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“Tres notas definen, a mi juicio, la democracia: participación activa de todos los sectores sociales en la tarea del poder; respeto auténtico, no retórico, por los derechos humanos; superación del nacionalismo belicoso” Joaquín Ruiz Jiménez

¿Qué democracia es la que se inventan los soberanistas catalanes?

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En ocasiones uno siente como si todo lo que ha aprendido durante su vida no fuera más que un conjunto de sandeces cuando observa a determinados personajes atribuirse por su cuenta la correcta interpretación de ciertos términos que, por raro que pueda ser en boca de personas a las que se les atribuye una cierta dosis de sentido común, no dudan en utilizarnos de una manera sectaria, irregular, desbaratada y absolutamente contraria a la que la hermenéutica política le ha venido asignando desde que alguien lo definió, ya en tiempo de los primeros siglos de Grecia, como: “Se conoce como democracia a la forma de gobierno que se caracteriza por hacer que el poder recaiga sobre el pueblo. Es decir, que las decisiones tomadas por el Ejecutivo sean consultadas por un grupo elegido por la población. El origen etimológico de la palabra proviene del griego y significa pueblo y gobierno.”


En Cataluña, desde antes inclusive de que el señor Artur Mas levantara la bandera del independentismo, ya hubo alguien que se empeñó en usar el término democrático para avalar la apócrifo y absurda pretensión de pretender que, dentro de una nación regida por los principios democráticos vigentes en todos los países de nuestro entorno, una parte de la misma, una minoría que pretende ser distinta al resto de la ciudadanía, que tiene ínfulas de pertenecer a una raza superior ¿les suena a ustedes esta extraña forma de pensar de cuando en Alemania el señor Adolfo Hitler fundó la Orden Negra como descendiente espiritual de los héroes de la Alemania pagana y medieval. Ya en la tetralogía de grandes óperas: el Oro del Ring, La valquiria, Sigfrido y el Ocaso de los dioses, del compositor favorito del Fürer alemán, Richard Wagner, en la que se desarrollaba una tierra de dioses, gigantes, dragones, superhéroes y enanos subhumanos esclavizados, en la que un anillo mágico y una espada encantada otorgaba a su propietario un poder y una invencibilidad ilimitados. A este sentimiento de raza privilegiada también contribuyó el filósofo Friedrich Nietzsche en cuya obra Hombre y superhombre dividió el mundo en maestros y esclavos. De estos precedentes surgió la sociedad Thule (La tierra del fin del mundo) de donde se suponía que había surgido la raza germánica.


En realidad la historia de Cataluña y sus ansias independentistas no llega a tener el boato, el rango o los orígenes presuntamente divinos del nazismo alemán y, contrariamente a lo que se podría esperar de quienes presumen de ser superiores al resto de españoles, toda su pretendida justificación para pretender tener el derecho de ser una nación distinta de España se basa en una sonada derrota sufrida por el señor Casanova por parte de las tropas del borbón Felipe V y no en una guerra “independentista” sino en una cuestión de sucesión dinásticas entre los Austrias y los Borbones. Llama pues la atención que todos los que han ocupado puestos preeminentes en la política catalana desde que surgió con fuerza el movimiento independentista, a falta de mejores avales, de pretendidas estirpes dinásticas, como ocurre en el caso de la Escocia en el Reino Unido, que nunca tuvieron, se han dedicado a apelar a una supuesta democracia con laa que han pretendido imponerse a un país democrático como es España contra cuya democracia intentan luchar. ¿Habrase visto una situación más absurda y carente de la más mínima legitimidad?


