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Según sea el estado del corazón así será la calidad de lo que vean los ojos

Cambiar los ojos

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Muchos se preguntan: “¿Cómo podremos salir de la grave situación en que nos encontramos. Se planifica y el panorama empeora. Resumiendo se dice: “La suerte no nos acompaña”. Somos tan poca cosa que nuestro futuro lo ponemos en manos de la suerte. Es como si jugásemos a la lotería. Si toca, toca. ¿Es que hemos perdido la capacidad de reflexionar?


El Roto en una de sus viñetas, que por cierto son muy críticas con la realidad dibuja una mano con un dedo señalando hacia el cielo. El texto que acompaña la imagen no tiene desperdicio. “¿Por qué en vez de girar a derecha o a izquierda no podemos girar hacia arriba a ver qué pasa? Si intentando resolver los problemas que nos afectan por medio de la política de izquierdas o de derechas, no salimos del atolladero, ¿Por qué no abandonamos lo que es un fracaso evidente y giramos la mirada hacia el cielo? Se puede seguir la propuesta de El Roto de dos maneras que son inseparables.

La mirada hacia el cielo que hace la mayoría de las personas la eleva desde el punto de vista materialista. Como se piensa que el mundo material existente, sin excluir el hombre, es fruto del azar, Dios no ha intervenido para nada en su formación, nos lo miramos con los ojos del agnóstico o ateo. Cuando miramos al firmamento desde esta perspectiva, la filosofía que elaboramos nos juega una mala pasada. ¿A qué conclusión nos lleva? Al contemplar la inmensidad del firmamento con la ayuda de potentes telescopios y de las sondas espaciales que nos transmiten información de lo que esconden estos lugares tan lejanos, en vez de asombrarnos de la magnífica obra de Dios, con el pensamiento desviado por la naturaleza de nuestra filosofía, siguiendo la sabiduría de los antiguos nos postramos ante el sol y lo adoramos porque creemos que gracias a él el planeta Tierra es habitable y reúne las condiciones para que produzca los alimentos que son necesarios para la supervivencia del hombre. Como el dios sol no satisface las necesidades del alma, nos fijamos en las estrellas, se las racionaliza y como si estuviesen dotadas de sabiduría, se las consulta para que nos ayuden a salir de las embarazosas circunstancias en que nos encontramos. La mirada materialista con que el hombre observa el universo, ¿aporta solución a los problemas que nos golpean con saña? Evidentemente no. La Biblia deja constancia de que el resultado de esta mirada es todo lo contrario de lo que se esperaba. Ante el nefasto resultado de mirar hacia el cielo de la manera como lo hemos venido haciendo hasta hoy, ¿por qué no lo intentamos hacer con la mirada puesta en el Creador que es el autor de todo lo que existe, incluso el hombre? Ya sé que se me dirá que no se cree en Él. Si la mirada hacia arriba de la manera como lo hemos venido haciendo nos conduce al desastre, ¿somos tan orgullosos que no queremos cambiar la manera de hacerlo? ¿Somos tan pretenciosos que no somos capaces de descender de la parte central del podio e internamente elevar una súplica parecida a esta: “¡Señor si existes, muéstramelo. Despeja mi incredulidad!”

Mirando al cielo estrellado con los ojos de la incredulidad, las consecuencias nefastas que ha producido no es fruto de la casualidad. La Biblia nos dice que el hombre es responsable de su incredulidad. Lo hace con estas palabras: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con injusticia la verdad. Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles, desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron con sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios” (Romanos 1: 18-22). Acto seguido el texto describe los daños que nos afectan y que son todos conocidos por propia experiencia, que revelan la ira de Dios contra la impiedad e injusticia de los hombres.

¿Sabiendo la causa de los males que padecemos, ¿seguiremos mirando al cielo estrellado con los ojos de la incredulidad?

Cambiar los ojos

Según sea el estado del corazón así será la calidad de lo que vean los ojos
Octavi Pereña
martes, 12 de febrero de 2019, 09:47 h (CET)

Muchos se preguntan: “¿Cómo podremos salir de la grave situación en que nos encontramos. Se planifica y el panorama empeora. Resumiendo se dice: “La suerte no nos acompaña”. Somos tan poca cosa que nuestro futuro lo ponemos en manos de la suerte. Es como si jugásemos a la lotería. Si toca, toca. ¿Es que hemos perdido la capacidad de reflexionar?


El Roto en una de sus viñetas, que por cierto son muy críticas con la realidad dibuja una mano con un dedo señalando hacia el cielo. El texto que acompaña la imagen no tiene desperdicio. “¿Por qué en vez de girar a derecha o a izquierda no podemos girar hacia arriba a ver qué pasa? Si intentando resolver los problemas que nos afectan por medio de la política de izquierdas o de derechas, no salimos del atolladero, ¿Por qué no abandonamos lo que es un fracaso evidente y giramos la mirada hacia el cielo? Se puede seguir la propuesta de El Roto de dos maneras que son inseparables.

La mirada hacia el cielo que hace la mayoría de las personas la eleva desde el punto de vista materialista. Como se piensa que el mundo material existente, sin excluir el hombre, es fruto del azar, Dios no ha intervenido para nada en su formación, nos lo miramos con los ojos del agnóstico o ateo. Cuando miramos al firmamento desde esta perspectiva, la filosofía que elaboramos nos juega una mala pasada. ¿A qué conclusión nos lleva? Al contemplar la inmensidad del firmamento con la ayuda de potentes telescopios y de las sondas espaciales que nos transmiten información de lo que esconden estos lugares tan lejanos, en vez de asombrarnos de la magnífica obra de Dios, con el pensamiento desviado por la naturaleza de nuestra filosofía, siguiendo la sabiduría de los antiguos nos postramos ante el sol y lo adoramos porque creemos que gracias a él el planeta Tierra es habitable y reúne las condiciones para que produzca los alimentos que son necesarios para la supervivencia del hombre. Como el dios sol no satisface las necesidades del alma, nos fijamos en las estrellas, se las racionaliza y como si estuviesen dotadas de sabiduría, se las consulta para que nos ayuden a salir de las embarazosas circunstancias en que nos encontramos. La mirada materialista con que el hombre observa el universo, ¿aporta solución a los problemas que nos golpean con saña? Evidentemente no. La Biblia deja constancia de que el resultado de esta mirada es todo lo contrario de lo que se esperaba. Ante el nefasto resultado de mirar hacia el cielo de la manera como lo hemos venido haciendo hasta hoy, ¿por qué no lo intentamos hacer con la mirada puesta en el Creador que es el autor de todo lo que existe, incluso el hombre? Ya sé que se me dirá que no se cree en Él. Si la mirada hacia arriba de la manera como lo hemos venido haciendo nos conduce al desastre, ¿somos tan orgullosos que no queremos cambiar la manera de hacerlo? ¿Somos tan pretenciosos que no somos capaces de descender de la parte central del podio e internamente elevar una súplica parecida a esta: “¡Señor si existes, muéstramelo. Despeja mi incredulidad!”

Mirando al cielo estrellado con los ojos de la incredulidad, las consecuencias nefastas que ha producido no es fruto de la casualidad. La Biblia nos dice que el hombre es responsable de su incredulidad. Lo hace con estas palabras: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con injusticia la verdad. Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles, desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron con sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios” (Romanos 1: 18-22). Acto seguido el texto describe los daños que nos afectan y que son todos conocidos por propia experiencia, que revelan la ira de Dios contra la impiedad e injusticia de los hombres.

¿Sabiendo la causa de los males que padecemos, ¿seguiremos mirando al cielo estrellado con los ojos de la incredulidad?

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