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Me había prometido a mí mismo no nombrar al partido político que parece ser que lo está petando

Os equivocáis

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Hermanos y hermanas: Se lo estamos poniendo muy fácil. Ya sabéis que en este país somos muy de llevar la contraria incluso en contra de nuestros propios intereses. Si se estrena una película, obra de teatro, un libro o exposición con polémica, no le puede ocurrir nada mejor al productor que el gobierno, la iglesia o el poder en general la critiquen, la censuren o incluso, mucho mejor, la prohíban. Pasa a ser inmediatamente una obra de arte de esas que se llaman “de culto” con miles de espectadores y un éxito de taquilla para sus promotores.


Siguiendo esta idea, yo me había prometido a mí mismo no nombrar al partido político que parece ser que lo está petando: Vox. Un poco jugando a aquello que en las películas de Harry Potter se hacía con el innombrable Voldemort (el malo de la película). Pero no ha podido ser.


La ultraizquierda y toda la izquierda en general están haciendo un trabajo inmenso de “desfranquización” de la ultraderecha española. Unos haciéndolos mártires, por Dios y por España, con los continuos escraches violentos, otros jugando a “que viene el lobo”. Cuento que, por cierto, todos sabemos cómo acabó: sin ovejas y el pastorcillo como mentiroso.


Pues bien, la desfranquización estética de la ultraderecha y su europeización a través de los partidos ultras que pretenden acabar con la Unión Europea ya se ha conseguido. Ahora solo falta condenar a este partido, censurarlo o pedir que lo prohíban para que su éxito a las próximas elecciones sea similar al de las colas ante una exposición escandalosa o para la compra de un libro transgresor. Os equivocáis. 

Os equivocáis

Me había prometido a mí mismo no nombrar al partido político que parece ser que lo está petando
ZEN
lunes, 21 de enero de 2019, 08:24 h (CET)

Hermanos y hermanas: Se lo estamos poniendo muy fácil. Ya sabéis que en este país somos muy de llevar la contraria incluso en contra de nuestros propios intereses. Si se estrena una película, obra de teatro, un libro o exposición con polémica, no le puede ocurrir nada mejor al productor que el gobierno, la iglesia o el poder en general la critiquen, la censuren o incluso, mucho mejor, la prohíban. Pasa a ser inmediatamente una obra de arte de esas que se llaman “de culto” con miles de espectadores y un éxito de taquilla para sus promotores.


Siguiendo esta idea, yo me había prometido a mí mismo no nombrar al partido político que parece ser que lo está petando: Vox. Un poco jugando a aquello que en las películas de Harry Potter se hacía con el innombrable Voldemort (el malo de la película). Pero no ha podido ser.


La ultraizquierda y toda la izquierda en general están haciendo un trabajo inmenso de “desfranquización” de la ultraderecha española. Unos haciéndolos mártires, por Dios y por España, con los continuos escraches violentos, otros jugando a “que viene el lobo”. Cuento que, por cierto, todos sabemos cómo acabó: sin ovejas y el pastorcillo como mentiroso.


Pues bien, la desfranquización estética de la ultraderecha y su europeización a través de los partidos ultras que pretenden acabar con la Unión Europea ya se ha conseguido. Ahora solo falta condenar a este partido, censurarlo o pedir que lo prohíban para que su éxito a las próximas elecciones sea similar al de las colas ante una exposición escandalosa o para la compra de un libro transgresor. Os equivocáis. 

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.

El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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