A pesar de que muchos infelices la consideran repelente, la obra del escritor-ilustrador Chris Van Allsburg está dejando un legado cinematográfico que ni es muy grande ni es demasiado innovador, pero sí debería tenerse en cuenta a estas alturas. Y es que Zathura: Una aventura espacial es la tercera adaptación de un álbum de este imaginativo y eficiente narrador (las otras dos son Jumanji y Polar Express, ambas merecedoras de cierto interés más por razones técnicas que otra cosa, especialmente la segunda).
Zathura, con la misma base argumental que Jumanji (un juego que difumina la frontera entre la fantasía y la realidad, transportando a los jugadores a un universo paralelo y peligroso), se mantiene mejor que el film de Joe Johnston y, pese a no ser una película imprescindible para nadie, consigue -sin muchas dificultades- sacar la sonrisa a espectadores más o menos predispuestos a divertirse, a pasar un buen rato sin pensar demasiado en los aspectos chirriantes de la trama. Si esto se logra nos transportaremos desde la sala de estar de una familia de clase media hasta el mismísimo espacio sideral, acompañando a dos hermanos en una aventura filmada con tino, sin brusquedades, acertando en el humor sin necesidad de alejarse demasiado de lo que podría ser un film producido por la Disney.
Así, pese a la pesadez de la traca final, con los Zorgons asediando la casa y las heroicidades del hermano pequeño -en una secuencia de suspense que es, sin duda, lo más aburrido de la función-, Zathura está muy por encima de las dos películas comentadas y de otros productos de expectativas similares (la horrorosa El Gato), cumpliendo sin problemas con sus preceptos comerciales y, por qué no, significándose apta para todas las edades.
Lo digo porque las dos primeras partes de la cinta se sustentan sobre un tono cómico ingenuo pero admirable, en la aparición del pequeño androide (que después resulta ser una calabaza metálica de Halloween, gigante y con resaca) o en las disputas entre los hermanos, ensalzadas con las carantoñas del actor Jonah Bobo, bastante más contenido de lo esperado.
Por último, me gustaría mencionar como anecdotario la fugaz aparición de Tim Robbins y la relación que se establece entre Kristen Stewart (la niña de La habitación del pánico) y Dax Shepard, toda una parodia sobre lo políticamente correcto en la plasmación de un romance adolescente.