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Desde no hace demasiados años, nos está invadiendo una costumbre de lejanas raíces que está consiguiendo hacernos olvidar una hermosa fiesta y sustituirla por una patochada que detesto.
Aun recuerdo mi infancia en Jaén llena de saludos entre los familiares, comidas especiales, cocinado de “rosetas” a la lumbre y visitas a los cementerios cargados de flores y de castañas.
De repente, surge esta costumbre norteamericana, mejicana o de la rubia Albión, de disfrazar, primero a los niños y ya a todo “quisque”, de primos hermanos de Drácula o sobrinos de Frankenstein. Una monada. Los niños circulan en hordas con la frase “truco o trato” por enseña y piden yo no se qué con una calabaza en la mano.
Sigo defendiendo a ultranza la fiesta cristiana de Todos los Santos. Entre otras razones porque, personalmente, soy poco devoto del Santoral tradicional. En el mismo se recogen los nombres y virtudes de personas que han destacado por su vida ejemplar y que se reconoce su cercanía al Señor a través de un proceso de canonización. Me quedo con el resto de los Santos, aquellos que no llegan al conocimiento de todos. Por eso me gusta tanto esta celebración.
Ciertamente hay Santos cuya vida me gustaría imitar. Su obra o sus escritos me demuestran una vida a la que intento llegar y que nunca consigo. San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús o San Pedro, como ejemplos. Pero yo, normalmente, me encomiendo a aquellos con los que he convivido y cuya vida es un ejemplo para mí. Los tengo tan cercanos que aun resuenan sus voces en mis oídos. Así que me encomiendo a través del recuerdo, e intento imitar, sin conseguirlo, a Juan Petesa, al Padre Carbonell, a Antonio Checa, a Juan Sintas, a Elisa Escobar o a mi amigo Valentín entre otros muchos.
Ellos son mis Santos de cabecera, aunque no están canonizados, pero en mi fuero interno los considero como cercanos al Padre y, por consiguiente, pueden interceder por nosotros ante Él.
Por lo tanto mi fiesta no es de disfraces, sino de recuerdo y oración-escucha de sus consejos y modo de actuar. El día dos rezaré por aquellos difuntos que se empeñaron durante su vida en no acercarse al Padre. Espero que hayan sido finalmente acogidos en el seno del que es infinitamente bueno. Eso creo.
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.
El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.
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