El colmo del evidente intento de rebelión de quienes se han levantado en contra de las leyes del Estado, con la pretensión de emanciparse de la tutela del Estado español, estriba en que se les ha pretendido calificar como presos políticos a quienes, sin el menor escrúpulo, pese a ser funcionarios públicos del Estado español, no dudaron en rebelarse en contra del mandato del Parlamento español y desoír al TC cuando les advirtió de que el Parlamento de Cataluña no tenía entre sus funciones la de levantarse contra el mandato constitucional y celebrar un referendo sin estar debidamente autorizados para ello. Un referendo que, por otra parte estaba basado en consultar al pueblo catalán si quería seguir dentro de España o bien adoptar por la independencia, algo que de haberse accedido a que se celebrase hubiera supuesto que el Estado español estaba dispuesto a hacerse el haraquiri.


Ahora todo rueda a cerca de los próximos juicios que van a tener lugar dentro de unos meses. El señor Puigdemont y toda su camarilla de prófugos de la Justicia, intentan por todos los medios que el pueblo catalán (entendemos que los favorables a la independencia) se levante, aprovechando el día 17 del corriente mes, fecha en la que se conmemora el trágico atentado que tuvo lugar en Barcelona, a la que van a asistir, si no se produce contraorden, el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno, para presidir el acto. Una circunstancia que ha obligado a los organizadores de las protestas contra la figura del monarca al que se niegan a reconocer como tal, ante la repulsa generalizada a que se atacase impunemente a SM a querer hacer marcha atrás lo que no implica que algunos extremistas, tanto de Crida per la Republique Catalana o la CUP, decidan motu proprio organizarle una algarada a Felipe VI que ponga en graves aprietos a las fuerzas del orden encargadas de la seguridad del monarca. En otro comentario ya expresamos nuestras dudas sobre que se le obligara al monarca a formar parte de una manifestación en la que, los separatistas, tuvieran ocasión de mostrar su rechazo a la monarquía.


Estamos ante la evidencia de que el señor P.Sánchez, el líder del PSOE, se encuentra en la tesitura de intentar, por todos los medios a su alcance, demostrar que está en condiciones de dominar la situación en España, y esto supone calmar a los revolucionarios independentistas que amenazan con que esta postura contagie a los vascos de Urkullu que ya están llevando a cabo movimientos de solidaridad con los catalanes, dispuestos a que, todo lo que se les conceda también se les sea otorgado a los vascos. Lo que todavía parece que no se sabe es lo que está dispuesto a concederles a los catalanes y a los vascos el señor Sánchez para conseguir su apoyo en todo lo que quede de legislatura. No obstante hay algo que les puede fallar y, en este caso, se trata de los de Podemos, evidentemente en una situación poco airosa desde que los del PSOE pusieron en marcha y ganaron la moción de censura.


Tanto Ciudadanos como Podemos quedaron colgados del pincel con la maniobra de Sánchez y faltará ver lo que Podemos va a querer sacar del PSOE después de que los socialistas hayan querido invadir su terreno al escorarse a la izquierda para, precisamente, conseguir los votos de los más críticos con el PP y Ciudadanos. Puede que el tiempo que todavía queda para las próximas elecciones de marzo del 2020, pueda resultarle un camino demasiado escabroso para un partido socialista que pretende gobernar con 84 escaños en el Parlamento y que, para obtener la mayoría suficiente para sacar adelante sus proyectos de ley sabe que va a necesitar el apoyo de comunistas, separatistas y algún voto disperso más, algo que, si no es imposible sobre el papel, es evidente que, en la realidad, va a depender de demasiadas circunstancias para que se pueda afirmar que, el PSOE, puede mantenerse en el poder todo lo que le queda de legislatura.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos deseando que la nueva dirección del PP, desde su lugar en la oposición y con la ventaja de tener la mayoría absoluta en el Senado, inicie su nueva campaña marcando de cerca, como lo hizo él antes cuando gobernaba Rajoy, cada una de las decisiones que tome el nuevo ejecutivo, sin que ello signifique que no deba apoyar al Gobierno en lo que sea avorable el pueblo español, pero siendo inflexible en todo aquellos que signifique cesiones al soberanismo separatista o al mantenimiento de nuestro sistema de gobierno, señalado en nuestra Constitución de 1978.

¿Qué democracia es la que se inventan los soberanistas catalanes?

