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Si no prestamos interés, sólo progresarán las divergencias

Culturas divergentes

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Sea por la misma evolución de los tiempos, corren, si no vuelan, con ritmos desiguales; sea por la variedad absoluta de sus intérpretes; la cultura tiene una propiedad predominante, la rotunda DIVERSIDAD de sus manifestaciones. Es imposible evadirse de dicha característica, potenciada por el sino cambiante de sus realidades. No conseguimos acostumbrarnmos a ese constante dinamismo, tratamos de acomodarnos a una tranquilidad imposible.

Derivado de lo anterior, resulta elemental la coexistencia de entidades de propiedades peculiares, inorgánicas o de seres vivos, Dentro de los humanos, tampoco es posible encontrar, por ahora, dos individuos idénticos, ¡Son tantos los elementos constitutivos! Ante semejante panorama, la presencia simultánea hace pensar el el ENSAMBLAJE del conjunto, puramente natural o por el ejercicio del elemento racional presuntamente relacionado con las personas. Cabe preguntarse hasta qué punto son posibles los cambios orientados por la cultura.


Abocados a la existencia con no pocas penurias, hemos descubierto a través de los siglos las enormes posibilidades para el logro de una vida satisfactoria. Recirrimos para ello a las cualidades humanas, la razón ya no sé si es la principal de todas ellas, para el encauzamiento del ejercicio vital de los individuos. Pero somos muchos, un hecho de difícil asimilación, no acabamos de hincarle el diente de manera satisfactoria. Ese PLURALISMO palpita por los entresijos de la convivencia como un reto con tintes utópicos de cara a las soluciones. Ahora se habla mucho de globalidad, pero la evidencia nos acucia implacable, las actividades emprendidas inquietan lo suyo por el predominio de los talantes intempestivos.


A diario, las dificultades encontradas nos ponen en un brete, la resolucióm de los problemas se resiste y el futuro permanece incierto. ¿Hacia dónde remamos con las actitudes adoptadas? Resumo en tres las orientaciones culturales. Uno pudiera pensar en la confluencia de los logros para el progreso del conjunto social, serían las culturas CONVERGENTES, abocadas a ese final común como objetivo. Aunque confiemos en ello, la buena lógica se ve contrariada por los ejemplos desarrollados en cada sector. La convergencia sólo aparece de vez en cuando y como efecto secundario.


Las otras dos formas culturales ganan en aceptacióm si nos atenemos a los hechos repatidos por la geografía. La siguiente ocupación corresponde a laa culturas paralelas sin llegar a mezclarse, siguen sus caminos diferenciados. Si no se acercan entre sí, crecerán las distancias entre ellas según sus conquistas, con áreas de muy diferente desarrollo, pero sin interesarse por los diferentes. Al paso que vamos aprecio un triste liderazgo de las culturas DIVERGENTES, con ese matiz insolidario del máximo distanciamiento con respecto a los de ideas y proyectos distintos. Contrarrestan la realidad antropológica de la presencia común; para potenciar conductas egoístas que no parecen conducir a a un conjunto humano gratificante.


Los indicios de la mencionada dispersión cultural son perceptibles de cerca y de lejos. A poco que seamos observadores la practicamos nosotros mismos, con la gente próxima, en los múltiples contactos relacionales. Sobre todo, se pone de manifiesto por una ausencia progresiva; las CONVERSACIONES serenas, con intercambio de pareceres, discusiones argumentadas al mejor conocimiento de los interlocutores; están en franca regresión. A su pérdida se aspocia la de los gestos, tono de voz, miradas, evocadoras de la presencia humana. El contacto directo enriquece las aportaciones. De lo contrario, su desvirtuación contribuye al poco apego entre los individuos, con la tendencia al desinterés por los razonamientos ajenos.


Otro potente indicador de la divergencia cultural, viene reflejado en esa auténtica huída virtual efectuada a ritmos vertiginosos; el alcance indiscriminado a toda prisa de infinidad de datos. Sus mismas expresiones confirman el carácter de escapatoria sin el detalle de los rumbos, porque los ANÓNIMOS entrañan un baluarte ensombrecedor de una aparente comunicación efectiva. No aparecen por ninguna parte las mínimas estructuras que necesitamos para orientarnos. Sin esos puntos de apoyo, las ventajas de los medios se convierten en turbios mecanismos activados por fuerzas que no son anónimas. Y conocen mejor los entresijos del sistema que los simples ciudadanos. Dispersan los logros culturales a su capricho.

