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Cada vez más, el ciudadano ha de tener cuidado de por dónde pisa

Existencia de Gruyer (fábula real-maravillosa)

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Vivimos una existencia de Gruyer, elaborada con el cuajo de una pacienzuda ciudadanía que no estalla aun extrayéndosele de cuajo y con frecuencia el dinero y la dignidad. Nuestra horadada existencia es como ese queso tan característico del helvético país, tan frecuentado por tantos y tantos que han trasvasado capitales de los que se guardan por si hay que tapar agujeros, aun dejando sus expolios rapaceras concavidades en el común patrimonio. Don Luis García Berlanga exponía muy afinadamente tal proceso en uno de sus magníficos filmes.


Recuerdo un reportaje de María Hervás en “El País Madrid” (2-5-2012, p. 3), titulado “Los agujeros de la rapiña”, en el que la periodista daba cuenta de un curioso fenómeno: la proliferación de agujeros en la vía pública merced a la distracción por unos desaprensivos (bandas organizadas parece ser) de rejillas y tapas de alcantarillas de hierro con el propósito de venderlos a chatarrerías clandestinas para su fundición cobrando el kilo a 0,22 céntimos de €. Escribía la propia Hervás: “Aunque no existe ningún registro de las tapas y rejillas que han desaparecido, la Fundación Canal de Isabel II asegura que en los últimos meses no dan abasto con las reposiciones. Tanto que los técnicos han decidido cambiar el hierro fundido por hormigón, más barato y pesado. El problema es que este material no vale para la calzada porque no aguantaría el peso de los coches y generaría más ruido. El Canal está probando con otros materiales como el polietileno, un tipo de plástico aún más resistente. Lo que sea para lograr que el robo de tapas y rejillas no sea tan atractivo”.



Y lo terrible era el hecho de que muchas personas que iban distraídas caían por los susodichos “agujeros de la rapiña”, magnífico título el usado por la informadora.



Releyendo el reportaje, se me antojó que esta historia, aun a sabiendas de que de cosas más chuscas incluso hemos sido testigos, podría haber sido ideada por Kafka o integrar un relato real-maravilloso, toda vez que lo real-maravilloso se diferencia del realismo mágico en que, a diferencia de aquel, que, al cabo, idea la ambientación, este nos presenta una realidad insólita “per se”, y es que lo insólito transita por entre nuestro cotidiano vivir. Siempre desde muy antaño lo ha hecho.



E incluso, tirando de dicha madeja, nos pondría el hecho referido una fábula a huevo, un “exempla” de los compilados por Don Juan Manuel en el siglo XIV. Catacréticamente podríamos apuntar que en la actualidad las distracciones campan por doquier, lo que hace que no estemos a lo que tenemos que estar, circunstancia que muchos instalados en los resortes de poder y privilegio aprovechan para distraer caudales, dejando agujeros en las arcas públicas por los que se precipita el ciudadano medio cuando es, verbigracia, pésimamente atendido en la sanidad pública; cuando los alumnos son hacinados en barracones; cuando los ancianos tienen que salir a la calle a luchar por un derecho ganado como son las pensiones…



En definitiva, hay muchas bandas organizadas que nos roban “el alcantarillado”, motivo por el cual si no vamos con cuidado podemos ser engullidos por uno de esos agujeros, cada vez más proliferantes, que genera nuestro Sistema de Gruyer.

Existencia de Gruyer (fábula real-maravillosa)

Cada vez más, el ciudadano ha de tener cuidado de por dónde pisa
Diego Vadillo López
martes, 11 de septiembre de 2018, 08:26 h (CET)

Vivimos una existencia de Gruyer, elaborada con el cuajo de una pacienzuda ciudadanía que no estalla aun extrayéndosele de cuajo y con frecuencia el dinero y la dignidad. Nuestra horadada existencia es como ese queso tan característico del helvético país, tan frecuentado por tantos y tantos que han trasvasado capitales de los que se guardan por si hay que tapar agujeros, aun dejando sus expolios rapaceras concavidades en el común patrimonio. Don Luis García Berlanga exponía muy afinadamente tal proceso en uno de sus magníficos filmes.


Recuerdo un reportaje de María Hervás en “El País Madrid” (2-5-2012, p. 3), titulado “Los agujeros de la rapiña”, en el que la periodista daba cuenta de un curioso fenómeno: la proliferación de agujeros en la vía pública merced a la distracción por unos desaprensivos (bandas organizadas parece ser) de rejillas y tapas de alcantarillas de hierro con el propósito de venderlos a chatarrerías clandestinas para su fundición cobrando el kilo a 0,22 céntimos de €. Escribía la propia Hervás: “Aunque no existe ningún registro de las tapas y rejillas que han desaparecido, la Fundación Canal de Isabel II asegura que en los últimos meses no dan abasto con las reposiciones. Tanto que los técnicos han decidido cambiar el hierro fundido por hormigón, más barato y pesado. El problema es que este material no vale para la calzada porque no aguantaría el peso de los coches y generaría más ruido. El Canal está probando con otros materiales como el polietileno, un tipo de plástico aún más resistente. Lo que sea para lograr que el robo de tapas y rejillas no sea tan atractivo”.



Y lo terrible era el hecho de que muchas personas que iban distraídas caían por los susodichos “agujeros de la rapiña”, magnífico título el usado por la informadora.



Releyendo el reportaje, se me antojó que esta historia, aun a sabiendas de que de cosas más chuscas incluso hemos sido testigos, podría haber sido ideada por Kafka o integrar un relato real-maravilloso, toda vez que lo real-maravilloso se diferencia del realismo mágico en que, a diferencia de aquel, que, al cabo, idea la ambientación, este nos presenta una realidad insólita “per se”, y es que lo insólito transita por entre nuestro cotidiano vivir. Siempre desde muy antaño lo ha hecho.



E incluso, tirando de dicha madeja, nos pondría el hecho referido una fábula a huevo, un “exempla” de los compilados por Don Juan Manuel en el siglo XIV. Catacréticamente podríamos apuntar que en la actualidad las distracciones campan por doquier, lo que hace que no estemos a lo que tenemos que estar, circunstancia que muchos instalados en los resortes de poder y privilegio aprovechan para distraer caudales, dejando agujeros en las arcas públicas por los que se precipita el ciudadano medio cuando es, verbigracia, pésimamente atendido en la sanidad pública; cuando los alumnos son hacinados en barracones; cuando los ancianos tienen que salir a la calle a luchar por un derecho ganado como son las pensiones…



En definitiva, hay muchas bandas organizadas que nos roban “el alcantarillado”, motivo por el cual si no vamos con cuidado podemos ser engullidos por uno de esos agujeros, cada vez más proliferantes, que genera nuestro Sistema de Gruyer.

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