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“Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas” Winston Churchill

España reacciona ante el peligro del totalitarismo izquierdas

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La reacción, no por esperada menos impactante, a los resultados de las pasadas elecciones andaluzas, dejan en evidencia que, aunque ya han pasado más de 78 años de la finalización de la Guerra Civil española y más de 43 años desde el fallecimiento del general Franco; para todos aquellos que se opusieron a él, ya fuera en los campos de batalla o en el campo de la política nacional e internacional, la figura de aquel militar que gobernó el país durante más de 46 años -- durante los cuales, salvo los pequeños incidentes de guerrillas protagonizados por los maquis que intentaron, desde Francia, alterar la paz que reinaba en España - ni comunistas, ni socialistas, ni catalanistas ni vascos intentaron, procuraron o se atrevieron a alzar una mano contra el régimen que él implanto. Sólo cuando murió fue el momento en el que, todas las fuerzas del Infierno político que habían estado mudas y neutralizadas durante los años en los que gobernó, se atrevieron a dejarse oír y a reclamar un puesto en la política de España.


Suárez, un hombre providencial en unos momentos en los que se esperaba una transición comprometida, tuvo el acierto de conseguir encauzar la sucesión de la dictadura a la democracia sin que se produjeran los incidentes que se pronosticaban para cuando llegara el momento del cambio del régimen; sin embargo, tanto él como los que redactaron nuestra Constitución de 1978, no supieron ver las consecuencias que iban a tener aquellas concesiones que se les hicieron a los catalanes y a los vascos, cediéndoles la posibilidad de un autogobierno que, por sus características y cesiones de competencias, en algunos puntos, se les dieron más poder y facultades de las que, en la actualidad, naciones como Alemania les tienen otorgados a sus länders en su modelo federal de gobierno. Sin embargo, este aparentemente pequeño error de aquellos, por otra parte, brillantes políticos, nos ha llevado, unos años después, a tener que lamentar la división de España que, anteriormente en regiones y provincias, a partir de la Constitución quedó establecida en autonomías, cada una de las cuales con su gobierno autonómico, sus cesiones de competencias y su correspondiente Parlamento, desde el cual se podían dictar leyes, en principio solamente válidas para la demarcación territorial sobre la que tenían poder pero, como hemos tenido ocasión de contemplar, la desidias de los sucesivos gobiernos centrales, las consecuencias de un sistema D´Hont para la determinación de los escaños correspondientes a cada formación política, que daba a cada voto, según la autonomía en la que se emitiese, un valor mayor que a otros votos y la lenidad, descuido, intereses electorales y necesidades de coaliciones, en muchas ocasiones “contra natura”, permitieron que aquellas autonomías, como la de los vascos y los catalanes, fueran consiguiendo mediante chantajes, al principio sutiles y, a medida que transcurrían los años y se dieron cuenta de la debilidad de los sucesivos gobierno de la nación, más descarados y groseros, hasta llegar a los últimos años en los que ya no se piden, solicitan o argumentan, sino que exigen a cajas destempladas, renegando del Rey, de las tribunales nacionales, del TC y de la propia Constitución española, a la que no acatan ni reconocen.


Una crisis inoportuna y un inconcebible menoscabo de los valores y la ética tradicionales, debido a que los gobiernos de las izquierdas, dieron lugar a la degradación del concepto de familia, de la autoridad paterna, del concepto de la moral, de los límites éticos, de las reglas de convivencia y de los frenos al libertinaje que imponían los preceptos de la religión católica, hoy perseguida como enemigo a batir por el materialismo y el laicismo, impuesto por las izquierdas libertarias que se hicieron cargo de España gracias a la llegada al poder de un sujeto, Rodríguez Zapatero, que, con su absoluta incapacidad para gobernar el país, su egolatría y su desafortunada creencia y esnobismo de que estaba en poder de la verdad y que, el resto de aquellos que le reprochaban sus decisiones, se equivocaba; fue capaz de poner a España al borde del abismo cuando, en el 2011, tiró la toalla y convocó elecciones. Durante su gobierno consiguió, con su fanatismo de izquierdas y sus errores en la toma de decisiones políticas y económicas, destruir la economía, el bienestar, el progreso social y todo aquello que un gobernante nunca debe hacer si, de verdad, lo que desea es el bienestar del pueblo al que gobierna y debiera servir. Las consecuencias las tenemos hoy reflejadas en un gobierno no elegido en las urnas, presidido por otro visionario, en este caso más hábil y peligroso, si cabe, el señor P.Sánchez, que sería capaz de vender al país a cualquiera que le garantizara el permanecer en el poder, en el que se encuentra como pez en el agua y del que, lo viene demostrando con los lujos que se permite a costa del erario público, que aunque sigue siendo de izquierdas, cada vez más cerca de la extrema izquierda, no les hace ascos a los beneficios, placeres, ventajas, opulencias y demasías tan propias de aquellos a los que critica, quiere agobiar a impuestos y echarlos de España, los que amasan millones de euros y forman la élite económica de la sociedad española.


