si nos da un infarto es culpa nuestra por estar gordos, no haber hecho ejercicio o no haber comido suficiente lechuga.

Si tenemos cáncer, somos unos traidores si no lo acogemos con una alegría desbordante para no molestar a los que siguen sanos y produciendo tal y como quiere el Dios sistema que hagamos.

Si nos arruinamos es siempre culpa nuestra. Nadie nos preguntará como hemos llegado hasta ahí. Tuvimos dinero y ya no está, así que algo habremos hecho mal y debemos pagar por semejante afrenta al todopoderoso y salvador Capitalismo.

Al envejecer nos hacemos aún peores. Teniendo cremas, quirófanos y demás útiles de consumo es indecente que nos atrevamos a ofender a la humanidad con nuestras arrugas y con nuestros achaques.

Si eres lo que la sociedad considera que es un perdedor, debes ser expuesto al mundo para que te apedreen, te ridiculicen y te enjuicien no sea que los demás seres humanos no hayan interiorizado lo suficiente el miedo y se vayan a cuestionar algo que les aleje de ser unos esclavos del sistema bien disciplinados.


En este mundo, perdedores lo somos todos en tanto en cuanto de esta vida solo se sale muerto y no hay dinero ni poder que compre tiempo extra de vida.

Pero algunos, además de perdedores, son unos hijos de Satanás en toda regla y quizás son ellos los que deberían ser expuestos y culpabilizados por causar tanto daño mientras no se van, de una vez por todas, a rendir cuentas a su jefe en el Infierno.

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