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Etiquetas | Disyuntiva | Gentilicios
Nos convendría ser menos crédulos ante los gentilicios con los cuales nos manejan

Gentilicios deformantes

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Eso del individuo aislado, en una soledad absoluta, sin rasgos comunicativos con los demás, no pasa de constituir una idea extremosa, que ni para utópica alcanza; porque no pasa de ser imposible. Estamos unidos por el impulso vital de orígenes misteriosos. Las relaciones parentales iniciáticas, los aprendizajes sucesivos, las trabas artificiales acuciantes, las inagotables conexiones subyacentes de influencias notorias, lo expresan. PARTICIPAMOS del fondo común insoslayable. Partimos de esa comunidad objetiva, rica en sorpresas, diversa y dinámica. De la cual, apenas intuimos significantes válidos en los cuales apoyarnos; abocamos a la incertidumbre en la cual nos debatimos.


Alguien argüirá, después de las consideraciones anteriores, que la consolidación de las identidades individuales procede en exclusiva de las influencias derivadas de las entidades comunitarias a través de sus variadas ramificaciones, genéticas, ambientales, o de simple acompañamiento, no siempre detectadas a simple vista. En el caso de quien pretenda ceñirse a esa afirmación rotunda, pronto pondran de manifiesto sus carencias explicativas al quedar enfrentados al hecho diferenciado, EMERGENTE, implícito en las expresiones individuales; ese añadido perceptible por cualquiera que sobrepasa las influencias a base de rasgos propios, iniciativas o sentimientos. Si se quiere, otro misterio insondable, pero real.


Y todo eso está en activo, tanto los matices procedentes de fuera, como los brotes genuinos de las novedades surgidas en cada sujeto. Más aún, solemos prestar poca atención a dichos condicionantes; ambas orientaciones actúan a pesar del desaliño de sus protagonistas, que somos todos. Baste una somera mención a como podrían mejorar las condiciones de vida, en conjunto y para cada ciudadano en particular, si la valoración de las aportaciones fuera la adecuada. Tomadas en CONSIDERACIÓN debidamente, nos aproximaríamos al mejor conocimiento de sus características, para el acogimiento de sus bondades, contrarrestando sus inconvenientes. Es una valoración exigente, porque requiere esfuerzo y aplicación.


Centrados en el papel desempeñado por cada persona, asumida la confluencia de condicionantes, íntimos o foráneos; nos encontramos algo alejados de la comprensión de estos fenómenos. Enfrascados en nuestra capacidad de protagonismo, alardeamos con muchas inconveniencias o desafinamos con torpeza, porque no atendemos con naturalidad a las condiciones. Para detectarlo con precisión, es útil la mirada sobre la REPERCUSIÓN de cuanto hicimos o dejamos de hacer. De no haber existido, qué hubiera sucedido. La contestación reflejará si provocamos sufrimientos o fuimos benefactores, como espejo mágico revelará el papel que desempeñamos, superando las meras opiniones .


La visión de conjunto siempre es importante, hay detalles comunes inapreciables en la observación de los elementos aislados. Aunque, no son suficientes las opiniones voluntariosas sin el respaldo contrastado de sus contenidos. Las afirmaciones deben ser consistentes. Sin embargo, estas versiones globales de las experiencias existenciales adolecen de frecuentes posiciones VICIADAS, o viciosas, que es peor. Así, la contemplación del conjunto como un ente uniforme. El sectarismo aupado entre silenciamientos o engaños. Como la presunción de estar en posesión del saber global. Los vicios transforman a la realidad global en auténticos cepos para la captura de las identidades personales.


Por eso nos apabullan a base de nociones ampulosas, generalmente abstractas, pero presentadas como entidades concretas indiscutibles. Con la cerrazón de adscripciones geográficas definitorias de las posturas a tomar. La voluntad del pueblo definida de manera inconsecuente, pero de lo más efectiva. Las manipulaciones culturales con todo descaro. Junto a otros ejemplos gregarios, el fundamento no se ve por ninguna parte; peor todavía, las auténticas realidades globales no se tienen en cuenta en el reinado de la necedad generalizada.


Si algo está demostrado con holgura es la implacable desidia imperante en el mundo disponible; pese a los intentos igualitarios sospechos de intereses ocultos, pese a la ignorancia de las peculiaridades a la hora de los proyectos comunitarios. Ni las mismas influencias recibidas son uniformes, ni los individuos receptores lo son. La desconsideración de los brotes emergentes anula el potencial de las personas. Se olvida también el dinamismo constitutivo, de cambios constantes, en un grado alarmante de estupidez. Convendría denominar a los agrupadores insaciables como lo que acaban siendo, DEVORADORES sin justificación, propicios a las componendas maliciosas.