Para sorpresa de muchos, lo que ha pasado en Andalucía, puede que desvele que aquel franquismo que, pese a todo lo que se ha intentado hacer para acabar con él, puede que no se haya manifestado abiertamente, debido a la convicción de que era algo suicida definirse como adicto a unos tiempos que, los actuales gobernantes y una parte muy importante de la sociedad, han condenado al ostracismo y han calificado como enemigo número uno de la actual sociedad; sigue latente en una parte de la sociedad española que contempla horrorizada como España se va autodestruyendo y que, todo aquello en lo que creyeron, aquellos principios que recibieron de sus mayores, aquellas costumbres que practicaron durante toda su vida y aquella paz y tranquilidad de las que disfrutaron durante muchos años, van camino de desaparecer, precisamente en manos de los sucesores o herederos de aquellos republicanos salidos de la II República de 1931 que, durante su gobierno fueron capaces de convertir a España en el país en el que podían amargar, con sus tropelías y crímenes, a la gente de orden sin que, sus sucesivos gobiernos supieran ni quisieran acabar con aquellas hordas de criminales que fueron los verdaderos responsables del levantamiento del 18 de julio de 1936.


No tenemos otra referencia que la de VOX, la expresión política más cercana a la forma de pensar de varias generaciones de españoles que, aunque muchos de ellos supieron, con astucia calculada, cambiarse de chaqueta cuando se puso de moda la democracia, es posible que algunos, por lo visto más de los que nos pensábamos, descontentos con esta España en la que vivimos y a la que nos sentimos extraños, sientan una cierta nostalgia de otros tiempos en los que, algunos resabiados, nos quieren hacer creer que estábamos oprimidos, esclavizados o privados de libertades, pero que, en realidad, salvo para los que continuaban obsesionados por haber perdido la guerra, eran unos tiempos en los que la gente tenía trabajo, había paz, se superaron momentos complicados pero, cuando llegó el reconocimientos de los países que nos habían hecho el boicot, todo cambió y empezó una época de bienestar.


La duda, de momento imposible de descifrar, consistente en valorar si lo que ha sucedido en Andalucía, con la repentina e inesperada aparición de VOX con 400.000 votos y 12 escaños, es algo que va a tener continuidad en las próximas elecciones autonómicas del mes de mayo o, si sólo sonó la flauta por casualidad, debido a que Andalucía es un país de sorpresas y, en muchos andaluces puede que pesaran demasiado el haber estado sometidos durante 35 años a las veleidades de un solo partido, el PSOE. En cualquier caso, sólo por el placer de ver a todas las izquierdas que, a la vez, se han lanzado como fieras a poner de chupa de dómine a los del partido de Santiago Abascal; de cómo, en Cataluña, se han rasgado las vestiduras sólo de pensar que algún día, en tierras catalanas, pudieran volver a aparecer los herederos del franquismo, cuando se han pasado tantos años renegando de él o, cuando observamos la preocupación que VOX les ha causado a los de Podemos, aquellos “demócratas” de pacotilla que siguen creyendo o intentan hacerlo creer, que Venezuela sigue siendo una democracia y no una dictadura catastrófica, en la que los incrementos del coste de vida se miden por cifras millonarias cada día que pasa, lo cual implica que a los únicos a los que se pueden dirigir es a cuatro ignorantes o a aquellos que son incapaces de renunciar al rencor que vienen arrastrando contra la derecha.


