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En el horizonte convergen hoy
todas las mitades en busca del todo,
como en un apocalipsis bibílico
se levanta lo que estuvo alguna vez
dispuesto a ser presencia constante.
Julio sabe que por ser verano
nadie se atreve a reprochar
su crueldad de fuego
ni su falta de personalidad
ni su poco interés en la historia;
quizá, por eso,
se han empuñado revoluciones,
golpes de estado, suicidios célebres
y viajes a la Luna bajo su manto.
Julio es tan sólo,
la antesala de las cosechas de agosto,
lo que en septiembre será roja sangre
dispuesta a ser vino en las gargantas
se le debe al ardor guerrero
de las tardes de julio y su terca caricia
en el sarmiento retorcido.
Por ese motivo, hoy,
agonizando ya julio bajo la espada
de los hoplitas flamígeros de agosto,
las mitades vuelen a ser presencia
bajo la luna menguante del estío mediado
y la belleza de las noches alargando
bajo la lluvia de Perseidas
abre la esperanza del renacer liberador
de un lejano, pero ya visible,
otoño.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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