Si de lo que se trata es de la mejora de las condiciones vitales, es evidente que además de los medios materiales; será primordial la calibración de las repercusiones sobre los ciudadanos en su vida personal, no es suficiente con las proclamaciones colectivas. Sobre todo, será un requerimiento inexcusable la participación activa y el acceso factible a los beneficios. En la medida que se produzca la AMPUTACIÓN de las expresiones individuales, estaremos asistiendo a los embrollos ajenos, aunque estos dispongan de los respaldos colectivos, cada vez menos interesados en los entes particulares. La retórica dicharachera de los poderosos, oportunistas, cantamañanas; no revierte el signo de la realidad acuciante.


Dada la inexistencia de las respuestas finales, hasta los conceptos mejor elaborados adolecen de imprecisiones e inseguridad, con limitaciones de gran calado. Eso contrasta con la enorme proliferación de sabiondos, orgullosos, que no contentos con sus saberes, intentan hacerlos extensivos a los demás sin contar pon ellos, usando para ello los recursos disponibles. En cada pueblo hay gente que contacta en directo con la divinidad o el diablo, para la imposición de sus maneras. Dichas ÍNFULAS expansivas son reacias a las críticas, no admiten la franqueza de los debates constructivos. En esas tesituras, a la persona corriente sólo le queda el recurso de amoldarse con aguante, recogiendo los desperdicios.


Situadas así las relaciones humanas, los gentilicios apuntan a formaciones falseadas. En cuanto a su denominación, reducen el conjunto a un solo nombre, pero es irreductible. Así, al decir católicos, estos incluyen toda una gama de actitudes; me atrevo a decir que ni de la idea central piensan lo mismo ni su coherencia es pareja. Qué decir de las uniones nacionalistas. Qué de las versiones ideológicas apoltronadas. Los conglomerados reunidos dicen poco de la trama de sus individuos, de los pormenores de sus intenciones.


Abocamos a la DISYUNTIVA de fauces amenazantes. Con la opción de colocar obstáculos a las vivencias personales, impidiendo su perfil autónomo. O la contraria, favorecerlos según la preferencias de dichos sujetos. Ya no estamos ante la preponderancia de los colectivos frente al individuo, sino de los privilegios de quienes manejan los colectivos, tolerados por la renuncia a sus esencias de los ciudadanos.

Gentilicios deformantes

Nos convendría ser menos crédulos ante los gentilicios con los cuales nos manejan
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 19 de octubre de 2018, 08:31 h (CET)

Eso del individuo aislado, en una soledad absoluta, sin rasgos comunicativos con los demás, no pasa de constituir una idea extremosa, que ni para utópica alcanza; porque no pasa de ser imposible. Estamos unidos por el impulso vital de orígenes misteriosos. Las relaciones parentales iniciáticas, los aprendizajes sucesivos, las trabas artificiales acuciantes, las inagotables conexiones subyacentes de influencias notorias, lo expresan. PARTICIPAMOS del fondo común insoslayable. Partimos de esa comunidad objetiva, rica en sorpresas, diversa y dinámica. De la cual, apenas intuimos significantes válidos en los cuales apoyarnos; abocamos a la incertidumbre en la cual nos debatimos.


Alguien argüirá, después de las consideraciones anteriores, que la consolidación de las identidades individuales procede en exclusiva de las influencias derivadas de las entidades comunitarias a través de sus variadas ramificaciones, genéticas, ambientales, o de simple acompañamiento, no siempre detectadas a simple vista. En el caso de quien pretenda ceñirse a esa afirmación rotunda, pronto pondran de manifiesto sus carencias explicativas al quedar enfrentados al hecho diferenciado, EMERGENTE, implícito en las expresiones individuales; ese añadido perceptible por cualquiera que sobrepasa las influencias a base de rasgos propios, iniciativas o sentimientos. Si se quiere, otro misterio insondable, pero real.


Y todo eso está en activo, tanto los matices procedentes de fuera, como los brotes genuinos de las novedades surgidas en cada sujeto. Más aún, solemos prestar poca atención a dichos condicionantes; ambas orientaciones actúan a pesar del desaliño de sus protagonistas, que somos todos. Baste una somera mención a como podrían mejorar las condiciones de vida, en conjunto y para cada ciudadano en particular, si la valoración de las aportaciones fuera la adecuada. Tomadas en CONSIDERACIÓN debidamente, nos aproximaríamos al mejor conocimiento de sus características, para el acogimiento de sus bondades, contrarrestando sus inconvenientes. Es una valoración exigente, porque requiere esfuerzo y aplicación.


