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Cristóbal Villalobos

¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!

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Con esta frase universalmente conocida, Marco Tulio Cicerón resumía, con cierta resignación melancólica, toda su desazón ante la repugnancia ética, moral y política a la que había llegado la Roma republicana.

Como el gran orador latino no puedo dejar de recordar su augusta sentencia cada vez que se me ocurre leer algún diario . Cada mañana nuestros estimados representantes nos sorprenden con una nueva genialidad, normalmente caracterizadas por la falta de inteligencia o lo que es mucho peor, por la falta total de vergüenza, ética, moral o principios de alguna clase. Y es que al igual que en los últimos años de la república romana estos valores brillan cada día más por su ausencia.

Como muestra de esta falta de sentido de la moral y del deber, me atreveré a indicarles un par de ejemplos .

El primero de ellos es el ya tristemente famoso caso de la eléctrica Endesa. Da la casualidad que el ministro de industria, el señor Montilla, es además secretario general del partido socialista de Cataluña y que la entidad que pretende hacer efectiva su opa sobre Endesa, Gas Natural, está participada de forma mayoritaria por La Caixa, que a su vez ha condonado un préstamo millonario al citado partido socialista catalán. En cualquier país democrático el señor ministro de hubiera inhibido, pero en España en vez de esto, que sería lo correcto, el señor Montilla interviene directamente a favor la entidad opante y lo que es más grave con la complicidad y autorización del presidente del gobierno.

El amiguismo siempre ha estado presente en los gobiernos de todos los partidos, pero siempre con cierta discreción. Sin embargo el ministro y el presidente almuerzan con los presidentes de La Caixa,de Gas Natural y de otras empresas afines para celebrar que la opa va viento en popa. Lejos de avergonzarse , de ocultarse, de disimular que benefician a sus aliados en contra de los intereses de los ciudadanos, se dedican a celebrar fiestas privadas.

Y es que como en tiempos de Cicerón el poder ha perdido toda la moralidad y todo el sentido del deber que se supone que debe guiar a todo responsable público. Los gobernantes se creen inmunes y ven a los ciudadanos como masas estúpidas fácilmente manejables desde los medios de comunicación afines. Por eso no tiene el más mínimo reparo en cometer sus tropelías y ni siquiera sienten la necesidad de esconderse al perpetrarlas.

La creencia del gobierno en la estupidez de los ciudadanos provoca que pacten un estatuto para Cataluña y que la ciudadanía no sea informada del acuerdo. Al igual que no se le informa de las negociaciones que están entablando con la banda de asesinos etarras. El gobierno se limita a decirnos que todo va bien y que todo va a ser maravilloso. Cuando escucho a ZP vuelvo al parvulario, creen que sus grandiosas políticas no son entendibles por la plebe, pero que las hacen por nuestro bien.

No crean que me desvío al hablar del estatuto y de las negociaciones con los terroristas ya que a mi forma de ver ese ocultismo y esa falta de transparencia forman parte de la actitud inmoral e indigna que defendía al principio de la columna.

¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!

Cristóbal Villalobos
Cristóbal Villalobos
sábado, 18 de febrero de 2006, 05:47 h (CET)
Con esta frase universalmente conocida, Marco Tulio Cicerón resumía, con cierta resignación melancólica, toda su desazón ante la repugnancia ética, moral y política a la que había llegado la Roma republicana.

Como el gran orador latino no puedo dejar de recordar su augusta sentencia cada vez que se me ocurre leer algún diario . Cada mañana nuestros estimados representantes nos sorprenden con una nueva genialidad, normalmente caracterizadas por la falta de inteligencia o lo que es mucho peor, por la falta total de vergüenza, ética, moral o principios de alguna clase. Y es que al igual que en los últimos años de la república romana estos valores brillan cada día más por su ausencia.

Como muestra de esta falta de sentido de la moral y del deber, me atreveré a indicarles un par de ejemplos .

El primero de ellos es el ya tristemente famoso caso de la eléctrica Endesa. Da la casualidad que el ministro de industria, el señor Montilla, es además secretario general del partido socialista de Cataluña y que la entidad que pretende hacer efectiva su opa sobre Endesa, Gas Natural, está participada de forma mayoritaria por La Caixa, que a su vez ha condonado un préstamo millonario al citado partido socialista catalán. En cualquier país democrático el señor ministro de hubiera inhibido, pero en España en vez de esto, que sería lo correcto, el señor Montilla interviene directamente a favor la entidad opante y lo que es más grave con la complicidad y autorización del presidente del gobierno.

El amiguismo siempre ha estado presente en los gobiernos de todos los partidos, pero siempre con cierta discreción. Sin embargo el ministro y el presidente almuerzan con los presidentes de La Caixa,de Gas Natural y de otras empresas afines para celebrar que la opa va viento en popa. Lejos de avergonzarse , de ocultarse, de disimular que benefician a sus aliados en contra de los intereses de los ciudadanos, se dedican a celebrar fiestas privadas.

Y es que como en tiempos de Cicerón el poder ha perdido toda la moralidad y todo el sentido del deber que se supone que debe guiar a todo responsable público. Los gobernantes se creen inmunes y ven a los ciudadanos como masas estúpidas fácilmente manejables desde los medios de comunicación afines. Por eso no tiene el más mínimo reparo en cometer sus tropelías y ni siquiera sienten la necesidad de esconderse al perpetrarlas.

La creencia del gobierno en la estupidez de los ciudadanos provoca que pacten un estatuto para Cataluña y que la ciudadanía no sea informada del acuerdo. Al igual que no se le informa de las negociaciones que están entablando con la banda de asesinos etarras. El gobierno se limita a decirnos que todo va bien y que todo va a ser maravilloso. Cuando escucho a ZP vuelvo al parvulario, creen que sus grandiosas políticas no son entendibles por la plebe, pero que las hacen por nuestro bien.

No crean que me desvío al hablar del estatuto y de las negociaciones con los terroristas ya que a mi forma de ver ese ocultismo y esa falta de transparencia forman parte de la actitud inmoral e indigna que defendía al principio de la columna.

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