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“Madero ha soltado al tigre, a ver si puede domarlo” Porfirio Díaz

¿En qué España nos han metido ustedes, señores?

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Sin duda hemos entrado en una fase de nuestra historia patria donde cualquier parecido de esta sociedad en la que estamos viviendo con aquella que, apenas hace unos años, teníamos en España sería, como dice el adagio, “mera coincidencia”. Hemos pasado de ser una España católica, al menos formalmente, a un país “aconfesional” que, en la práctica, nada tiene de lo que significa dicho término y sí mucho de lo que se podría calificar como de “laico”, antirreligioso, ateo o incluso belicoso en contra de algún tipo de creencia religiosa, el catolicismo por ejemplo, que durante siglos fue la religión imperante en todo el territorio nacional. No es que haya tolerancia con las ideas de cada ciudadano, no es que se respeten las creencias de las distintas religiones implantadas en nuestra nación, no es que se permitan con normalidad que algunas minorías puedan tener convicciones políticas más o menos extremistas o, incluso contrarias a las de las mayorías ( siempre, naturalmente, que se respeten las leyes del país); es que, señores, lo que sucede en realidad es que cuando se habla de personas que tienen ideas de derechas, inmediatamente salen aquellos que los demonizan, los califican de nazistas o fascistas, dos términos que inclusos para aquellos que no tienen idea de qué se trata, tienen graves connotaciones peyorativas para aquellos a los que se les aplican, sin que falten los que no dudan en calificar de poco demócratas a aquellos que no profesan ideas de izquierdas o incluso comunistas. La izquierda tiene su democracia a la carta que aplica según su conveniencia.


Es evidente que esta imagen virtual del “tigre” de la que nos habla Porfirio Díaz, como figura representativa de una apertura hacia unas “libertades”, llamémoslas así, que suponen una laxitud en el control de los populismos, una apertura a lo que, en ocasiones, se entiende como libertad de expresión o manifestación, dándole al artículo 20 de nuestra Constitución un significado excesivamente permisivo, casi omnímodo, como si se tratase de una patente de corso que permitiera que cualquiera pudiera soltar cualquier barbaridad, insulto o infamia sin que, la Justicia, pudiera poner remedio a semejante disparate. Al parecer, hay pocos que se hayan acabado de leer el artículo constitucional o bien no han llegado a su apartado 4º, donde se dice: “4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.”


Son muchos los que han decidido por su cuenta tomarse la licencia de interpretar a su manera esta parte de la Constitución, especialmente en los medios de prensa y en determinados partidos separatistas o de izquierdas que suelen atribuir a los derechos que les otorga la democracia, el que les permite excederse en cuanto a descalificar, humillar, proscribir y anatemizar a aquellos que no comparten sus opiniones y también a todos los que forman parte de otros partidos políticos a los que desprestigian, envilecen o degradan, simplemente por constituir un obstáculo para que puedan llevar a término sus políticas totalitarias sin respetar, por supuesto, el derecho de sus adversarios a defender sus opciones en igualdad de condiciones.