“Tres notas definen, a mi juicio, la democracia: participación activa de todos los sectores sociales en la tarea del poder; respeto auténtico, no retórico, por los derechos humanos; superación del nacionalismo belicoso” Joaquín Ruiz Jiménez
Miguel Massanet
martes, 14 de agosto de 2018, 07:31 h (CET)

En ocasiones uno siente como si todo lo que ha aprendido durante su vida no fuera más que un conjunto de sandeces cuando observa a determinados personajes atribuirse por su cuenta la correcta interpretación de ciertos términos que, por raro que pueda ser en boca de personas a las que se les atribuye una cierta dosis de sentido común, no dudan en utilizarnos de una manera sectaria, irregular, desbaratada y absolutamente contraria a la que la hermenéutica política le ha venido asignando desde que alguien lo definió, ya en tiempo de los primeros siglos de Grecia, como: “Se conoce como democracia a la forma de gobierno que se caracteriza por hacer que el poder recaiga sobre el pueblo. Es decir, que las decisiones tomadas por el Ejecutivo sean consultadas por un grupo elegido por la población. El origen etimológico de la palabra proviene del griego y significa pueblo y gobierno.”


En Cataluña, desde antes inclusive de que el señor Artur Mas levantara la bandera del independentismo, ya hubo alguien que se empeñó en usar el término democrático para avalar la apócrifo y absurda pretensión de pretender que, dentro de una nación regida por los principios democráticos vigentes en todos los países de nuestro entorno, una parte de la misma, una minoría que pretende ser distinta al resto de la ciudadanía, que tiene ínfulas de pertenecer a una raza superior ¿les suena a ustedes esta extraña forma de pensar de cuando en Alemania el señor Adolfo Hitler fundó la Orden Negra como descendiente espiritual de los héroes de la Alemania pagana y medieval. Ya en la tetralogía de grandes óperas: el Oro del Ring, La valquiria, Sigfrido y el Ocaso de los dioses, del compositor favorito del Fürer alemán, Richard Wagner, en la que se desarrollaba una tierra de dioses, gigantes, dragones, superhéroes y enanos subhumanos esclavizados, en la que un anillo mágico y una espada encantada otorgaba a su propietario un poder y una invencibilidad ilimitados. A este sentimiento de raza privilegiada también contribuyó el filósofo Friedrich Nietzsche en cuya obra Hombre y superhombre dividió el mundo en maestros y esclavos. De estos precedentes surgió la sociedad Thule (La tierra del fin del mundo) de donde se suponía que había surgido la raza germánica.


En realidad la historia de Cataluña y sus ansias independentistas no llega a tener el boato, el rango o los orígenes presuntamente divinos del nazismo alemán y, contrariamente a lo que se podría esperar de quienes presumen de ser superiores al resto de españoles, toda su pretendida justificación para pretender tener el derecho de ser una nación distinta de España se basa en una sonada derrota sufrida por el señor Casanova por parte de las tropas del borbón Felipe V y no en una guerra “independentista” sino en una cuestión de sucesión dinásticas entre los Austrias y los Borbones. Llama pues la atención que todos los que han ocupado puestos preeminentes en la política catalana desde que surgió con fuerza el movimiento independentista, a falta de mejores avales, de pretendidas estirpes dinásticas, como ocurre en el caso de la Escocia en el Reino Unido, que nunca tuvieron, se han dedicado a apelar a una supuesta democracia con laa que han pretendido imponerse a un país democrático como es España contra cuya democracia intentan luchar. ¿Habrase visto una situación más absurda y carente de la más mínima legitimidad?


