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Una obra de Javier Martinez Pinna

'Los secretos de la inmortalidad en el Antiguo Egipto' llega a las librerías

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Un emocionante viaje para visitar enormes templos y fastuosas tumbas que se alzan en el más desolado de los desiertos.

Frente a ellos, trataremos de encontrar respuestas a todas las preguntas que se hicieron los egipcios en su empeño de comprender aquello que les rodeaba, especialmente el mundo de la muerte y la vida en el más allá, que para ellos era no una posibilidad, sino una certeza.

Javier Martínez-Pinna profundiza también en de algunos de los enigmas más atractivos y fascinantes del país del Nilo como las pirámides y la esfinge de Guiza o el conocimiento secreto que debía de esconderse en la prestigiosa biblioteca de Alejandría, alejándose siempre del sensacionalismo y de planteamientos esotéricos para centrarse en un estudio serio y riguroso de las fuentes documentales y arqueológicas.

Este libro está orientado al intento de comprender la concepción que los egipcios tenían del mundo sobrenatural y, especialmente, de la existencia de una nueva vida después de la muerte. Pero antes de eso, debemos situarnos en un contexto espacio-temporal específico, método imprescindible para lograr una aproximación, aunque sea somera, al mundo simbólico y cultural de los egipcios en tiempos faraónicos.


La antigua civilización egipcia se desarrolló en un marco geográfico muy concreto en una de las áreas más áridas del mundo. Esto fue posible, únicamente, gracias al Nilo, río que atraviesa de sur a norte un enorme desierto en donde las lluvias son casi inexistentes.


En cuanto al marco temporal, las invasiones greco-helenísticas, romana, cristiana y musulmana, terminaron destruyendo la cultura indígena del Antiguo Egipto. Desde ese momento, tan solo podemos acudir a los datos fragmentarios que nos aportan la arqueología y los documentos escritos de la época clásica, uno de los cuales, fechado en el siglo iii a. C. y redactado por un sacerdote egipcio llamado Manetón, nos permite dividir la historia de Egipto en treinta dinastías encuadradas en una serie de etapas.


La simultaneidad y la creencia en principios absolutos y antagónicos queda claramente reflejada, tal y como tendremos ocasión de estudiar, en la concepción que los egipcios tenían de la vida de ultratumba. Desde tiempos predinásticos, los hombres y mujeres consideraban la vida del más allá, no como una posibilidad, sino como una certeza.


Lo realmente importante es comprender la concepción que los egipcios tenían de la muerte para llegar a entender el sentido que le daban a la vida. No es tarea sencilla comprender este fenómeno, pues la idea de la muerte fue evolucionando a lo largo de los siglos, pero podemos hacernos una idea gracias a la lectura del Libro de los muertos, un conjunto de textos y sortilegios destinados a satisfacer las necesidades del difunto en el más allá, que, a pesar de haberse desarrollado especialmente a partir del Imperio Nuevo, tiene unos orígenes mucho más antiguos. Según las creencias egipcias, la muerte implicaba la desintegración de los modos de existencia del individuo y, por lo tanto, su complejo ritual funerario se desarrolló con la intención de reintegrar los distintos aspectos del ser humano como paso previo a su «salvación». Veremos que el ritual de la momificación se llevaba a cabo con la idea de preservar el cuerpo físico del individuo. En este sentido, el corazón tenía una gran importancia, ya que era considerado el órgano en donde se depositaba la memoria y la inteligencia, tanta, que los sacerdotes incluían escarabeos enjoyados que sirviesen como reemplazo del mismo en caso de que resultase dañado.


El conocimiento del sentido que se le dio a la muerte en Egipto es muy importante para los historiadores de las religiones, habida cuenta de la influencia que este tipo de creencias tuvo en el desarrollo de otras religiones posteriores, tanto las politeístas de tradición grecorromana, como las monoteístas, en las que la impronta de la espiritualidad logró perpetuarse hasta alcanzar nuestros días.