Y aquí tenemos al señor Sánchez, el oportunista, intentando vendernos como un éxito suyo el que haya conseguido (o él piensa que ha sido mérito suyo) espantar el fantasma del efecto llamada respecto a este tercer barco que se nos presenta en nuestras costas, con la pretensión de desembarcar a sus pasajeros. Borrell, inocente de él, dijo que el admitir al Aquarius en el puerto de Valencia no era más que un acto de acogida meramente testimonial, para que Europa tomara conciencia del problema. Han ido llegando (ya no digamos lo que nos entran por el Sur en pateras y por las fronteras de Ceuta y Melilla) nuevas oleadas y, como no se pongan las pilas en Europa, no en el sentido de este pacto de cinco países con el que se ha pretendido dar solución a esta segunda tanda del Aquarius, una chapuza sin ningún sentido que sólo anuncia que, cinco países de toda la UE, están dispuestos a hacer de cabezas de turco para cargarse sobre sus espaldas todo lo que nos venga desde Libia o del resto de países del norte de África. Pero África tiene muchos millones de habitantes que, a través de TV, de Internet o del resto de medios de comunicación han llegado al convencimiento de que Europa es un paraíso en comparación con la situación de los países en los que les ha tocado vivir. El efecto, llamada ya existe y no solamente porque el señor Sánchez se haya equivocado en su “buenismo” acogiendo a lo que se empeñan en calificar como “ náufragos” a unos señores que, no es que hayan sufrido un revés durante una navegación en embarcaciones de transporte de pasajeros, naves de carga, barcos de pesca etc. No, señores, aquí se trata de una actividad ilegal de pies a cabeza, que comienza en los mismos países en los que los migrantes se ven obligados a vivir en condiciones infrahumanas; ya sea por hambrunas, ya por guerras internas o ya por estar bajo el yugo de dictadores que se hacen cargo de todas las ayudas que reciben de países externos y, en lugar de repartirlas entre sus súbditos, se las quedan ellos con el fin de sacar provecho personal de ellas.


Los traficantes humanos les arrancan hasta el alma para ofrecerse a llevarlos a través de los caminos que tienen trazados por el continente africano, cobrándoles miles de dólares (más según sean las posibilidades de llegar a una nación como España, que tiene fama de acoger con facilidad a los que, de una forma u otra, consiguen desembarcar en ella o atravesar las permeables fronteras de nuestras ciudades del norte de África) Estos sujetos, bien entrenados, mejor informados y listos como el hambre, sin ningún escrúpulo, tienen un plan trazado que saben que no puede fallar y, si falla, como ya han cobrado lo suyo, el que se ahoguen en el mar unos cientos o miles de desesperados, no les importa más que lo que les importaba a los negreros que transportaban cargamentos de negros encadenados desde Marruecos, Mauritania, Senegal, Guinea, Sierra Leona o Liberia hacia las costas americanas, donde eran vendidos a los terratenientes de aquellos lugares para servirles de esclavos.


Cuando llegan a un punto determinado, cerca de los límites de aguas territoriales de España, los dejan embarcados en zodiacs, apiñados como bestias, para que intenten llegar por sus propios medios a su destino, para desembarcar en cualquier lugar de la costa española que les resulte accesible; aunque, lo que se pretende de verdad, es que, sean los barcos de las ONGs, verdaderos cooperadores necesarios para este tipo de comercio humano, los que descubran las embarcaciones de los presuntos “náufragos” para que los rescaten y terminen el trabajo empezado por ellos, cuando son entregados a las autoridades portuarias para que se inicie el farragoso trabajo de tratar de identificar el origen de cada uno. Tarea durante la cual se van fugando a cientos de los centros de internamiento y, si resulta que son menores sin identificación alguna, es evidente que se van a quedar, sin más, en tierras españolas.


Resulta que el señor Sánchez no se ha preocupado de que cese esta avalancha que nos viene del Sur, organizada por las mafias, porque lo que parece que intenta es conformarse con que algún otro país que, también tiene problemas con los inmigrantes, se haga cargo de algunos de los que vayan llegando. El “gran acuerdo” que pretende vendernos el señor Sánchez ( empujado por la necesidad de justificar su fallo cuando acepto al Aquarius) con este magnificado acuerdo con la señora Merkel (en horas bajas y agobiada por los partidos de derechas de su país que amenazan con acabar con su mandato) con la cooperación de tres países más (Francia, Portugal, Luxemburgo y Malta) no beneficia, en realidad, más que a la alemana que ha conseguido que, los migrantes que lleguen a Alemania a través de España, y no sean admitidos en aquella república, regresen a España, que será la que finalmente se hará cargo de ellos. Unas ayudas económicas para el gobierno español y la responsabilidad de hacerse cargo de estos migrantes que recaería evidentemente sobre la nación española y ¡todos contentos!


