Lo penúltimo que nos faltaba es que quintupliquen la tributación a las
viviendas vacías. Supongo que el lumbreras que ha ideado esta nueva
sangría al contribuyente tendrá en su mente preclara la idea de
solicitados pisos en las ciudades, cerrados al mercado por el egoísmo o
la usura de sus ruines dueños. Muy bien. Muera el capitalismo asesino.
Pero ¿qué pasa con nuestros pueblos, casi deshabitados, donde un millón
de casas vacías se mueren de pena y sólo suponen una onerosa carga para
sus dueños sin que puedan evitarlo? En mi pueblo, que no es de los
peores, la cuarta o quinta parte de las casas están vacías, y la mitad
de ellas en venta; y así se tiran lustros porque nadie las quiere ni
regaladas. Tampoco pueden alquilarse, sencillamente porque la demanda
es cero. ¿Entiende esto Pedro Sánchez? Ahora quiere sacudir a un millón
de infelices un zurriagazo fiscal por haber tenido la mala suerte de
heredar una o dos casas que no valen nada. Muy bonito, hombre.
Probablemente este señor no sepa que, a partir de cierto límite, la
avidez recaudatoria se convierte en algo inmoral. Y él está a punto de
rebasarlo.