'Los secretos de la inmortalidad en el Antiguo Egipto' llega a las librerías

Una obra de Javier Martinez Pinna
Redacción
jueves, 17 de enero de 2019, 13:15 h (CET)

Un emocionante viaje para visitar enormes templos y fastuosas tumbas que se alzan en el más desolado de los desiertos.

Frente a ellos, trataremos de encontrar respuestas a todas las preguntas que se hicieron los egipcios en su empeño de comprender aquello que les rodeaba, especialmente el mundo de la muerte y la vida en el más allá, que para ellos era no una posibilidad, sino una certeza.

Javier Martínez-Pinna profundiza también en de algunos de los enigmas más atractivos y fascinantes del país del Nilo como las pirámides y la esfinge de Guiza o el conocimiento secreto que debía de esconderse en la prestigiosa biblioteca de Alejandría, alejándose siempre del sensacionalismo y de planteamientos esotéricos para centrarse en un estudio serio y riguroso de las fuentes documentales y arqueológicas.

Este libro está orientado al intento de comprender la concepción que los egipcios tenían del mundo sobrenatural y, especialmente, de la existencia de una nueva vida después de la muerte. Pero antes de eso, debemos situarnos en un contexto espacio-temporal específico, método imprescindible para lograr una aproximación, aunque sea somera, al mundo simbólico y cultural de los egipcios en tiempos faraónicos.


La antigua civilización egipcia se desarrolló en un marco geográfico muy concreto en una de las áreas más áridas del mundo. Esto fue posible, únicamente, gracias al Nilo, río que atraviesa de sur a norte un enorme desierto en donde las lluvias son casi inexistentes.


En cuanto al marco temporal, las invasiones greco-helenísticas, romana, cristiana y musulmana, terminaron destruyendo la cultura indígena del Antiguo Egipto. Desde ese momento, tan solo podemos acudir a los datos fragmentarios que nos aportan la arqueología y los documentos escritos de la época clásica, uno de los cuales, fechado en el siglo iii a. C. y redactado por un sacerdote egipcio llamado Manetón, nos permite dividir la historia de Egipto en treinta dinastías encuadradas en una serie de etapas.


La simultaneidad y la creencia en principios absolutos y antagónicos queda claramente reflejada, tal y como tendremos ocasión de estudiar, en la concepción que los egipcios tenían de la vida de ultratumba. Desde tiempos predinásticos, los hombres y mujeres consideraban la vida del más allá, no como una posibilidad, sino como una certeza.


Lo realmente importante es comprender la concepción que los egipcios tenían de la muerte para llegar a entender el sentido que le daban a la vida. No es tarea sencilla comprender este fenómeno, pues la idea de la muerte fue evolucionando a lo largo de los siglos, pero podemos hacernos una idea gracias a la lectura del Libro de los muertos, un conjunto de textos y sortilegios destinados a satisfacer las necesidades del difunto en el más allá, que, a pesar de haberse desarrollado especialmente a partir del Imperio Nuevo, tiene unos orígenes mucho más antiguos. Según las creencias egipcias, la muerte implicaba la desintegración de los modos de existencia del individuo y, por lo tanto, su complejo ritual funerario se desarrolló con la intención de reintegrar los distintos aspectos del ser humano como paso previo a su «salvación». Veremos que el ritual de la momificación se llevaba a cabo con la idea de preservar el cuerpo físico del individuo. En este sentido, el corazón tenía una gran importancia, ya que era considerado el órgano en donde se depositaba la memoria y la inteligencia, tanta, que los sacerdotes incluían escarabeos enjoyados que sirviesen como reemplazo del mismo en caso de que resultase dañado.


El conocimiento del sentido que se le dio a la muerte en Egipto es muy importante para los historiadores de las religiones, habida cuenta de la influencia que este tipo de creencias tuvo en el desarrollo de otras religiones posteriores, tanto las politeístas de tradición grecorromana, como las monoteístas, en las que la impronta de la espiritualidad logró perpetuarse hasta alcanzar nuestros días.

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