O así es como nos encontramos ante una política migratoria en la que, en lugar de buscar en el Parlamento Europeo un acuerdo global de toda la UE sobre un tema de tanta trascendencia, nos conformamos con parchear una situación que sabemos que, si nos limitamos a repartir a los que vayamos recogiendo la situación cada vez la situación se hará más complicada, los mafiosos se sentirán respaldados y el número de refugiados se irá incrementando hasta que, en España, los españoles se den cuenta de que aquellos sentimientos tan nobles de acogida de quienes lo pasan mal en sus países, se vayan convirtiendo por efectos de la difícil convivencia, como ha sucedido en Alemania, en un rechazo a aquellos que, como están demostrando los manteros de Barcelona y Madrid, a medida que son más numerosos se van volviendo más agresivos y, por tener, hasta ocurre que, siendo una actividad ilegal, han conseguido ( ayudados por Podemos) constituir su propio Sindicato con el que, en el colmo del absurdo, las autoridades catalanes parecen dispuestas a negociar.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que este “tigre” que ha dejado en libertad, imprudentemente, el señor Pedro Sánchez del PSOE, mucho nos tememos que va a necesitar cada día que pase mucha más carnaza para quedar saciado. No se ha cortado la invasión cuando se estaba a tiempo para ponerle remedio, mediante una Ley europea que fijara los procedimientos, el número y, especialmente, la clase de personas que pudieran acceder a Europa, para evitar algo que parece que nadie se está dando cuenta ¿ cuántos de todos estos que entran en España, huyen por su cuenta antes de ser fichados o reciben trato especial por ser menores o, incluso, se reparten por cupos entre las provincias para que se diluyan entre las respectivas poblaciones, aunque no tengan trabajo alguno, pudieran ser miembros del EI o de cualquier otra organización que planeara organizar un atentado en nuestro país? Es muy posible que haya casos en los que hasta la policía y la Guardia Civil, ignoren su existencia. Convendría pensar en todo ello.

¿En qué España nos han metido ustedes, señores?

“Madero ha soltado al tigre, a ver si puede domarlo” Porfirio Díaz
Miguel Massanet
jueves, 16 de agosto de 2018, 07:20 h (CET)

Sin duda hemos entrado en una fase de nuestra historia patria donde cualquier parecido de esta sociedad en la que estamos viviendo con aquella que, apenas hace unos años, teníamos en España sería, como dice el adagio, “mera coincidencia”. Hemos pasado de ser una España católica, al menos formalmente, a un país “aconfesional” que, en la práctica, nada tiene de lo que significa dicho término y sí mucho de lo que se podría calificar como de “laico”, antirreligioso, ateo o incluso belicoso en contra de algún tipo de creencia religiosa, el catolicismo por ejemplo, que durante siglos fue la religión imperante en todo el territorio nacional. No es que haya tolerancia con las ideas de cada ciudadano, no es que se respeten las creencias de las distintas religiones implantadas en nuestra nación, no es que se permitan con normalidad que algunas minorías puedan tener convicciones políticas más o menos extremistas o, incluso contrarias a las de las mayorías ( siempre, naturalmente, que se respeten las leyes del país); es que, señores, lo que sucede en realidad es que cuando se habla de personas que tienen ideas de derechas, inmediatamente salen aquellos que los demonizan, los califican de nazistas o fascistas, dos términos que inclusos para aquellos que no tienen idea de qué se trata, tienen graves connotaciones peyorativas para aquellos a los que se les aplican, sin que falten los que no dudan en calificar de poco demócratas a aquellos que no profesan ideas de izquierdas o incluso comunistas. La izquierda tiene su democracia a la carta que aplica según su conveniencia.


