Según los medios, en el extranjero impresiona la fuerza de la manifestación de la Diada. Está claro que no saben -ni hemos procurado mostrarles- que se trata de una fuerza cautiva, manipulada en todos sus ámbitos. Porque, como en los demás los movimientos totalitarios, -y demasiado hemos tenido en Europa e incluso en España-, se emplea sistemáticamente la fuerza, apoderándose de las calles, las fiestas y los espectáculos con masas aplastantes de personas fichadas, cuya asistencia, voluntaria o no, es muy controlada por sus jefes.
Estos, sin posible apelación, pueden castigar a los suyos, haciéndoles el vacío en su barrio o trabajo; represalias que, según ya han amenazado -recuérdese al liberticida Lluís Llach- aumentarían sin límite, hasta la pérdida de empleo, expatriación y más el día que esos nacionalistas consiguieran todo el poder.