El colmo del evidente intento de rebelión de quienes se han levantado en contra de las leyes del Estado, con la pretensión de emanciparse de la tutela del Estado español, estriba en que se les ha pretendido calificar como presos políticos a quienes, sin el menor escrúpulo, pese a ser funcionarios públicos del Estado español, no dudaron en rebelarse en contra del mandato del Parlamento español y desoír al TC cuando les advirtió de que el Parlamento de Cataluña no tenía entre sus funciones la de levantarse contra el mandato constitucional y celebrar un referendo sin estar debidamente autorizados para ello. Un referendo que, por otra parte estaba basado en consultar al pueblo catalán si quería seguir dentro de España o bien adoptar por la independencia, algo que de haberse accedido a que se celebrase hubiera supuesto que el Estado español estaba dispuesto a hacerse el haraquiri.


Ahora todo rueda a cerca de los próximos juicios que van a tener lugar dentro de unos meses. El señor Puigdemont y toda su camarilla de prófugos de la Justicia, intentan por todos los medios que el pueblo catalán (entendemos que los favorables a la independencia) se levante, aprovechando el día 17 del corriente mes, fecha en la que se conmemora el trágico atentado que tuvo lugar en Barcelona, a la que van a asistir, si no se produce contraorden, el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno, para presidir el acto. Una circunstancia que ha obligado a los organizadores de las protestas contra la figura del monarca al que se niegan a reconocer como tal, ante la repulsa generalizada a que se atacase impunemente a SM a querer hacer marcha atrás lo que no implica que algunos extremistas, tanto de Crida per la Republique Catalana o la CUP, decidan motu proprio organizarle una algarada a Felipe VI que ponga en graves aprietos a las fuerzas del orden encargadas de la seguridad del monarca. En otro comentario ya expresamos nuestras dudas sobre que se le obligara al monarca a formar parte de una manifestación en la que, los separatistas, tuvieran ocasión de mostrar su rechazo a la monarquía.


Estamos ante la evidencia de que el señor P.Sánchez, el líder del PSOE, se encuentra en la tesitura de intentar, por todos los medios a su alcance, demostrar que está en condiciones de dominar la situación en España, y esto supone calmar a los revolucionarios independentistas que amenazan con que esta postura contagie a los vascos de Urkullu que ya están llevando a cabo movimientos de solidaridad con los catalanes, dispuestos a que, todo lo que se les conceda también se les sea otorgado a los vascos. Lo que todavía parece que no se sabe es lo que está dispuesto a concederles a los catalanes y a los vascos el señor Sánchez para conseguir su apoyo en todo lo que quede de legislatura. No obstante hay algo que les puede fallar y, en este caso, se trata de los de Podemos, evidentemente en una situación poco airosa desde que los del PSOE pusieron en marcha y ganaron la moción de censura.


Tanto Ciudadanos como Podemos quedaron colgados del pincel con la maniobra de Sánchez y faltará ver lo que Podemos va a querer sacar del PSOE después de que los socialistas hayan querido invadir su terreno al escorarse a la izquierda para, precisamente, conseguir los votos de los más críticos con el PP y Ciudadanos. Puede que el tiempo que todavía queda para las próximas elecciones de marzo del 2020, pueda resultarle un camino demasiado escabroso para un partido socialista que pretende gobernar con 84 escaños en el Parlamento y que, para obtener la mayoría suficiente para sacar adelante sus proyectos de ley sabe que va a necesitar el apoyo de comunistas, separatistas y algún voto disperso más, algo que, si no es imposible sobre el papel, es evidente que, en la realidad, va a depender de demasiadas circunstancias para que se pueda afirmar que, el PSOE, puede mantenerse en el poder todo lo que le queda de legislatura.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos deseando que la nueva dirección del PP, desde su lugar en la oposición y con la ventaja de tener la mayoría absoluta en el Senado, inicie su nueva campaña marcando de cerca, como lo hizo él antes cuando gobernaba Rajoy, cada una de las decisiones que tome el nuevo ejecutivo, sin que ello signifique que no deba apoyar al Gobierno en lo que sea avorable el pueblo español, pero siendo inflexible en todo aquellos que signifique cesiones al soberanismo separatista o al mantenimiento de nuestro sistema de gobierno, señalado en nuestra Constitución de 1978.

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