Es evidente que esta imagen virtual del “tigre” de la que nos habla Porfirio Díaz, como figura representativa de una apertura hacia unas “libertades”, llamémoslas así, que suponen una laxitud en el control de los populismos, una apertura a lo que, en ocasiones, se entiende como libertad de expresión o manifestación, dándole al artículo 20 de nuestra Constitución un significado excesivamente permisivo, casi omnímodo, como si se tratase de una patente de corso que permitiera que cualquiera pudiera soltar cualquier barbaridad, insulto o infamia sin que, la Justicia, pudiera poner remedio a semejante disparate. Al parecer, hay pocos que se hayan acabado de leer el artículo constitucional o bien no han llegado a su apartado 4º, donde se dice: “4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.”


Son muchos los que han decidido por su cuenta tomarse la licencia de interpretar a su manera esta parte de la Constitución, especialmente en los medios de prensa y en determinados partidos separatistas o de izquierdas que suelen atribuir a los derechos que les otorga la democracia, el que les permite excederse en cuanto a descalificar, humillar, proscribir y anatemizar a aquellos que no comparten sus opiniones y también a todos los que forman parte de otros partidos políticos a los que desprestigian, envilecen o degradan, simplemente por constituir un obstáculo para que puedan llevar a término sus políticas totalitarias sin respetar, por supuesto, el derecho de sus adversarios a defender sus opciones en igualdad de condiciones.


Y aquí tenemos al señor Sánchez, el oportunista, intentando vendernos como un éxito suyo el que haya conseguido (o él piensa que ha sido mérito suyo) espantar el fantasma del efecto llamada respecto a este tercer barco que se nos presenta en nuestras costas, con la pretensión de desembarcar a sus pasajeros. Borrell, inocente de él, dijo que el admitir al Aquarius en el puerto de Valencia no era más que un acto de acogida meramente testimonial, para que Europa tomara conciencia del problema. Han ido llegando (ya no digamos lo que nos entran por el Sur en pateras y por las fronteras de Ceuta y Melilla) nuevas oleadas y, como no se pongan las pilas en Europa, no en el sentido de este pacto de cinco países con el que se ha pretendido dar solución a esta segunda tanda del Aquarius, una chapuza sin ningún sentido que sólo anuncia que, cinco países de toda la UE, están dispuestos a hacer de cabezas de turco para cargarse sobre sus espaldas todo lo que nos venga desde Libia o del resto de países del norte de África. Pero África tiene muchos millones de habitantes que, a través de TV, de Internet o del resto de medios de comunicación han llegado al convencimiento de que Europa es un paraíso en comparación con la situación de los países en los que les ha tocado vivir. El efecto, llamada ya existe y no solamente porque el señor Sánchez se haya equivocado en su “buenismo” acogiendo a lo que se empeñan en calificar como “ náufragos” a unos señores que, no es que hayan sufrido un revés durante una navegación en embarcaciones de transporte de pasajeros, naves de carga, barcos de pesca etc. No, señores, aquí se trata de una actividad ilegal de pies a cabeza, que comienza en los mismos países en los que los migrantes se ven obligados a vivir en condiciones infrahumanas; ya sea por hambrunas, ya por guerras internas o ya por estar bajo el yugo de dictadores que se hacen cargo de todas las ayudas que reciben de países externos y, en lugar de repartirlas entre sus súbditos, se las quedan ellos con el fin de sacar provecho personal de ellas.


Los traficantes humanos les arrancan hasta el alma para ofrecerse a llevarlos a través de los caminos que tienen trazados por el continente africano, cobrándoles miles de dólares (más según sean las posibilidades de llegar a una nación como España, que tiene fama de acoger con facilidad a los que, de una forma u otra, consiguen desembarcar en ella o atravesar las permeables fronteras de nuestras ciudades del norte de África) Estos sujetos, bien entrenados, mejor informados y listos como el hambre, sin ningún escrúpulo, tienen un plan trazado que saben que no puede fallar y, si falla, como ya han cobrado lo suyo, el que se ahoguen en el mar unos cientos o miles de desesperados, no les importa más que lo que les importaba a los negreros que transportaban cargamentos de negros encadenados desde Marruecos, Mauritania, Senegal, Guinea, Sierra Leona o Liberia hacia las costas americanas, donde eran vendidos a los terratenientes de aquellos lugares para servirles de esclavos.