Contrariamente a los que opinan que VOX pudiera restarle votos al PP, podríamos pensar que, a quién le pueda arrancar más votos quizás fuera a Ciudadanos, que es a donde se fueron muchos de los dos millones de votantes que abandonaron el PP, disgustados del inmovilismo de Rajoy y Sáez de Santamaría cuando iban por libres, dejando que los separatistas catalanes fueran ganando batallas y confianza, aumentando sus demandas mientras, el tradicional galleguismo de Rajoy, le impulsaba a esperar que el tiempo escampara, para no tener que desgastarse electoralmente emprendiendo una acción decidida contra el vergonzoso e inadmisible desafío del soberanismo catalán. No quiso correr el riesgo y, finalmente, todos sus errores los pagó de una vez, en manos de su astuto e impresentable adversario, P.Sánchez que, si bien se desenvuelve con habilidad en el terreno de las cloacas de la política, no es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que, esta política de ir vaciando las cajas del Estado confiando en una especie de cuento de la lechera, soñando con recaudaciones inmensas, pensando que todos los más ricos y las empresas más potentes van a consentir que, Hacienda, los desplume a su antojo y no van a seguir el ejemplo de las casi 4.000 sociedades que trasladaron su domicilio social lejos de Cataluña; es, sin duda, incurrir en un error del que puede, que si sigue en el poder y logra que le apoyen los PGE del 2019 ( en caso contrario es muy probable que tengamos elecciones mucho antes), pronto tenga ocasión de darse cuenta de lo peligroso que resulta el imaginarse realidades cuando uno está en el desierto y resulta que, lo que está viendo no son más que espejismos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que Ciudadanos, como viene haciendo desde que tuvo éxito en Cataluña, sigue pensando que manteniéndose en el filo de la navaja, una vez jugando a ser de izquierdas y otra a ser de derechas, va a conseguir ir captando nuevos adeptos. Un juego peligroso que le encanta al señor Rivera pero que, cuando a la derecha del PP han aparecido unos señores que, sin vergüenza ni complejos, han recogido parte del pensamiento heredado del franquismo, tiene el peligro de que, los socios que captó del PP como único partido refugio para aquellos que nunca van a votar izquierda, visto lo visto, es posible que la fuerza que parece tener el partido del señor Abascal según ha demostrado en un lugar que parecía ser inexpugnable, gracias a la fuerza del PSOE, es posible que, en otras regiones que han sido en ocasiones más proclives al PP consiga, en las elecciones autonómicas y municipales, resultados que, sin que los lleven a la mayoría, si les permitan instalarse en los respectivos parlamentos, desde los cuales es obvio que tendrán más facilidades para conseguir aumentar la clientela para que los vote. El tiempo nos lo dirá.   

España reacciona ante el peligro del totalitarismo izquierdas

“Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas” Winston Churchill
Miguel Massanet
sábado, 12 de enero de 2019, 09:07 h (CET)

La reacción, no por esperada menos impactante, a los resultados de las pasadas elecciones andaluzas, dejan en evidencia que, aunque ya han pasado más de 78 años de la finalización de la Guerra Civil española y más de 43 años desde el fallecimiento del general Franco; para todos aquellos que se opusieron a él, ya fuera en los campos de batalla o en el campo de la política nacional e internacional, la figura de aquel militar que gobernó el país durante más de 46 años -- durante los cuales, salvo los pequeños incidentes de guerrillas protagonizados por los maquis que intentaron, desde Francia, alterar la paz que reinaba en España - ni comunistas, ni socialistas, ni catalanistas ni vascos intentaron, procuraron o se atrevieron a alzar una mano contra el régimen que él implanto. Sólo cuando murió fue el momento en el que, todas las fuerzas del Infierno político que habían estado mudas y neutralizadas durante los años en los que gobernó, se atrevieron a dejarse oír y a reclamar un puesto en la política de España.


Suárez, un hombre providencial en unos momentos en los que se esperaba una transición comprometida, tuvo el acierto de conseguir encauzar la sucesión de la dictadura a la democracia sin que se produjeran los incidentes que se pronosticaban para cuando llegara el momento del cambio del régimen; sin embargo, tanto él como los que redactaron nuestra Constitución de 1978, no supieron ver las consecuencias que iban a tener aquellas concesiones que se les hicieron a los catalanes y a los vascos, cediéndoles la posibilidad de un autogobierno que, por sus características y cesiones de competencias, en algunos puntos, se les dieron más poder y facultades de las que, en la actualidad, naciones como Alemania les tienen otorgados a sus länders en su modelo federal de gobierno. Sin embargo, este aparentemente pequeño error de aquellos, por otra parte, brillantes políticos, nos ha llevado, unos años después, a tener que lamentar la división de España que, anteriormente en regiones y provincias, a partir de la Constitución quedó establecida en autonomías, cada una de las cuales con su gobierno autonómico, sus cesiones de competencias y su correspondiente Parlamento, desde el cual se podían dictar leyes, en principio solamente válidas para la demarcación territorial sobre la que tenían poder pero, como hemos tenido ocasión de contemplar, la desidias de los sucesivos gobiernos centrales, las consecuencias de un sistema D´Hont para la determinación de los escaños correspondientes a cada formación política, que daba a cada voto, según la autonomía en la que se emitiese, un valor mayor que a otros votos y la lenidad, descuido, intereses electorales y necesidades de coaliciones, en muchas ocasiones “contra natura”, permitieron que aquellas autonomías, como la de los vascos y los catalanes, fueran consiguiendo mediante chantajes, al principio sutiles y, a medida que transcurrían los años y se dieron cuenta de la debilidad de los sucesivos gobierno de la nación, más descarados y groseros, hasta llegar a los últimos años en los que ya no se piden, solicitan o argumentan, sino que exigen a cajas destempladas, renegando del Rey, de las tribunales nacionales, del TC y de la propia Constitución española, a la que no acatan ni reconocen.