La diversidad no está reñida con la armonía; por el contrario, esta supone la culminación de sus excelencias. Pero, la armonía requiere un enlace con los rasgos comunes de los componentes. Las cualidades y defectos implícitos en estas consideraciones están bien reflejados en la ESPAÑA de nuestros días. Los libros educativos utilizados en cada autonomía parten de las tendencias separadoras, dejando en segundo término las comprobaciones de mayor fuste. Se silencian realidades rotundas del ayer y del presente, se falsean datos históricos malversando la información y se añaden teorías sobre asuntos cruciales, fraguadas sólo en la mente de sus promotores, pero presentadas como de carácter paradigmático.


Vista la necesidad de colaboraciones mutuas, nadie es autosuficiente por naturaleza, asombra el empeño tan generalizado dirigido a las confrontaciones. Destaca la estupidez de los líderes incapaces de orientarnos a colaboraciones eficaces; pero también el conformismo de enormes mayorías sufridoras de las disgregaciones. Es una INDIFERENCIA masificada, con una terquedad pasiva que no se explica por la pereza o la ignorancia. El desinterés por los acuerdos, la desidia en los comportamientos, contraría las ideas constructivas. Esa indiferencia repele la armonización de la convivencia, acaba siendo un cómplice directo de los fanatismos divergentes.


Los ambientes progresan hacia los brotes disidentes de cualquier intento de estructura lógica para aquellos puntos de apoyo mencionados. La indiferencia extendida por doquier, junto a la mezcolanza de criterios indiscriminados, constituyen un territorio abonado para el surgimientode los OPORTUNISMOS aferrados a cualquier detalle, sin prestar atención a los mejores razonamientos, desde luego sin ánimos dialéctos para compartir sus opiniones con los discordantes. Una vez lanzados por el tobogán de los oportunismos, la vorágine ruge desaforada, al ritmos de brotes impulsivos; en general bajo el control de fuerzas controladoras ocultas. Estas últimas si convergen hacia sus intereses,

Las miserias acoquinan a quienes las sufren, les incapacitan para luchas enconadas; ni su preparación ni sus recursos les acompañan. A lo cual se añade el talante divergente de las culturas en general. Los MARGINADOS vienen a ser el núcleo central del cual escapan los avances culturales. Es un asunto que no suelen disimular las declaraciones rimbombantes, la sincera dedicación al alivio de las situaciones penosas, no suele pasar de ciertos parcheados de cara a las apariencias. La convergencia radical es una rareza.

Culturas divergentes

Si no prestamos interés, sólo progresarán las divergencias
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 8 de febrero de 2019, 08:58 h (CET)

Sea por la misma evolución de los tiempos, corren, si no vuelan, con ritmos desiguales; sea por la variedad absoluta de sus intérpretes; la cultura tiene una propiedad predominante, la rotunda DIVERSIDAD de sus manifestaciones. Es imposible evadirse de dicha característica, potenciada por el sino cambiante de sus realidades. No conseguimos acostumbrarnmos a ese constante dinamismo, tratamos de acomodarnos a una tranquilidad imposible.

Derivado de lo anterior, resulta elemental la coexistencia de entidades de propiedades peculiares, inorgánicas o de seres vivos, Dentro de los humanos, tampoco es posible encontrar, por ahora, dos individuos idénticos, ¡Son tantos los elementos constitutivos! Ante semejante panorama, la presencia simultánea hace pensar el el ENSAMBLAJE del conjunto, puramente natural o por el ejercicio del elemento racional presuntamente relacionado con las personas. Cabe preguntarse hasta qué punto son posibles los cambios orientados por la cultura.


Abocados a la existencia con no pocas penurias, hemos descubierto a través de los siglos las enormes posibilidades para el logro de una vida satisfactoria. Recirrimos para ello a las cualidades humanas, la razón ya no sé si es la principal de todas ellas, para el encauzamiento del ejercicio vital de los individuos. Pero somos muchos, un hecho de difícil asimilación, no acabamos de hincarle el diente de manera satisfactoria. Ese PLURALISMO palpita por los entresijos de la convivencia como un reto con tintes utópicos de cara a las soluciones. Ahora se habla mucho de globalidad, pero la evidencia nos acucia implacable, las actividades emprendidas inquietan lo suyo por el predominio de los talantes intempestivos.


A diario, las dificultades encontradas nos ponen en un brete, la resolucióm de los problemas se resiste y el futuro permanece incierto. ¿Hacia dónde remamos con las actitudes adoptadas? Resumo en tres las orientaciones culturales. Uno pudiera pensar en la confluencia de los logros para el progreso del conjunto social, serían las culturas CONVERGENTES, abocadas a ese final común como objetivo. Aunque confiemos en ello, la buena lógica se ve contrariada por los ejemplos desarrollados en cada sector. La convergencia sólo aparece de vez en cuando y como efecto secundario.


