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Antonio Valencia

Cría cuervos...

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En el partido de Copa del pasado jueves entre el Valencia y el Deportivo se pudo ver el efecto que tiene el calentamiento de un partido por parte de uno de los equipos tanto sobre sus jugadores como sobre su público.

En el inicio de la semana el entrenador valencianista Quique Sánchez Flores reclamó un ambiente "fuerte" por parte del respetable, así como un partido "áspero y bronco" para poder levantar el resultado adverso que se trajeron los de Mestalla de un partido de ida en el que estuvieron una hora en superioridad.

Y claro, tras oír esto lo primero que a uno se le ocurre es pensar que el público va a protestar cualquier cosa y va a lanzar objetos a la primera jugada de área o de expulsión que haya, y por otro lado que los defensas chés van a repartir a diestro y siniestro, y no precisamente caramelos, lo que puede provocar la expulsión de alguno de ellos en los inicios del partido. Llega el partido y, clac, bingo. ¿Cómo es posible tanta clarividencia?

Pues muy fácil. Contra lo que se nos está vendiendo, el público de Valencia (como tantos otros, a fuer de ser sinceros), se dedica al lanzamiento masivo de objetos en cuanto no se le pita un penalty a favor o se le pita en contra o se expulsa a uno de sus jugadores, todo ello alimentado por un victimismo que llegó a alentarse desde la misma presidencia del club en tiempos de Jaime Ortí.

Por otro lado tenemos a Carlos Marchena. Si uno repasa los vídeos de sus partidos, descubrirá que, como dice el refrán, unos llevan la fama (Javi Navarro, Pablo Alfaro, ...) y otros, como el propio Marchena, cardan la lana. Su puñetazo a Arizmendi tiene poco que envidiar al famoso entradón de Navarro al mallorquinista Arango; quizá que no dejó K.O. al deportivista. Y lo curioso es que este jugador está en muchas quinielas para acudir al Mundial de Alemania, bien es verdad que por su calidad técnica, pero este exceso de celo defensivo debería apartarle de la selección por el bien de ésta.

Cría cuervos...

Antonio Valencia
Antonio Valencia
lunes, 30 de enero de 2006, 00:49 h (CET)
En el partido de Copa del pasado jueves entre el Valencia y el Deportivo se pudo ver el efecto que tiene el calentamiento de un partido por parte de uno de los equipos tanto sobre sus jugadores como sobre su público.

En el inicio de la semana el entrenador valencianista Quique Sánchez Flores reclamó un ambiente "fuerte" por parte del respetable, así como un partido "áspero y bronco" para poder levantar el resultado adverso que se trajeron los de Mestalla de un partido de ida en el que estuvieron una hora en superioridad.

Y claro, tras oír esto lo primero que a uno se le ocurre es pensar que el público va a protestar cualquier cosa y va a lanzar objetos a la primera jugada de área o de expulsión que haya, y por otro lado que los defensas chés van a repartir a diestro y siniestro, y no precisamente caramelos, lo que puede provocar la expulsión de alguno de ellos en los inicios del partido. Llega el partido y, clac, bingo. ¿Cómo es posible tanta clarividencia?

Pues muy fácil. Contra lo que se nos está vendiendo, el público de Valencia (como tantos otros, a fuer de ser sinceros), se dedica al lanzamiento masivo de objetos en cuanto no se le pita un penalty a favor o se le pita en contra o se expulsa a uno de sus jugadores, todo ello alimentado por un victimismo que llegó a alentarse desde la misma presidencia del club en tiempos de Jaime Ortí.

Por otro lado tenemos a Carlos Marchena. Si uno repasa los vídeos de sus partidos, descubrirá que, como dice el refrán, unos llevan la fama (Javi Navarro, Pablo Alfaro, ...) y otros, como el propio Marchena, cardan la lana. Su puñetazo a Arizmendi tiene poco que envidiar al famoso entradón de Navarro al mallorquinista Arango; quizá que no dejó K.O. al deportivista. Y lo curioso es que este jugador está en muchas quinielas para acudir al Mundial de Alemania, bien es verdad que por su calidad técnica, pero este exceso de celo defensivo debería apartarle de la selección por el bien de ésta.

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