Una crisis inoportuna y un inconcebible menoscabo de los valores y la ética tradicionales, debido a que los gobiernos de las izquierdas, dieron lugar a la degradación del concepto de familia, de la autoridad paterna, del concepto de la moral, de los límites éticos, de las reglas de convivencia y de los frenos al libertinaje que imponían los preceptos de la religión católica, hoy perseguida como enemigo a batir por el materialismo y el laicismo, impuesto por las izquierdas libertarias que se hicieron cargo de España gracias a la llegada al poder de un sujeto, Rodríguez Zapatero, que, con su absoluta incapacidad para gobernar el país, su egolatría y su desafortunada creencia y esnobismo de que estaba en poder de la verdad y que, el resto de aquellos que le reprochaban sus decisiones, se equivocaba; fue capaz de poner a España al borde del abismo cuando, en el 2011, tiró la toalla y convocó elecciones. Durante su gobierno consiguió, con su fanatismo de izquierdas y sus errores en la toma de decisiones políticas y económicas, destruir la economía, el bienestar, el progreso social y todo aquello que un gobernante nunca debe hacer si, de verdad, lo que desea es el bienestar del pueblo al que gobierna y debiera servir. Las consecuencias las tenemos hoy reflejadas en un gobierno no elegido en las urnas, presidido por otro visionario, en este caso más hábil y peligroso, si cabe, el señor P.Sánchez, que sería capaz de vender al país a cualquiera que le garantizara el permanecer en el poder, en el que se encuentra como pez en el agua y del que, lo viene demostrando con los lujos que se permite a costa del erario público, que aunque sigue siendo de izquierdas, cada vez más cerca de la extrema izquierda, no les hace ascos a los beneficios, placeres, ventajas, opulencias y demasías tan propias de aquellos a los que critica, quiere agobiar a impuestos y echarlos de España, los que amasan millones de euros y forman la élite económica de la sociedad española.


Para sorpresa de muchos, lo que ha pasado en Andalucía, puede que desvele que aquel franquismo que, pese a todo lo que se ha intentado hacer para acabar con él, puede que no se haya manifestado abiertamente, debido a la convicción de que era algo suicida definirse como adicto a unos tiempos que, los actuales gobernantes y una parte muy importante de la sociedad, han condenado al ostracismo y han calificado como enemigo número uno de la actual sociedad; sigue latente en una parte de la sociedad española que contempla horrorizada como España se va autodestruyendo y que, todo aquello en lo que creyeron, aquellos principios que recibieron de sus mayores, aquellas costumbres que practicaron durante toda su vida y aquella paz y tranquilidad de las que disfrutaron durante muchos años, van camino de desaparecer, precisamente en manos de los sucesores o herederos de aquellos republicanos salidos de la II República de 1931 que, durante su gobierno fueron capaces de convertir a España en el país en el que podían amargar, con sus tropelías y crímenes, a la gente de orden sin que, sus sucesivos gobiernos supieran ni quisieran acabar con aquellas hordas de criminales que fueron los verdaderos responsables del levantamiento del 18 de julio de 1936.


No tenemos otra referencia que la de VOX, la expresión política más cercana a la forma de pensar de varias generaciones de españoles que, aunque muchos de ellos supieron, con astucia calculada, cambiarse de chaqueta cuando se puso de moda la democracia, es posible que algunos, por lo visto más de los que nos pensábamos, descontentos con esta España en la que vivimos y a la que nos sentimos extraños, sientan una cierta nostalgia de otros tiempos en los que, algunos resabiados, nos quieren hacer creer que estábamos oprimidos, esclavizados o privados de libertades, pero que, en realidad, salvo para los que continuaban obsesionados por haber perdido la guerra, eran unos tiempos en los que la gente tenía trabajo, había paz, se superaron momentos complicados pero, cuando llegó el reconocimientos de los países que nos habían hecho el boicot, todo cambió y empezó una época de bienestar.