Centrados en el papel desempeñado por cada persona, asumida la confluencia de condicionantes, íntimos o foráneos; nos encontramos algo alejados de la comprensión de estos fenómenos. Enfrascados en nuestra capacidad de protagonismo, alardeamos con muchas inconveniencias o desafinamos con torpeza, porque no atendemos con naturalidad a las condiciones. Para detectarlo con precisión, es útil la mirada sobre la REPERCUSIÓN de cuanto hicimos o dejamos de hacer. De no haber existido, qué hubiera sucedido. La contestación reflejará si provocamos sufrimientos o fuimos benefactores, como espejo mágico revelará el papel que desempeñamos, superando las meras opiniones .


La visión de conjunto siempre es importante, hay detalles comunes inapreciables en la observación de los elementos aislados. Aunque, no son suficientes las opiniones voluntariosas sin el respaldo contrastado de sus contenidos. Las afirmaciones deben ser consistentes. Sin embargo, estas versiones globales de las experiencias existenciales adolecen de frecuentes posiciones VICIADAS, o viciosas, que es peor. Así, la contemplación del conjunto como un ente uniforme. El sectarismo aupado entre silenciamientos o engaños. Como la presunción de estar en posesión del saber global. Los vicios transforman a la realidad global en auténticos cepos para la captura de las identidades personales.


Por eso nos apabullan a base de nociones ampulosas, generalmente abstractas, pero presentadas como entidades concretas indiscutibles. Con la cerrazón de adscripciones geográficas definitorias de las posturas a tomar. La voluntad del pueblo definida de manera inconsecuente, pero de lo más efectiva. Las manipulaciones culturales con todo descaro. Junto a otros ejemplos gregarios, el fundamento no se ve por ninguna parte; peor todavía, las auténticas realidades globales no se tienen en cuenta en el reinado de la necedad generalizada.


Si algo está demostrado con holgura es la implacable desidia imperante en el mundo disponible; pese a los intentos igualitarios sospechos de intereses ocultos, pese a la ignorancia de las peculiaridades a la hora de los proyectos comunitarios. Ni las mismas influencias recibidas son uniformes, ni los individuos receptores lo son. La desconsideración de los brotes emergentes anula el potencial de las personas. Se olvida también el dinamismo constitutivo, de cambios constantes, en un grado alarmante de estupidez. Convendría denominar a los agrupadores insaciables como lo que acaban siendo, DEVORADORES sin justificación, propicios a las componendas maliciosas.


Si de lo que se trata es de la mejora de las condiciones vitales, es evidente que además de los medios materiales; será primordial la calibración de las repercusiones sobre los ciudadanos en su vida personal, no es suficiente con las proclamaciones colectivas. Sobre todo, será un requerimiento inexcusable la participación activa y el acceso factible a los beneficios. En la medida que se produzca la AMPUTACIÓN de las expresiones individuales, estaremos asistiendo a los embrollos ajenos, aunque estos dispongan de los respaldos colectivos, cada vez menos interesados en los entes particulares. La retórica dicharachera de los poderosos, oportunistas, cantamañanas; no revierte el signo de la realidad acuciante.


Dada la inexistencia de las respuestas finales, hasta los conceptos mejor elaborados adolecen de imprecisiones e inseguridad, con limitaciones de gran calado. Eso contrasta con la enorme proliferación de sabiondos, orgullosos, que no contentos con sus saberes, intentan hacerlos extensivos a los demás sin contar pon ellos, usando para ello los recursos disponibles. En cada pueblo hay gente que contacta en directo con la divinidad o el diablo, para la imposición de sus maneras. Dichas ÍNFULAS expansivas son reacias a las críticas, no admiten la franqueza de los debates constructivos. En esas tesituras, a la persona corriente sólo le queda el recurso de amoldarse con aguante, recogiendo los desperdicios.


Situadas así las relaciones humanas, los gentilicios apuntan a formaciones falseadas. En cuanto a su denominación, reducen el conjunto a un solo nombre, pero es irreductible. Así, al decir católicos, estos incluyen toda una gama de actitudes; me atrevo a decir que ni de la idea central piensan lo mismo ni su coherencia es pareja. Qué decir de las uniones nacionalistas. Qué de las versiones ideológicas apoltronadas. Los conglomerados reunidos dicen poco de la trama de sus individuos, de los pormenores de sus intenciones.


Abocamos a la DISYUNTIVA de fauces amenazantes. Con la opción de colocar obstáculos a las vivencias personales, impidiendo su perfil autónomo. O la contraria, favorecerlos según la preferencias de dichos sujetos. Ya no estamos ante la preponderancia de los colectivos frente al individuo, sino de los privilegios de quienes manejan los colectivos, tolerados por la renuncia a sus esencias de los ciudadanos.

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