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La lectura de esta obra me ha levantado el castigo de una gripe que se está alargando demasiado.
Esa voz me ha hecho salir de la inercia que me inyecta el malestar.
Gracias, Zaida.
Estás tan presente en tu escritura que me has hecho sentir esa niña que se niega a ignorar los problemas de los elefantes y que se nutre de la invención de una escucha: Herminia un personaje imaginario de aspecto torcido, tan humano como los reales; y me pregunto ¿qué sería de la escritora, sin su amiga Herminia, que la acompañó en sus soledades infantiles del campo granadino?
También siento la persona que sabe envejecer, amar y compartir.
Me has sacado de la postración y has hecho algo más; mostrar que somos lo que queremos ser; basta con tu testimonio.
Sí, hay una escritura de vivencias y de reconocimiento de la otredad.
Eso también levanta la moral.
Reconozco que, además de la gripe estaba muy poco motivado para leer; me he sentido muy defraudado desde hace un tiempo.
El derroche de humanidad y sencillez de Elefantes Amarillos, me ha reconciliado con la lectura y ha reforzado mis ganas de luchar.
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
A pocos días de que comience la Semana Santa, en donde se vive con especial devoción en lugares tan emblemáticos como Sevilla, cae en nuestras manos una característica novela negra del escritor Fran Ortega. Los hijos de justo comienza con el capellán de la Macarena degollado en la Basílica, en donde, además, no hay rastro de la imagen de la virgen.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
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