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Son millones de execrables crímenes los que, amparados por la ley se están llevando a cabo con total impunidad

El fin del mundo

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Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, recogen en sus escritos las señales que anticipó Jesús que ocurrirían con la llegada del fin del mundo. Lucas dice:"Entonces habrá señales en el Sol, en la Luna y en las estrellas, y en la Tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas".

Marcos manifiesta: "Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el Sol se oscurecerá, y la Luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán conmovidas". El que describe Juan en su Apocalipsis es mucho más terrorífico y espeluznante, pero que no lo vamos a exponer.

Para mí todas estas exposiciones de lo que será el fin del mundo, no son nada más que una forma alegórica de lo que ya ha ocurrido y está volviendo a suceder.

A ver, me explico: Para los judíos de la época de Jesús ya vino un fin de mundo que se manifestó cuando el emperador romano Tito, en el año 70 d.C., arrasó Jerusalén, destruyó el templo de Salomón, y murieron en la guerra más de medio millón de judíos, cien mil fueron esclavizados y los que pudieron huir se esparcieron por el mundo conocido ocasionando la última diáspora de este pueblo. A ellos les tocó vivir lo que Jesucristo había dicho cuando manifestó que aquella generación vería el final de los tiempos.

Por ello considero que el fin del mundo no será por un cataclismo en el que las estrellas no caerán del cielo, ni el sol y la luna se oscurecerán, ni se presentarán señales catastróficas. Esta forma de exponerlo, a mi entender sólo es una símbolo de lo que realmente ya ha sucedido y ahora está ocurriendo.

Entiendo que el primer fin del mundo occidental conocido tuvo lugar con la invasión de los bárbaros. El sol de la sabiduría grecorromana se oscureció. Las estrellas del conocimiento fueron derribadas, las personas sufrieron angustia y muerte a manos de los invasores y un nuevo mundo carente de los valores hasta entonces conocidos se enseñoreó sobre la vieja Europa Las costumbres existentes hasta entonces fueron cambiadas por una nueva forma de vida basada en la barbarie y la destrucción.

La sabiduría, las ciencias y todos los saberes conocidos hasta entonces fueron aniquilados. Bien es verdad, que después los monjes en sus cenobios recuperaron parte del conocimiento que se había podido conservar y, gracias a ellos, hoy disfrutamos del legado de cultura y sabiduría que nos trasmitieron.

Considero que el fin del mundo es el aniquilamiento de una forma de vida, costumbres, valores y conceptos que han conformado una civilización.

Para mí desde hace tiempo estamos asistiendo a este fin del mundo al que hago alusión.

Los valores en los que se ha cimentado la cultura occidental legados por el cristianismo, mal que les pese a muchos reconocerlo, están desapareciendo y siendo sustituidos por unas nuevas formas de vida vacías y sin contenido alguno que están ocasionando el fin de la forma de vida hasta ahora conocida.

El esfuerzo, el trabajo, la abnegación y el sacrificio, son sustituidos por un relativismo que a nada da importancia, en el que todo está bien. Se admite un “buenismo” indolente y apático que todo lo despenaliza.

Las palabras hueras, vacías y sin contenido están sustituyendo a la verdad y a la razón. Los eufemismos ocultan la veracidad y utilizamos los vocablos más para encubrir nuestro pensamiento que para manifestarlo.

El aborto se disfraza con un eufemismo tendente a enmascarar la gravedad del hecho y se denomina con la perífrasis “interrupción voluntaria de la gestación”. O del embarazo.

Posiblemente lo que voy a decir me acarree críticas feroces porque es políticamente incorrecto. El año pasado se perpetraron 94.123 abortos en España.

Estamos asistiendo impávidos ante el asesinato, sí asesinato, impune y protegido por las leyes de la mayoría de los países europeos, de los seres más indefensos y vulnerables de la humanidad: Los no natos.

Son millones de execrables crímenes los que, amparados por la ley se están llevando a cabo con total impunidad. Si en España, el año 2017 se quitó la vida a 94.123 inocentes ¿cuál será el número total en toda Europa?


Se habla, poco, de los crímenes del comunismo durante y después de la revolución rusa, de las sangrientas matanzas del régimen nazi, y de tantas atrocidades como los poderes totalitarios han perpetrado.

Pero estos asesinatos de inocentes, que digo, se cometen en democracias en las que el valor más importante y principal debería ser el de la vida.

Repito, estamos asistiendo a un cambio de era, a un fin del mundo conocido que está siendo sustituido por nuevas normas, nuevos intereses y, en definitiva, a la liquidación de una civilización.