Las otras dos formas culturales ganan en aceptacióm si nos atenemos a los hechos repatidos por la geografía. La siguiente ocupación corresponde a laa culturas paralelas sin llegar a mezclarse, siguen sus caminos diferenciados. Si no se acercan entre sí, crecerán las distancias entre ellas según sus conquistas, con áreas de muy diferente desarrollo, pero sin interesarse por los diferentes. Al paso que vamos aprecio un triste liderazgo de las culturas DIVERGENTES, con ese matiz insolidario del máximo distanciamiento con respecto a los de ideas y proyectos distintos. Contrarrestan la realidad antropológica de la presencia común; para potenciar conductas egoístas que no parecen conducir a a un conjunto humano gratificante.


Los indicios de la mencionada dispersión cultural son perceptibles de cerca y de lejos. A poco que seamos observadores la practicamos nosotros mismos, con la gente próxima, en los múltiples contactos relacionales. Sobre todo, se pone de manifiesto por una ausencia progresiva; las CONVERSACIONES serenas, con intercambio de pareceres, discusiones argumentadas al mejor conocimiento de los interlocutores; están en franca regresión. A su pérdida se aspocia la de los gestos, tono de voz, miradas, evocadoras de la presencia humana. El contacto directo enriquece las aportaciones. De lo contrario, su desvirtuación contribuye al poco apego entre los individuos, con la tendencia al desinterés por los razonamientos ajenos.


Otro potente indicador de la divergencia cultural, viene reflejado en esa auténtica huída virtual efectuada a ritmos vertiginosos; el alcance indiscriminado a toda prisa de infinidad de datos. Sus mismas expresiones confirman el carácter de escapatoria sin el detalle de los rumbos, porque los ANÓNIMOS entrañan un baluarte ensombrecedor de una aparente comunicación efectiva. No aparecen por ninguna parte las mínimas estructuras que necesitamos para orientarnos. Sin esos puntos de apoyo, las ventajas de los medios se convierten en turbios mecanismos activados por fuerzas que no son anónimas. Y conocen mejor los entresijos del sistema que los simples ciudadanos. Dispersan los logros culturales a su capricho.

La diversidad no está reñida con la armonía; por el contrario, esta supone la culminación de sus excelencias. Pero, la armonía requiere un enlace con los rasgos comunes de los componentes. Las cualidades y defectos implícitos en estas consideraciones están bien reflejados en la ESPAÑA de nuestros días. Los libros educativos utilizados en cada autonomía parten de las tendencias separadoras, dejando en segundo término las comprobaciones de mayor fuste. Se silencian realidades rotundas del ayer y del presente, se falsean datos históricos malversando la información y se añaden teorías sobre asuntos cruciales, fraguadas sólo en la mente de sus promotores, pero presentadas como de carácter paradigmático.


Vista la necesidad de colaboraciones mutuas, nadie es autosuficiente por naturaleza, asombra el empeño tan generalizado dirigido a las confrontaciones. Destaca la estupidez de los líderes incapaces de orientarnos a colaboraciones eficaces; pero también el conformismo de enormes mayorías sufridoras de las disgregaciones. Es una INDIFERENCIA masificada, con una terquedad pasiva que no se explica por la pereza o la ignorancia. El desinterés por los acuerdos, la desidia en los comportamientos, contraría las ideas constructivas. Esa indiferencia repele la armonización de la convivencia, acaba siendo un cómplice directo de los fanatismos divergentes.


Los ambientes progresan hacia los brotes disidentes de cualquier intento de estructura lógica para aquellos puntos de apoyo mencionados. La indiferencia extendida por doquier, junto a la mezcolanza de criterios indiscriminados, constituyen un territorio abonado para el surgimientode los OPORTUNISMOS aferrados a cualquier detalle, sin prestar atención a los mejores razonamientos, desde luego sin ánimos dialéctos para compartir sus opiniones con los discordantes. Una vez lanzados por el tobogán de los oportunismos, la vorágine ruge desaforada, al ritmos de brotes impulsivos; en general bajo el control de fuerzas controladoras ocultas. Estas últimas si convergen hacia sus intereses,

Las miserias acoquinan a quienes las sufren, les incapacitan para luchas enconadas; ni su preparación ni sus recursos les acompañan. A lo cual se añade el talante divergente de las culturas en general. Los MARGINADOS vienen a ser el núcleo central del cual escapan los avances culturales. Es un asunto que no suelen disimular las declaraciones rimbombantes, la sincera dedicación al alivio de las situaciones penosas, no suele pasar de ciertos parcheados de cara a las apariencias. La convergencia radical es una rareza.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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