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Francisco Montesano

La dignidad del trabajo

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Existe en el mundo una problemática que une a todas las naciones por igual, representa un dilema actual y aun mas agudo en el futuro, convive con nosotros desde la revolución industrial y la incorporación de las estadísticas a nuestro modo de vida aunque no sea un cuestión de números, y es la dignidad de toda persona a proveerse de sus necesidades y las de su familia.

Solo el trabajo noble nos permite sentirnos incorporados a la sociedad y valiosos a nosotros mismos, que es la resultante de todas estas variables.

Francia es hoy el lugar donde se producen violentas marchas juveniles, el gobierno de Jacques Chirac realizo ciertas modificaciones a su polémica ley de contrato para jóvenes pero no logra aun revertir esta realidad.

Las demostraciones espontáneas de estudiantes en toda Francia después de que Chirac se dirigiera a la nación para anunciar su decisión, provocaron entre otras, la destrucción de las oficinas del diputado conservador Pierre Lellouche en París.

La controvertida ley permitía el despido de los trabajadores menores de 26 años sin razón durante sus primeros dos años, luego de las primeras manifestaciones se redujo de dos a un año el lapso de precariedad laboral para los jóvenes en su primer empleo y no habrá despido sin causa, que deberá ser informada al trabajador. Pero la gente exige que la ley sea eliminada.

El desempleo nacional promedio en Francia es del 9.6%, pero el juvenil alcanza el 23% y supera ampliamente al general.

Hace pocos días vivimos en Argentina un hecho desgraciado, producto de la desesperación y la irracionalidad, 6 trabajadores de los denominados esclavos voluntarios, murieron en el incendio de una < fabrica > de ropa clandestina.

Estos locales proliferan en la ciudad de Buenos Aires y son manejados por mafias que introducen, mediante engaños, ciudadanos bolivianos para reducirlos a la servidumbre, amparados en la desesperanza de estos inmigrantes ansiosos de encontrar un lugar en donde trabajar.

El ministro de Producción porteño, Enrique Rodríguez, reflexionaba “Tenemos que combatir a estas organizaciones mafiosas y acabar con la red de talleres clandestinos, pero tenemos que decir que el taller incendiado había sido habilitado en 2001 y nunca más hubo una inspección”, señaló en un mea culpa. El flamante jefe de Gobierno, Jorge Telerman, también denunció la existencia de “prácticas mafiosas”, mientras que el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Luis Eduardo Duhalde, anunció la creación de un Observatorio de Derechos Humanos para perseguir penalmente la “reducción a servidumbre” de miembros de la comunidad boliviana en el país.

Este drama representa el conflicto primitivo del individuo, la explotación del hombre por el hombre, se funda en nuestros orígenes, los trabajadores indocumentados son explotados sin derecho a planes sociales sin tener un status legal, por salarios miserables y en condiciones de vida crueles y desastrosas.

El debate sobre inmigración en el Congreso norteamericano plantea el problema que presentan los 12 millones de inmigrantes ilegales que viven y trabajan en Estados Unidos, tiene mucho de xenofobia de algunos sectores de la población y la preferencia de adherir al argumentación alarmista en circulación contra la falta de trabajo que estos inmigrantes promueven.

El supuesto flagelo de la inmigración ilegal es, fundamentalmente, una cuestión de conveniencia, ningún estudio serio ha demostrado un impacto negativo sobre la economía o un compromiso del nivel de empleo.

La deducción de que los inmigrantes ilegales despojan de trabajo a los norteamericanos carece de legitimidad. Dos millones de inmigrantes reciben hoy salarios que están por debajo del mínimo legal y varios millones más trabajan sin seguro médico, compensaciones, pago de horas extras y otros beneficios obligatorios, condiciones que dificultosamente admitirían los norteamericanos.

El Congreso de EEUU puede amurallar el país e incrementar las condiciones para restringir el ingreso de los indocumentados, pero jamás nadie podrá aplacar la firmeza de aquellos que tan sólo aspiran a una vida más digna.