El fin del mundo

Son millones de execrables crímenes los que, amparados por la ley se están llevando a cabo con total impunidad
Manuel Villegas
viernes, 21 de diciembre de 2018, 00:01 h (CET)
Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, recogen en sus escritos las señales que anticipó Jesús que ocurrirían con la llegada del fin del mundo. Lucas dice:"Entonces habrá señales en el Sol, en la Luna y en las estrellas, y en la Tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas".

Marcos manifiesta: "Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el Sol se oscurecerá, y la Luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán conmovidas". El que describe Juan en su Apocalipsis es mucho más terrorífico y espeluznante, pero que no lo vamos a exponer.

Para mí todas estas exposiciones de lo que será el fin del mundo, no son nada más que una forma alegórica de lo que ya ha ocurrido y está volviendo a suceder.

A ver, me explico: Para los judíos de la época de Jesús ya vino un fin de mundo que se manifestó cuando el emperador romano Tito, en el año 70 d.C., arrasó Jerusalén, destruyó el templo de Salomón, y murieron en la guerra más de medio millón de judíos, cien mil fueron esclavizados y los que pudieron huir se esparcieron por el mundo conocido ocasionando la última diáspora de este pueblo. A ellos les tocó vivir lo que Jesucristo había dicho cuando manifestó que aquella generación vería el final de los tiempos.

Por ello considero que el fin del mundo no será por un cataclismo en el que las estrellas no caerán del cielo, ni el sol y la luna se oscurecerán, ni se presentarán señales catastróficas. Esta forma de exponerlo, a mi entender sólo es una símbolo de lo que realmente ya ha sucedido y ahora está ocurriendo.

Entiendo que el primer fin del mundo occidental conocido tuvo lugar con la invasión de los bárbaros. El sol de la sabiduría grecorromana se oscureció. Las estrellas del conocimiento fueron derribadas, las personas sufrieron angustia y muerte a manos de los invasores y un nuevo mundo carente de los valores hasta entonces conocidos se enseñoreó sobre la vieja Europa Las costumbres existentes hasta entonces fueron cambiadas por una nueva forma de vida basada en la barbarie y la destrucción.

La sabiduría, las ciencias y todos los saberes conocidos hasta entonces fueron aniquilados. Bien es verdad, que después los monjes en sus cenobios recuperaron parte del conocimiento que se había podido conservar y, gracias a ellos, hoy disfrutamos del legado de cultura y sabiduría que nos trasmitieron.

Considero que el fin del mundo es el aniquilamiento de una forma de vida, costumbres, valores y conceptos que han conformado una civilización.

Para mí desde hace tiempo estamos asistiendo a este fin del mundo al que hago alusión.

Los valores en los que se ha cimentado la cultura occidental legados por el cristianismo, mal que les pese a muchos reconocerlo, están desapareciendo y siendo sustituidos por unas nuevas formas de vida vacías y sin contenido alguno que están ocasionando el fin de la forma de vida hasta ahora conocida.

El esfuerzo, el trabajo, la abnegación y el sacrificio, son sustituidos por un relativismo que a nada da importancia, en el que todo está bien. Se admite un “buenismo” indolente y apático que todo lo despenaliza.

Las palabras hueras, vacías y sin contenido están sustituyendo a la verdad y a la razón. Los eufemismos ocultan la veracidad y utilizamos los vocablos más para encubrir nuestro pensamiento que para manifestarlo.

El aborto se disfraza con un eufemismo tendente a enmascarar la gravedad del hecho y se denomina con la perífrasis “interrupción voluntaria de la gestación”. O del embarazo.

Posiblemente lo que voy a decir me acarree críticas feroces porque es políticamente incorrecto. El año pasado se perpetraron 94.123 abortos en España.

Estamos asistiendo impávidos ante el asesinato, sí asesinato, impune y protegido por las leyes de la mayoría de los países europeos, de los seres más indefensos y vulnerables de la humanidad: Los no natos.

Son millones de execrables crímenes los que, amparados por la ley se están llevando a cabo con total impunidad. Si en España, el año 2017 se quitó la vida a 94.123 inocentes ¿cuál será el número total en toda Europa?


Se habla, poco, de los crímenes del comunismo durante y después de la revolución rusa, de las sangrientas matanzas del régimen nazi, y de tantas atrocidades como los poderes totalitarios han perpetrado.

Pero estos asesinatos de inocentes, que digo, se cometen en democracias en las que el valor más importante y principal debería ser el de la vida.

Repito, estamos asistiendo a un cambio de era, a un fin del mundo conocido que está siendo sustituido por nuevas normas, nuevos intereses y, en definitiva, a la liquidación de una civilización.

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