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Hay veces que se agradece el no ser demasiado “listo”

Los sencillos

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Me encanta la radio. Especialmente la buena radio. La clásica. Con sus presentadores, su música y sus invitados. Soy un forofo de los programas de Carlos Herrera y me engancho los sábados y domingos por la mañana con el espacio de Radio Nacional que dirige Pepa Fernández desde hace muchos años.


Una buena dirección es importante, pero también lo es el escoger una serie de colaboradores de garantía que den prestigio al programa en general. En “no es un día cualquiera”, el programa de Pepa Fernández,coinciden gentes de mi generación, a los que he admirado desde siempre y otros más jóvenes, pero con idéntica calidad, todos ellos especializados en diversos temas.


No voy a resaltar ninguno de ellos porque quizás faltaría a la verdad o a la justicia. Tan solo voy a hablar de un gran científico: Manuel Toharia. Habla con conocimiento y autoridad de muchos temas que domina a la perfección, pero siempre le sucede lo mismo cuando su discurso roza con la fe o con las creencias. Se torna desabrido, cuando no, casi insultante.


En el programa del pasado sábado se abordaba el fenómeno de la muerte. En la defensa de su teoría, basada en la ausencia de otra vida, manifestó casi despectivamente, que en un funeral al que asistió, gran parte de los presentes abandonaron indignados el templo al escuchar la frase del celebrante recalcando el paso a una vida mejor del fallecido, considerándola un insulto a la realidad. Los contertulios, tras un corto silencio, dudando que contestarle, cuando respiraron dos veces se manifestaron de una forma suave y casi imperceptible.


Me parece muy bien que cada uno tenga sus propias ideas, pero debe respetar las de los demás, que son tan defendibles o rebatibles que las suyas. De un plumazo se cargó todas las esperanzas de una vida eterna que, desde siempre, mantenemos las personas sencillas –y muchos científicos- de cualquier raza, cultura o creencias. Científicamente puede defender lo que quiera, pero el ser humano tiene algo más. No voy a entrar en justificar lo que pienso. Lo que me falta de ciencia está lleno de fe en una vida eterna.


Mi buena noticia de hoy la protagonizan, una vez más, la gente sencilla, como mis amigos Juan, Antonio o Valentín. Aquella que muere en paz y con esperanza. Esa que se acoge a los brazos de Jesús pidiéndole una Buena Muerte y sobre todo confiando en la Resurrección.


Se que mis ideas son rebatibles, como las de Toharia. Pero me agarro a la experiencia de personas, muy cercanas a mí, que han fallecido en paz y con esperanza. Lo siento por aquellos que no lo consiguen. Ojala algún día lo comprendan.

Los sencillos

Hay veces que se agradece el no ser demasiado “listo”
Manuel Montes Cleries
domingo, 28 de octubre de 2018, 10:59 h (CET)

Me encanta la radio. Especialmente la buena radio. La clásica. Con sus presentadores, su música y sus invitados. Soy un forofo de los programas de Carlos Herrera y me engancho los sábados y domingos por la mañana con el espacio de Radio Nacional que dirige Pepa Fernández desde hace muchos años.


Una buena dirección es importante, pero también lo es el escoger una serie de colaboradores de garantía que den prestigio al programa en general. En “no es un día cualquiera”, el programa de Pepa Fernández,coinciden gentes de mi generación, a los que he admirado desde siempre y otros más jóvenes, pero con idéntica calidad, todos ellos especializados en diversos temas.


No voy a resaltar ninguno de ellos porque quizás faltaría a la verdad o a la justicia. Tan solo voy a hablar de un gran científico: Manuel Toharia. Habla con conocimiento y autoridad de muchos temas que domina a la perfección, pero siempre le sucede lo mismo cuando su discurso roza con la fe o con las creencias. Se torna desabrido, cuando no, casi insultante.


En el programa del pasado sábado se abordaba el fenómeno de la muerte. En la defensa de su teoría, basada en la ausencia de otra vida, manifestó casi despectivamente, que en un funeral al que asistió, gran parte de los presentes abandonaron indignados el templo al escuchar la frase del celebrante recalcando el paso a una vida mejor del fallecido, considerándola un insulto a la realidad. Los contertulios, tras un corto silencio, dudando que contestarle, cuando respiraron dos veces se manifestaron de una forma suave y casi imperceptible.


Me parece muy bien que cada uno tenga sus propias ideas, pero debe respetar las de los demás, que son tan defendibles o rebatibles que las suyas. De un plumazo se cargó todas las esperanzas de una vida eterna que, desde siempre, mantenemos las personas sencillas –y muchos científicos- de cualquier raza, cultura o creencias. Científicamente puede defender lo que quiera, pero el ser humano tiene algo más. No voy a entrar en justificar lo que pienso. Lo que me falta de ciencia está lleno de fe en una vida eterna.


Mi buena noticia de hoy la protagonizan, una vez más, la gente sencilla, como mis amigos Juan, Antonio o Valentín. Aquella que muere en paz y con esperanza. Esa que se acoge a los brazos de Jesús pidiéndole una Buena Muerte y sobre todo confiando en la Resurrección.


Se que mis ideas son rebatibles, como las de Toharia. Pero me agarro a la experiencia de personas, muy cercanas a mí, que han fallecido en paz y con esperanza. Lo siento por aquellos que no lo consiguen. Ojala algún día lo comprendan.

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