La religión en la que se nos ha educado está basada en la creencia, en “creer en aquello que no vemos”. Nada que ver con la religión original en la que basa su doctrina.
El cristianismo, o el Islam, nada tienen que ver con lo que proponían Cristo o Mahoma. Cristo, por ejemplo, no habló de fe ciega, como entiende el cristianismo, sino de “pistis”, de tener crédito en lo que se dice.
Las religiones oficiales, como saben, no han servido para iluminar la espiritualidad de sus fieles, sino más bien para enfrentarlos ardorosamente en base a sus diferentes creencias. Han colaborado en unos casos con el poder terrenal o, en otros, directamente lo han ocupado.
El avance cultural ha llevando a un descrédito de la religión tal como la conocíamos, y somos más conscientes ahora de la oscuridad que la contamina (desde su misma base), a pesar del esfuerzo edulcorante en contra. También de que su supuesta “infalibilidad” carece de base alguna. Por ello, la tecnología científica (Inteligencia Artificial en el horizonte), ha pasado a ser la nueva religión oficial, la única "fe verdadera"; aunque no se vean sus frutos, o se desconfíe absolutamente de ellos, por no ser en absoluto equiparable a la Inteligencia Humana y la sospecha de su mala utilización.
Tanto vieja como nueva religión carecen, como pretenden, de crédito, y se quedan meramente en el terreno de la creencia. Justamente lo contrario de lo que la religión original propone, que es confiar antes de nada en uno mismo, e iluminar cada uno su propia verdad, oculta u ocultada en sucesivas capas de condicionamiento social y “religioso”.