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Daniel Tercero

El lenguaje, la lengua

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Ya no se oye tanto, ya no se dice tan a menudo, ya no lo leemos como hace un tiempo. A lo mejor es porque uno se acostumbra a todo, aunque sea una clara y absurda cacofonía, y entonces sería más grave. Pero, sí es cierto que desde hace unos años, demasiados ya, existe una absurda tendencia en el uso del lenguaje, oral y escrito, que pretende no discriminar por razones de sexo el contenido gramatical del hablante o escribiente. Absurdo.

Desde un cierto progresismo, el más falso y de salón se suele decir, se implantó la idea entre los que juegan, utilizan y viven del lenguaje, las palabras, los escritos, las letras en definitiva, que se discriminaba a una parte, nada desdeñable, de la población cuando se utilizaba la forma masculina gramatical en los escritos y alocuciones. Así, cuando el vecino explicaba que tras el incendio, el pasado verano, necesitó la ayuda del cuerpo de bomberos, para sofocar lo que se podía convertir en un puñado de cenizas aquella casita de la montaña, me comentaba la jugada diciéndome que se presentaron en la escena “los bomberos y las bomberas” de no recuerdo qué bello pueblo del Montseny.

Una vez que en los ámbitos periodísticos y políticos se expande el defecto, la población no es capaz de reaccionar y no hay vacuna contra la epidemia, esto, quizás, justifique la actitud de mi vecino. Lo más preocupante es, sin duda, que en los ámbitos académicos la alteración mental y el desconocimiento del lenguaje campen por sus anchas en boca de catedráticos y profesores que cada día tiene la obligación de exponer sus conocimientos ante un foro de, en teoría, oídos abiertos a todo. Todavía comento con algún compañero las carcajadas que tuvimos que aguantar cuando en la clase, maravillosa por otro lado, de Historia de Grecia, Clásica por supuesto, entró en acción el tic del buen progresista acomodado en una tarima universitaria: “Los griegos y las griegas de Atenas…”. Así estuvo todo el curso, griegos y griegas, niños griegos y niñas griegas, esclavos y esclavas…

Todo esto lo saco a colación del comunicado que la Real Academia Española (RAE) hizo público el pasado sábado, 18, en el que decía que “el esfuerzo a realizar sistemáticamente estos desdoblamientos tiene su origen, en unos casos, en el desconocimiento de lo que gramaticalmente se define como uso genérico del masculino gramatical y, en otros, en la voluntad declarada por parte de determinados colectivos sociales y políticos de suprimir este hecho inherente al sistema de la lengua como si fuera una consecuencia más de la dominación histórica del hombre sobre la mujer en las sociedades patriarcales”, como respuesta a una petición de la comisión de la Cámara regional andaluza que se encarga de la reforma del Estatuto andaluz. A lo que el PSOE-A respondió diciendo, en pocas palabras, que quién era la RAE para inmiscuirse en la lucha por la “democracia paritaria” y la erradicación del lenguaje sexista en el texto estatutario autonómico. Poco se puede añadir a la victoria de la locura y la irracionalidad. Tan sólo desear suerte a los andaluces y las andaluzas, y poner las barbas a remojar. Como dijo don Ortega y Gasset: ¡Admirable Níjar! ¡Tuyo es el porvenir!

El lenguaje, la lengua

Daniel Tercero
Daniel Tercero
martes, 21 de febrero de 2006, 23:59 h (CET)
Ya no se oye tanto, ya no se dice tan a menudo, ya no lo leemos como hace un tiempo. A lo mejor es porque uno se acostumbra a todo, aunque sea una clara y absurda cacofonía, y entonces sería más grave. Pero, sí es cierto que desde hace unos años, demasiados ya, existe una absurda tendencia en el uso del lenguaje, oral y escrito, que pretende no discriminar por razones de sexo el contenido gramatical del hablante o escribiente. Absurdo.

Desde un cierto progresismo, el más falso y de salón se suele decir, se implantó la idea entre los que juegan, utilizan y viven del lenguaje, las palabras, los escritos, las letras en definitiva, que se discriminaba a una parte, nada desdeñable, de la población cuando se utilizaba la forma masculina gramatical en los escritos y alocuciones. Así, cuando el vecino explicaba que tras el incendio, el pasado verano, necesitó la ayuda del cuerpo de bomberos, para sofocar lo que se podía convertir en un puñado de cenizas aquella casita de la montaña, me comentaba la jugada diciéndome que se presentaron en la escena “los bomberos y las bomberas” de no recuerdo qué bello pueblo del Montseny.

Una vez que en los ámbitos periodísticos y políticos se expande el defecto, la población no es capaz de reaccionar y no hay vacuna contra la epidemia, esto, quizás, justifique la actitud de mi vecino. Lo más preocupante es, sin duda, que en los ámbitos académicos la alteración mental y el desconocimiento del lenguaje campen por sus anchas en boca de catedráticos y profesores que cada día tiene la obligación de exponer sus conocimientos ante un foro de, en teoría, oídos abiertos a todo. Todavía comento con algún compañero las carcajadas que tuvimos que aguantar cuando en la clase, maravillosa por otro lado, de Historia de Grecia, Clásica por supuesto, entró en acción el tic del buen progresista acomodado en una tarima universitaria: “Los griegos y las griegas de Atenas…”. Así estuvo todo el curso, griegos y griegas, niños griegos y niñas griegas, esclavos y esclavas…

Todo esto lo saco a colación del comunicado que la Real Academia Española (RAE) hizo público el pasado sábado, 18, en el que decía que “el esfuerzo a realizar sistemáticamente estos desdoblamientos tiene su origen, en unos casos, en el desconocimiento de lo que gramaticalmente se define como uso genérico del masculino gramatical y, en otros, en la voluntad declarada por parte de determinados colectivos sociales y políticos de suprimir este hecho inherente al sistema de la lengua como si fuera una consecuencia más de la dominación histórica del hombre sobre la mujer en las sociedades patriarcales”, como respuesta a una petición de la comisión de la Cámara regional andaluza que se encarga de la reforma del Estatuto andaluz. A lo que el PSOE-A respondió diciendo, en pocas palabras, que quién era la RAE para inmiscuirse en la lucha por la “democracia paritaria” y la erradicación del lenguaje sexista en el texto estatutario autonómico. Poco se puede añadir a la victoria de la locura y la irracionalidad. Tan sólo desear suerte a los andaluces y las andaluzas, y poner las barbas a remojar. Como dijo don Ortega y Gasset: ¡Admirable Níjar! ¡Tuyo es el porvenir!

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