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Marcos Méndez

'En la cuerda floja', de James Mangold

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Lo que más me ha llamado la atención a propósito de En la cuerda floja ha sido el tesón de sus intérpretes, en especial de sus protagonistas, Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon. El primero compone un Johnny Cash alejado de recreaciones miméticas (véase el Jaime Foxx de Ray como contraste), otorgándole una personalidad propia acrecentada por esa cicatriz sobre el labio y también por su facilidad a la hora de matizar su expresión desde la ingenuidad de no haber roto un plato hasta la agresividad más destapada pasando por un abanico de matices al alcance de muy pocos. La segunda es la sorpresa, pues el que suscribe estas líneas no había sospechado que tras la cortina de una estrella de público juvenil podría estar June Carter, la mujer que compartiría la vida de Johnny Cash durante 35 años de matrimonio. Y menos si nos ceñimos estrictamente a su filmografía, plagada de comedias empalagosas (con las que se ha convertido, nadie lo duda, en una de las novias de América más cotizadas) cuyo cometido no pasaba de la sonrisa fácil y el sofisticado vestuario. Ahora Witherspoon se bate en duelo con Phoenix en cada secuencia hasta que logra equiparar los personajes de ambos en un escalón dramático de vértigo y transformar lo que parecía un biopic al uso en un plato mucho más sugestivo.

Las películas que nos han contado las vidas de Jerry Lee Lewis, Charlie Parker, Ray Charles o Gene Krupa tienen en común (al margen de que todos son músicos que han tenido problemas con las drogas) el ostracismo de muchos de sus secundarios en el guión. Los padres, las mujeres y los amigos de la figura quedaban en un segundo plano o tenían una importancia colateral salvo honradas excepciones. Esto cambia en la película que intento comentar gracias a la energía de intérpretes como Robert Patrick (sensacional Ray Cash, padre de John), Ginnifer Goodwin (Vivian Cash, la primera mujer del cantante) y por encima de todos la inconmensurable Reese Witherspoon.

Por este motivo, aunque James Mangold no es lo que se dice un cineasta original, la película sobresale con fuerza de la tela de araña en la que pudo quedarse y no se quedó. Porque buenas canciones encontramos en muchas películas, y tampoco es la primera vez que la adicción a las drogas actúa como trampolín de infidelidades, rencores y odios mutuos. La diferencia estriba en la capacidad para evocar esos sentimientos, para hacerlos explotar con el mínimo artificio. Y En la cuerda floja tiene la sartén por el mango porque ha elegido el reparto idóneo (o ha dejado elegir: los verdaderos Johnny Cash y June Carter, poco antes de fallecer, dieron los nombres de Phoenix y Witherspoon como sus preferidos) y lo ha combinado con una estructura precisa, dotando al conjunto de un ritmo firme, adecuado como entretenimiento y eficaz como biografía febril.

'En la cuerda floja', de James Mangold

Marcos Méndez
Marcos Méndez
domingo, 26 de marzo de 2006, 22:17 h (CET)
Lo que más me ha llamado la atención a propósito de En la cuerda floja ha sido el tesón de sus intérpretes, en especial de sus protagonistas, Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon. El primero compone un Johnny Cash alejado de recreaciones miméticas (véase el Jaime Foxx de Ray como contraste), otorgándole una personalidad propia acrecentada por esa cicatriz sobre el labio y también por su facilidad a la hora de matizar su expresión desde la ingenuidad de no haber roto un plato hasta la agresividad más destapada pasando por un abanico de matices al alcance de muy pocos. La segunda es la sorpresa, pues el que suscribe estas líneas no había sospechado que tras la cortina de una estrella de público juvenil podría estar June Carter, la mujer que compartiría la vida de Johnny Cash durante 35 años de matrimonio. Y menos si nos ceñimos estrictamente a su filmografía, plagada de comedias empalagosas (con las que se ha convertido, nadie lo duda, en una de las novias de América más cotizadas) cuyo cometido no pasaba de la sonrisa fácil y el sofisticado vestuario. Ahora Witherspoon se bate en duelo con Phoenix en cada secuencia hasta que logra equiparar los personajes de ambos en un escalón dramático de vértigo y transformar lo que parecía un biopic al uso en un plato mucho más sugestivo.

Las películas que nos han contado las vidas de Jerry Lee Lewis, Charlie Parker, Ray Charles o Gene Krupa tienen en común (al margen de que todos son músicos que han tenido problemas con las drogas) el ostracismo de muchos de sus secundarios en el guión. Los padres, las mujeres y los amigos de la figura quedaban en un segundo plano o tenían una importancia colateral salvo honradas excepciones. Esto cambia en la película que intento comentar gracias a la energía de intérpretes como Robert Patrick (sensacional Ray Cash, padre de John), Ginnifer Goodwin (Vivian Cash, la primera mujer del cantante) y por encima de todos la inconmensurable Reese Witherspoon.

Por este motivo, aunque James Mangold no es lo que se dice un cineasta original, la película sobresale con fuerza de la tela de araña en la que pudo quedarse y no se quedó. Porque buenas canciones encontramos en muchas películas, y tampoco es la primera vez que la adicción a las drogas actúa como trampolín de infidelidades, rencores y odios mutuos. La diferencia estriba en la capacidad para evocar esos sentimientos, para hacerlos explotar con el mínimo artificio. Y En la cuerda floja tiene la sartén por el mango porque ha elegido el reparto idóneo (o ha dejado elegir: los verdaderos Johnny Cash y June Carter, poco antes de fallecer, dieron los nombres de Phoenix y Witherspoon como sus preferidos) y lo ha combinado con una estructura precisa, dotando al conjunto de un ritmo firme, adecuado como entretenimiento y eficaz como biografía febril.

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