Pocos son los que se acuerdan alguna vez de la Guerra de las Malvinas. Hace 24 años, el ejército británico y algunas tropas reclutadas sin previo aviso por la Junta Militar de la Dictadura Argentina se enfrentaron en una batalla sangrienta por la dominación de las preciadas islas australes por diferentes motivos. La Dictadura estaba próxima a su canto de cisne y quizá una victoria podría resucitarla. Murieron varios cientos de soldados de ambos bandos durante los cuatro meses que duró el conflicto, y las secuelas físicas y psicológicas de la batalla para los supervivientes fueron (son), como en todas las guerras, catastróficas.
Es esto último lo que Tristán Bauer ha querido expresar, homenajear, percibir en Iluminados por el fuego, un film que habla desde el corazón herido de un hombre incapaz de exorcizar las durísimas imágenes que asaltan su mente en el momento en que uno de sus compañeros de batalla ha intentado suicidarse. Iluminados por el fuego es un recuerdo sentido, fatigado, sobre una experiencia terrible que muchos argentinos (y no sólo argentinos) han olvidado (o querido olvidar, que viene a ser lo mismo). Pero la cosa cambia cuando lo que se ve en las noticias se experimenta en directo, desde la primera línea de combate, con el fusil al hombro, agazapado, esquivando los eternos bombardeos (por si fuera poco, el ejército británico contaba con el apoyo de Estados Unidos).
Iluminados por el fuego es la historia de Esteban Leguizamón (Gastón Pauls), un veterano al que le tocó admitir en un momento de su vida que la muerte estaba próxima (uno de sus amigos muere durante una de las batallas) y, tras un cuarto de siglo, la guerra continúa cercando su memoria. Nadie se acuerda de esta guerra salvo los que estuvieron pasando hambre y frío, sufriendo los desmanes de militares sin ideas (y sin escrúpulos), deseando volver a casa sabiendo que nunca serían los mismos. Tristán Bauer narra con fidelidad esa sensación de impotencia frente a las condiciones, los acontecimientos, la vida de la guerra que es peor que cualquier otra vida.
Como película bélica podríamos hablar de los múltiples convencionalismos de la propuesta, pero como drama personal, como homenaje a unas gentes que lucharon cuando su libertad estaba coartada, no debe olvidarse la coherencia de los planteamientos que el director de Después de la tormenta sigue hasta el epílogo, momento en que Esteban, tras la muerte de su compañero, regresa a Las Malvinas y llora de dolor, posiblemente por primera vez desde que salió de aquel infierno.