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Es un filósofo británico que defendió la libertad de crítica

Shaftesbury

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Nació en Londres en 1671 y falleció en Nápoles en 1713. Su educación primaria fue profunda, ya que aprendió griego y latín y otras materias con la supervisión de un gran filósofo Locke.


La amistad y la sociabilidad son esenciales virtudes cívicas desde la filosofía moral de este pensador. Y fue el primero que lo afirmó pensando en la dignidad humana. Sus obras más importantes son: Ensayo sobre el mérito y la virtud de 1699, Carta sobre el entusiasmo de 1708, Sentido común de 1709 y Características de hombres, costumbres, opiniones y tiempos de 1711.


Elabora una ética del sentimiento y de la simpatía que conduce al bien universal y particular. Considera que es fundamental producir una cierta armonía social. Está convencido también de que el ser humano posee un sentido moral de modo innato. En este sentido, su pensamiento moral es el antecedente de la ética emotivista de David Hume.


Shaftesbury estaba influido por la filosofía griega antigua y el Renacimiento y pertenecía a la escuela neoplatónica de Cambridge. Sigue la senda de Ficino al entender que la belleza es principio del amor y que conduce a la belleza espiritual o inmaterial mediante un proceso finalista o teleológico y progresivo que supone intenciones o propósitos.

El entusiasmo es la elevación del espíritu o de la mente propia de los genios. El gusto en el arte se puede educar, aunque también, en parte, es innato para este filósofo y político inglés. A igual que Alberti considera que arte y naturaleza son el resultado de la armonía del Universo. La doctrina de Shaftesbury fue muy bien valorada por sus coetáneos británicos y también por Diderot y otros pensadores como, por ejemplo, Herder y Goethe.


En el ámbito religioso considera acertada la religión natural que también es la expresión de la confianza en un Dios bondadoso y en una naturaleza humana en la que, en general, se puede confiar. De hecho, escribe en su Carta sobre el entusiasmo «sostengo, que siempre que se trate de la religión con el debido respeto, jamás se abusará del humor, ni se pecará de exceso de libertad o confianza al examinarla». Parece una reflexión aplicable a los momentos actuales.

En general, afirma la libertad del ingenio de cada uno y la libre reflexión siempre desde una actitud respetuosa a las discrepancias de los interlocutores o de las personas que no estén de acuerdo con lo afirmado en relación con las cuestiones religiosas, políticas o sociales.


Como escritor Shaftesbury da muestras de su exquisita formación, ya que conoce a los clásicos griegos y latinos y también expresa sus ideas de forma muy elaborada y retórica, con gran ingenio y agudeza en su estilo filosófico y literario. Se conjugan de una forma bella.


El esteticismo de este brillante filósofo inglés se plasma en la combinación de ética y belleza o de saber y hermosura. Lo bueno y lo bello coinciden en gran medida, según un planteamiento con el que estoy de acuerdo.


En relación con lo que entiende por divino lo deja muy claro al escribir que «amar a los hombres, buscar el bien común y promover el interés del mundo entero en la medida de nuestras posibilidades es seguramente el colmo de la bondad y constituye ese carácter que llamamos “divino”». En efecto, es la exposición o formulación de los principios básicos del utilitarismo ético y social más elaborado posteriormente por Hume, Bentham y Mill.


Se trata, por tanto, de divinizar las buenas actitudes y costumbres en el mundo para transformarlo, en cierta manera, en una realidad mejor. También critica las supersticiones y valora la necesidad de plantearse la posibilidad de la inexistencia de Dios, pero en una apuesta por su existencia, si se perdiera, no pasaría nada grave. Es una cuestión compleja que es analizable desde muy diversas perspectivas valorativas.


Dice, al respecto, Shaftesbury «La mejor defensa contra la superstición, señor, consiste en recordar que no hay nada en Dios que no sea divino, y que, o bien no existe en absoluto, o bien es verdadera o perfectamente bondadoso». No existe un planteamiento intermedio. Lo racional y lo propio del sentido común es pensar en su existencia o inexistencia y actuar en consecuencia, pero desde la consideración de las ideas de creyentes y ateos. Las obras filosóficas de Shaftesbury son profundas con un bello estilo.