La duda, de momento imposible de descifrar, consistente en valorar si lo que ha sucedido en Andalucía, con la repentina e inesperada aparición de VOX con 400.000 votos y 12 escaños, es algo que va a tener continuidad en las próximas elecciones autonómicas del mes de mayo o, si sólo sonó la flauta por casualidad, debido a que Andalucía es un país de sorpresas y, en muchos andaluces puede que pesaran demasiado el haber estado sometidos durante 35 años a las veleidades de un solo partido, el PSOE. En cualquier caso, sólo por el placer de ver a todas las izquierdas que, a la vez, se han lanzado como fieras a poner de chupa de dómine a los del partido de Santiago Abascal; de cómo, en Cataluña, se han rasgado las vestiduras sólo de pensar que algún día, en tierras catalanas, pudieran volver a aparecer los herederos del franquismo, cuando se han pasado tantos años renegando de él o, cuando observamos la preocupación que VOX les ha causado a los de Podemos, aquellos “demócratas” de pacotilla que siguen creyendo o intentan hacerlo creer, que Venezuela sigue siendo una democracia y no una dictadura catastrófica, en la que los incrementos del coste de vida se miden por cifras millonarias cada día que pasa, lo cual implica que a los únicos a los que se pueden dirigir es a cuatro ignorantes o a aquellos que son incapaces de renunciar al rencor que vienen arrastrando contra la derecha.


Contrariamente a los que opinan que VOX pudiera restarle votos al PP, podríamos pensar que, a quién le pueda arrancar más votos quizás fuera a Ciudadanos, que es a donde se fueron muchos de los dos millones de votantes que abandonaron el PP, disgustados del inmovilismo de Rajoy y Sáez de Santamaría cuando iban por libres, dejando que los separatistas catalanes fueran ganando batallas y confianza, aumentando sus demandas mientras, el tradicional galleguismo de Rajoy, le impulsaba a esperar que el tiempo escampara, para no tener que desgastarse electoralmente emprendiendo una acción decidida contra el vergonzoso e inadmisible desafío del soberanismo catalán. No quiso correr el riesgo y, finalmente, todos sus errores los pagó de una vez, en manos de su astuto e impresentable adversario, P.Sánchez que, si bien se desenvuelve con habilidad en el terreno de las cloacas de la política, no es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que, esta política de ir vaciando las cajas del Estado confiando en una especie de cuento de la lechera, soñando con recaudaciones inmensas, pensando que todos los más ricos y las empresas más potentes van a consentir que, Hacienda, los desplume a su antojo y no van a seguir el ejemplo de las casi 4.000 sociedades que trasladaron su domicilio social lejos de Cataluña; es, sin duda, incurrir en un error del que puede, que si sigue en el poder y logra que le apoyen los PGE del 2019 ( en caso contrario es muy probable que tengamos elecciones mucho antes), pronto tenga ocasión de darse cuenta de lo peligroso que resulta el imaginarse realidades cuando uno está en el desierto y resulta que, lo que está viendo no son más que espejismos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que Ciudadanos, como viene haciendo desde que tuvo éxito en Cataluña, sigue pensando que manteniéndose en el filo de la navaja, una vez jugando a ser de izquierdas y otra a ser de derechas, va a conseguir ir captando nuevos adeptos. Un juego peligroso que le encanta al señor Rivera pero que, cuando a la derecha del PP han aparecido unos señores que, sin vergüenza ni complejos, han recogido parte del pensamiento heredado del franquismo, tiene el peligro de que, los socios que captó del PP como único partido refugio para aquellos que nunca van a votar izquierda, visto lo visto, es posible que la fuerza que parece tener el partido del señor Abascal según ha demostrado en un lugar que parecía ser inexpugnable, gracias a la fuerza del PSOE, es posible que, en otras regiones que han sido en ocasiones más proclives al PP consiga, en las elecciones autonómicas y municipales, resultados que, sin que los lleven a la mayoría, si les permitan instalarse en los respectivos parlamentos, desde los cuales es obvio que tendrán más facilidades para conseguir aumentar la clientela para que los vote. El tiempo nos lo dirá.   

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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