Tras embaucar a medio mundo con una obra más o menos críptica (La mala educación), Pedro Almodóvar regresa a los inicios de su ajetreada biografía con esta pieza maestra, sublime, emocionante y hermosa que es Volver. Maestra en su infatigable búsqueda de (hiper)realismo (como crónica social y drama familiar); sublime como caleidoscopio de un universo femenino reconocible no tanto en el cine como en cualquier calle, plaza, barrio pobre de Madrid; emocionante desde el primer al último plano, parte por las interpretaciones y parte por un trabajo técnico cuyo detallismo es, precisamente, lo que hace a la película más grande entre las grandes; por último, y no menos importante, Volver es una película hermosa, de una ternura familiar, recíproca y compartida, cercana a todo el que esté dispuesto a participar de las vidas de cinco mujeres espectaculares (y fíjense que hablo de mujeres, no de actrices o de personajes).
Volver es el reencuentro con Carmen Maura pero también es para Pedro la vuelta a La Mancha que le vio nacer, un lugar cuya pasión (la de sus gentes, sus calles y sus casas) transmite como nadie ha sabido hacerlo hasta ahora. Pedro exprime cada secuencia con científica lucidez, desde la utilización de la paleta de colores hasta la suavidad de los intuitivos movimientos de la cámara pasando por una dirección de actrices poco menos que maravillosa, sacando el máximo provecho a las miradas y los gestos.
Penélope Cruz (Raimunda, que se busca la vida después de enterrar -literalmente- a su marido), mantiene un duelo como no se veía desde los tiempos del neorrealismo con su madre, interpretada por Carmen Maura, espectro para el espectador y mujer de carne y hueso para el realizador. Ambas mujeres, actrices, libran un combate (El combate) hacia la vida, la superación personal y la recuperación de una relación que no se puede fraguar desde la nostalgia o el recuerdo, sino desde una simple palabra que describe buena parte del mundo Almodóvar: la maternidad.
Otro núcleo de Volver es la muerte, de Agustina (Blanca Portillo), de las madres y los padres, de las tías y los abuelos: entierros, tumbas y velatorios aparecen en la película como síntomas inequívocos de la búsqueda de Pedro en las entrañas de algo que nadie puede explicar (y pocos pueden mirar cara a cara). Y el otro nudo argumental en el que Volver ata a sus protagonistas es la familia, entendida como grupo solidario y celoso, amargo y apacible, de cara a un reencuentro esperado que se aprecia más que soporta.
El último film de Almodóvar desprende una fragancia de Goya y de Oscar, pero lo importante es que huele a muchas más cosas que sus anteriores películas. Volver es ahora más fácil. Volver a vivir, entiéndanme.