Shaftesbury

Es un filósofo británico que defendió la libertad de crítica
José Manuel López García
martes, 6 de noviembre de 2018, 00:00 h (CET)

Nació en Londres en 1671 y falleció en Nápoles en 1713. Su educación primaria fue profunda, ya que aprendió griego y latín y otras materias con la supervisión de un gran filósofo Locke.


La amistad y la sociabilidad son esenciales virtudes cívicas desde la filosofía moral de este pensador. Y fue el primero que lo afirmó pensando en la dignidad humana. Sus obras más importantes son: Ensayo sobre el mérito y la virtud de 1699, Carta sobre el entusiasmo de 1708, Sentido común de 1709 y Características de hombres, costumbres, opiniones y tiempos de 1711.


Elabora una ética del sentimiento y de la simpatía que conduce al bien universal y particular. Considera que es fundamental producir una cierta armonía social. Está convencido también de que el ser humano posee un sentido moral de modo innato. En este sentido, su pensamiento moral es el antecedente de la ética emotivista de David Hume.


Shaftesbury estaba influido por la filosofía griega antigua y el Renacimiento y pertenecía a la escuela neoplatónica de Cambridge. Sigue la senda de Ficino al entender que la belleza es principio del amor y que conduce a la belleza espiritual o inmaterial mediante un proceso finalista o teleológico y progresivo que supone intenciones o propósitos.

El entusiasmo es la elevación del espíritu o de la mente propia de los genios. El gusto en el arte se puede educar, aunque también, en parte, es innato para este filósofo y político inglés. A igual que Alberti considera que arte y naturaleza son el resultado de la armonía del Universo. La doctrina de Shaftesbury fue muy bien valorada por sus coetáneos británicos y también por Diderot y otros pensadores como, por ejemplo, Herder y Goethe.


En el ámbito religioso considera acertada la religión natural que también es la expresión de la confianza en un Dios bondadoso y en una naturaleza humana en la que, en general, se puede confiar. De hecho, escribe en su Carta sobre el entusiasmo «sostengo, que siempre que se trate de la religión con el debido respeto, jamás se abusará del humor, ni se pecará de exceso de libertad o confianza al examinarla». Parece una reflexión aplicable a los momentos actuales.

En general, afirma la libertad del ingenio de cada uno y la libre reflexión siempre desde una actitud respetuosa a las discrepancias de los interlocutores o de las personas que no estén de acuerdo con lo afirmado en relación con las cuestiones religiosas, políticas o sociales.


Como escritor Shaftesbury da muestras de su exquisita formación, ya que conoce a los clásicos griegos y latinos y también expresa sus ideas de forma muy elaborada y retórica, con gran ingenio y agudeza en su estilo filosófico y literario. Se conjugan de una forma bella.


El esteticismo de este brillante filósofo inglés se plasma en la combinación de ética y belleza o de saber y hermosura. Lo bueno y lo bello coinciden en gran medida, según un planteamiento con el que estoy de acuerdo.


En relación con lo que entiende por divino lo deja muy claro al escribir que «amar a los hombres, buscar el bien común y promover el interés del mundo entero en la medida de nuestras posibilidades es seguramente el colmo de la bondad y constituye ese carácter que llamamos “divino”». En efecto, es la exposición o formulación de los principios básicos del utilitarismo ético y social más elaborado posteriormente por Hume, Bentham y Mill.


Se trata, por tanto, de divinizar las buenas actitudes y costumbres en el mundo para transformarlo, en cierta manera, en una realidad mejor. También critica las supersticiones y valora la necesidad de plantearse la posibilidad de la inexistencia de Dios, pero en una apuesta por su existencia, si se perdiera, no pasaría nada grave. Es una cuestión compleja que es analizable desde muy diversas perspectivas valorativas.


Dice, al respecto, Shaftesbury «La mejor defensa contra la superstición, señor, consiste en recordar que no hay nada en Dios que no sea divino, y que, o bien no existe en absoluto, o bien es verdadera o perfectamente bondadoso». No existe un planteamiento intermedio. Lo racional y lo propio del sentido común es pensar en su existencia o inexistencia y actuar en consecuencia, pero desde la consideración de las ideas de creyentes y ateos. Las obras filosóficas de Shaftesbury son profundas con un bello estilo.



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