Estados Unidos, hoy convertida en la única superpotencia, respalda su hegemonía en gastos de defensa siderales con un déficit fiscal interno y una balanza comercial negativa en sumas también varias veces millonarias que compensan con ingresos de capitales de los países subdesarrollados.
Los países periféricos frecuentemente se ven obligados a solicitar quitas en sus deudas ante los organismos internacionales de créditos de los países centrales. Así, las deudas externas se han transformado en armas feudales de estos países centrales. Por todo esto los endeudamientos fraudulentos terminan en bancarrotas, lo que a su vez traen estatizaciones de bancos, los cuales son finalmente legalizados por los estados involucrados.
Estas deudas son sumas recibidas en préstamo que resultan imposibles de afrontar sin obtener periódicas refinanciaciones. Para lo cual, entonces y a los efectos de refinanciar sus deudas, el gobierno de turno debe cumplir con políticas económicas impuestas por estos organismos en el plano interno, así como también en los asuntos internacionales. Estas situaciones significan la pérdida de la independencia de los gobiernos, cosa que lleva a la quiebra de todo el sistema político y social, como el que hoy vivimos en Argentina.
Las democracias tuteladas, como las definen algunos especialistas en el tema, han quedado como resultado de la retirada de toda Latinoamérica de las dictaduras militares, la cuales dejaron deuda externas impagables en todos los países en que se enquistaron. El real desafío actual es, no sólo posponer los pagos para orientar esos recursos al desarrollo nacional, sino imponer libremente en cada país políticas internas para que esos recursos se enderecen hacia el bienestar del pueblo y que a su vez éste sea sostenible, sin depender de los temblores de la economía mundial.
La solución del problema debe estar emparentada con el conocimiento de los hechos que la originaron y sólo la verdad de estos hechos legitimará las remedios. El FMI tiene en este asunto una gran cuota de responsabilidad, junto a los organismos internacionales de créditos, en la decadencia Argentina de la última década.
En el pago de los bonos de la deuda no puede soslayarse la responsabilidad del comercio desleal implementado a través de los subsidios otorgados por las economías centrales y que han afectado fuertemente a la Argentina. La esencial y fundamental fuente de origen de tributación para los servicios de la deuda externa deben ser los capitales fugados al exterior, con las maniobras financieras turbias que desde 1976 hasta la fecha se vienen dando.
Los argentinos conocimos una dictadura militar que no sólo torturó y mató a miles de los nuestros, sino que nos regaló un fabulosa deuda externa impagable. Estas violaciones de derechos humanos fueron juzgadas en 1986, pero esto fue suficiente para otorgar una respuesta a las necesidades de justicia social de millones de argentinos, por lo cual debemos construir un futuro mejor, juzgando nuevamente el papel de la deudas perversas que desvalijan nuestro bienestar degradando a nuestros ciudadanos.