Lo escribo de memoria pero creo que fue Julián Marías el que a finales de la década de los setenta, muerto ya Franco, pidió que alguien, uno le bastaba, le explicase la diferencia entre las palabras ‘nación’ y ‘nacionalidad’. Nadie salió a responder al bueno de Marías, discípulo de Ortega y Gasset, ni lingüistas, ni políticos, ni redactores de la Constitución, nadie. Hoy día, treinta años después de aquella advertencia y muerto Marías, el silencio como respuesta sigue rebotando por las salas institucionales en las que se reúnen y pactan acuerdos de Estado entre fuerzas políticas bien distantes.
Gregorio Peces-Barba, reconocido hombre ilustrado y defensor de las libertades, dejó caer, inmersos ya en esta vorágine de reformismo estatutario regional en la que vivimos, la idea de que durante la transición democrática española tras la dictadura franquista los nacionalismos –vasco y catalán-, y sus representantes, engañaron a los que protagonizaban la formación de la monarquía parlamentaria, entre los que él se encontraba. La idea de Peces-Barba ha caído en saco roto y, sobre todo, se ha olvidado rápidamente por los interesados nacionalistas –y separatistas- ayudados por el partido al cual pertenece el propio ‘padre’ de la Constitución. La afirmación del rector de la Universidad Carlos III está basada en la perspectiva y experiencia que permite la visión de los más de veinticinco años de Constitución en España, en donde los nacionalismos se han encontrado tan cómodos que han traicionado el espíritu de concordia y solidaridad entre los españoles.
Por más que leo y releo la definición que el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) indica de las palabras ‘nación’ y ‘nacionalidad’ no soy capaz de encontrar diferencia alguna. Me apunto, desde este momento, a la lista de espera que don Julián encabeza y que pacientemente, allá dónde esté, aguarda a que alguien indique las diferencias entre ambas palabras y conceptos jurídicos de aplicación en textos normativos como son constituciones y estatutos. Los partidos políticos nacionalistas –separatistas todos- tienen muy claro que Marías no se equivocaba cuando creía que no existía diferencia alguna entre ambas palabras, y tampoco dudan en traspapelar la acusación de Peces-Barba. Lo que no se entiende es que los partidos que pueden ser de gobierno, véase PP y PSOE, jueguen esta partida de tú a tú con los partidos minoritarios. Te cambio cuatro años de gobierno por transferencias eternas para mi cortijo.
En la Constitución de 1978 se preservó la palabra ‘nación’ para definir a España y ‘nacionalidad’ para definir a algunas –o todas- Comunidades Autónomas, sin tener en cuenta que significan lo mismo. Si ahora, como según parece, la palabra ‘nación’ servirá para encuadrar a Cataluña en el nuevo Estatuto de Autonomía se deberá retocar o modificar la Constitución de 1978 en lo que a la definición de España se refiere. Eso o que el Tribunal Constitucional (TC) sentencie que la palabra ‘nación’ no puede acompañar a ninguna de las Comunidades Autónomas que integran España.
No quiero ni pensar que al final se incluya el término ‘nación’ en el Estatuto catalán y que el TC lo permitiese. ¿Qué diría de todo esto Julián Marías? Mientras tanto, y haciendo mía la idea de Peces-Barba sobre los nacionalismos y la traición de estos a la democracia española, una posible solución a tanta incoherencia lingüística y terminológica sería que las dieciséis restantes CCAA –y las dos ciudades autónomas-pidieran ser reconocidas, también, como nación. ¿Qué reclamarían, entonces, los partidos nacionalistas?