Lo de las secuelas es un fenómeno curioso. Esta misma semana se estrenaba en nuestro país Instinto Básico 2 -un fracaso descomunal en Estados Unidos-, y mucha gente espera ansiosa la segunda parte de Piratas del Caribe. Por otro lado, muchos films de superhéroes tienen varias continuaciones, e incluso se están filmando algunos spin-off de películas de éxito, como El gato de Shrek. Algo similar mantiene a las comedias en liza: Doce en casa y Doce fuera de casa; American Pie (secuelas y sucedáneos varios, aunque no variados); Los padres de ella y los de él...
Lo de las películas de acción ya es otra historia, porque si entramos a poner ejemplos no terminaríamos nunca: Underworld: Evolution, si no me falla la memoria, es el último (sub)producto-secuela que viene de Hollywood. Lo extraño de este auge de las segundas y terceras partes (con el único motivo, no lo olvidemos, de recaudar la mayor cantidad de dinero posible aun a costa de aniquilar el prestigio propio) viene dado por las diferencias de calidad en las películas. Animación contra imagen real, las continuaciones de films tridimensionales son mucho más sugestivas que las de sus antagonistas de piel y sangre. Shrek 2 era una maravillosa continuación en todos los sentidos, y la secuela de Toy Story tampoco le iba a la zaga. En cambio, Los padres de él ya no tenía la irreverencia de la primera parte, mientras las continuaciones de American Pie (un hito en la Historia del Cine, no lo olvidemos) invitaban a marcharse del cine antes de terminada la función.
Ice Age 2: El deshielo no es mejor que la primera parte, pero tampoco deslustra los logros de su predecesora. Scrat, la fabulosa ardilla que se ha convertido en marca de fábrica de los Blue Sky Studios, tiene más protagonismo y sus sketches son igual -o más- divertidos. Lo que falla es la historia principal, otra vez con Manny, Diego y Sid haciendo de las suyas. Con fuertes resonancias bíblicas (estos tres personajes -y todo bicho viviente- buscan un barco para sobrevivir al deshielo -referencias obvias al arca de Noé, un tronco hueco, enorme, situado a la altura idónea para que se forme un éxodo animal insólito-; Scrat busca la bellota -el Santo Grial, también bastante reconocible en la escena final del Paraíso-; Leviatán, el monstruo del libro de Job, aparece por partida doble en forma de reptil escamoso; y, de nuevo Scrat, abre las aguas como Moisés el Mar Rojo al final de la cinta, descubriendo la Tierra Prometida a la cual, al menos de momento, no tendrá acceso nuestro amigo) y algo de parodia (la relación entre Manny y Ellie -Queen Latifah-, la aparición del profeta apocalíptico -el cual, como los presuntos adivinos de nuestros días, se rige por el don de la oportunidad-), la película tiene caídas de ritmo bastante importantes. Scrat solventa con sus apariciones la quietud general, pero no tanto como para levantar una cinta divertida sólo a ratos.
Sid, el personaje que debería introducir la vis cómica en el grupo, sale siempre por los mismos cauces (enfadando a Manny y a Diego) y el mayor cierto de todos es la introducción de las dos zarigüeyas que acompañan a Ellie en su particular periplo por el reino animal. Con momentos festivos, gestos desopilantes y situaciones muy logradas, estos dos pequeños marsupiales sí sacan la sonrisa inocente que debe llevar implícita toda obra conmemorada a los niños, sea una secuela, original, remake o cualquier otra variante del conjunto.