La libertad siempre está en peligro. Durante estos días hemos podido comprobarlo de forma más flagrante a la habitual.
Me refiero al ya tristemente famoso conflicto de las viñetas, que me niego a resumir ya que todos lo conocemos de sobra. Se ha planteado desde muchos medios que la libertad de expresión, parte indispensable de nuestra libertad, debe tener ciertos límites. Para mí, y creo que estoy en lo cierto, la única cortapisa que se puede imponer a la libertad de expresión es la ley.
Los líderes de las democracias tienen como máximo deber hacer respetar las leyes y proteger los derechos de sus ciudadanos. En esta crisis se ha puesto de manifiesto la cobardía de muchos de nuestros políticos que en vez de defender la democracia y la libertad, se posicionan en la equidistancia afirmando que las caricaturas no son ilegales, faltaría más, pero que son reprobables moralmente y políticamente.
Sin duda las viñetas son de mal gusto e incluso serán ofensivas para muchos, pero tenemos derecho a tener mal gusto, mala educación y por supuesto no podemos dejar que desde países dictatoriales, teocráticos o absolutistas se nos impongan sus creencias. Ceder ante las tiranías es iniciar el camino para convertirnos en una.
No podemos tampoco mirar hacia otro lado cuando se violan sistemáticamente los derechos humanos en los países islámicos, aduciendo que es otra cultura y hay que respetarla. Del Islam como de otras civilizaciones solo hay que respetar lo digno de ser respetado.
El islamismo ha sustituido al totalitarismo comunista como la principal amenaza para las democracias. Pero no debemos olvidar aquellos reductos comunistas que subsisten en contra de la historia y del progreso humano. Aquellos países como Corea del Norte, China o Cuba en los que la libertad es inexistente. No me propongo enumerar los derechos fundamentales que violan en estos países porque sencillamente se violan todos.
Estos son dos de los mayores peligros a los que está expuesto la libertad en el mundo. Pero dentro de los países que llamamos democráticos se efectúan ataques continuados contra ella que nos acercan cada vez más a los estados totalitarios que tanto odiamos. Un ejemplo claro es el estado de los prisioneros que tiene Estados Unidos en Guantánamo que carecen de las mínimas garantías legales. No podemos caer en la tentación de luchar contra los enemigos de nuestra sociedad utilizando sus propias armas ya que esto nos lleva a parecernos un poco más a lo que tanto aborrecemos.