Cuando llegan a un punto determinado, cerca de los límites de aguas territoriales de España, los dejan embarcados en zodiacs, apiñados como bestias, para que intenten llegar por sus propios medios a su destino, para desembarcar en cualquier lugar de la costa española que les resulte accesible; aunque, lo que se pretende de verdad, es que, sean los barcos de las ONGs, verdaderos cooperadores necesarios para este tipo de comercio humano, los que descubran las embarcaciones de los presuntos “náufragos” para que los rescaten y terminen el trabajo empezado por ellos, cuando son entregados a las autoridades portuarias para que se inicie el farragoso trabajo de tratar de identificar el origen de cada uno. Tarea durante la cual se van fugando a cientos de los centros de internamiento y, si resulta que son menores sin identificación alguna, es evidente que se van a quedar, sin más, en tierras españolas.


Resulta que el señor Sánchez no se ha preocupado de que cese esta avalancha que nos viene del Sur, organizada por las mafias, porque lo que parece que intenta es conformarse con que algún otro país que, también tiene problemas con los inmigrantes, se haga cargo de algunos de los que vayan llegando. El “gran acuerdo” que pretende vendernos el señor Sánchez ( empujado por la necesidad de justificar su fallo cuando acepto al Aquarius) con este magnificado acuerdo con la señora Merkel (en horas bajas y agobiada por los partidos de derechas de su país que amenazan con acabar con su mandato) con la cooperación de tres países más (Francia, Portugal, Luxemburgo y Malta) no beneficia, en realidad, más que a la alemana que ha conseguido que, los migrantes que lleguen a Alemania a través de España, y no sean admitidos en aquella república, regresen a España, que será la que finalmente se hará cargo de ellos. Unas ayudas económicas para el gobierno español y la responsabilidad de hacerse cargo de estos migrantes que recaería evidentemente sobre la nación española y ¡todos contentos!


O así es como nos encontramos ante una política migratoria en la que, en lugar de buscar en el Parlamento Europeo un acuerdo global de toda la UE sobre un tema de tanta trascendencia, nos conformamos con parchear una situación que sabemos que, si nos limitamos a repartir a los que vayamos recogiendo la situación cada vez la situación se hará más complicada, los mafiosos se sentirán respaldados y el número de refugiados se irá incrementando hasta que, en España, los españoles se den cuenta de que aquellos sentimientos tan nobles de acogida de quienes lo pasan mal en sus países, se vayan convirtiendo por efectos de la difícil convivencia, como ha sucedido en Alemania, en un rechazo a aquellos que, como están demostrando los manteros de Barcelona y Madrid, a medida que son más numerosos se van volviendo más agresivos y, por tener, hasta ocurre que, siendo una actividad ilegal, han conseguido ( ayudados por Podemos) constituir su propio Sindicato con el que, en el colmo del absurdo, las autoridades catalanes parecen dispuestas a negociar.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que este “tigre” que ha dejado en libertad, imprudentemente, el señor Pedro Sánchez del PSOE, mucho nos tememos que va a necesitar cada día que pase mucha más carnaza para quedar saciado. No se ha cortado la invasión cuando se estaba a tiempo para ponerle remedio, mediante una Ley europea que fijara los procedimientos, el número y, especialmente, la clase de personas que pudieran acceder a Europa, para evitar algo que parece que nadie se está dando cuenta ¿ cuántos de todos estos que entran en España, huyen por su cuenta antes de ser fichados o reciben trato especial por ser menores o, incluso, se reparten por cupos entre las provincias para que se diluyan entre las respectivas poblaciones, aunque no tengan trabajo alguno, pudieran ser miembros del EI o de cualquier otra organización que planeara organizar un atentado en nuestro país? Es muy posible que haya casos en los que hasta la policía y la Guardia Civil, ignoren su existencia. Convendría pensar en todo ello.

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