La dignidad del trabajo

Francisco Montesano
Francisco Montesano
viernes, 7 de abril de 2006, 22:57 h (CET)
Existe en el mundo una problemática que une a todas las naciones por igual, representa un dilema actual y aun mas agudo en el futuro, convive con nosotros desde la revolución industrial y la incorporación de las estadísticas a nuestro modo de vida aunque no sea un cuestión de números, y es la dignidad de toda persona a proveerse de sus necesidades y las de su familia.

Solo el trabajo noble nos permite sentirnos incorporados a la sociedad y valiosos a nosotros mismos, que es la resultante de todas estas variables.

Francia es hoy el lugar donde se producen violentas marchas juveniles, el gobierno de Jacques Chirac realizo ciertas modificaciones a su polémica ley de contrato para jóvenes pero no logra aun revertir esta realidad.

Las demostraciones espontáneas de estudiantes en toda Francia después de que Chirac se dirigiera a la nación para anunciar su decisión, provocaron entre otras, la destrucción de las oficinas del diputado conservador Pierre Lellouche en París.

La controvertida ley permitía el despido de los trabajadores menores de 26 años sin razón durante sus primeros dos años, luego de las primeras manifestaciones se redujo de dos a un año el lapso de precariedad laboral para los jóvenes en su primer empleo y no habrá despido sin causa, que deberá ser informada al trabajador. Pero la gente exige que la ley sea eliminada.

El desempleo nacional promedio en Francia es del 9.6%, pero el juvenil alcanza el 23% y supera ampliamente al general.

Hace pocos días vivimos en Argentina un hecho desgraciado, producto de la desesperación y la irracionalidad, 6 trabajadores de los denominados esclavos voluntarios, murieron en el incendio de una < fabrica > de ropa clandestina.

Estos locales proliferan en la ciudad de Buenos Aires y son manejados por mafias que introducen, mediante engaños, ciudadanos bolivianos para reducirlos a la servidumbre, amparados en la desesperanza de estos inmigrantes ansiosos de encontrar un lugar en donde trabajar.

El ministro de Producción porteño, Enrique Rodríguez, reflexionaba “Tenemos que combatir a estas organizaciones mafiosas y acabar con la red de talleres clandestinos, pero tenemos que decir que el taller incendiado había sido habilitado en 2001 y nunca más hubo una inspección”, señaló en un mea culpa. El flamante jefe de Gobierno, Jorge Telerman, también denunció la existencia de “prácticas mafiosas”, mientras que el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Luis Eduardo Duhalde, anunció la creación de un Observatorio de Derechos Humanos para perseguir penalmente la “reducción a servidumbre” de miembros de la comunidad boliviana en el país.

Este drama representa el conflicto primitivo del individuo, la explotación del hombre por el hombre, se funda en nuestros orígenes, los trabajadores indocumentados son explotados sin derecho a planes sociales sin tener un status legal, por salarios miserables y en condiciones de vida crueles y desastrosas.

El debate sobre inmigración en el Congreso norteamericano plantea el problema que presentan los 12 millones de inmigrantes ilegales que viven y trabajan en Estados Unidos, tiene mucho de xenofobia de algunos sectores de la población y la preferencia de adherir al argumentación alarmista en circulación contra la falta de trabajo que estos inmigrantes promueven.

El supuesto flagelo de la inmigración ilegal es, fundamentalmente, una cuestión de conveniencia, ningún estudio serio ha demostrado un impacto negativo sobre la economía o un compromiso del nivel de empleo.

La deducción de que los inmigrantes ilegales despojan de trabajo a los norteamericanos carece de legitimidad. Dos millones de inmigrantes reciben hoy salarios que están por debajo del mínimo legal y varios millones más trabajan sin seguro médico, compensaciones, pago de horas extras y otros beneficios obligatorios, condiciones que dificultosamente admitirían los norteamericanos.

El Congreso de EEUU puede amurallar el país e incrementar las condiciones para restringir el ingreso de los indocumentados, pero jamás nadie podrá aplacar la firmeza de aquellos que tan sólo aspiran a una vida más digna.

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