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“La cotidianeidad nos teje, diariamente, una telaraña en los ojos” Oliveiro Girondo

Casado debe evitar la telaraña de Soraya

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Si durante todo el periodo preelectoral hemos estado advirtiendo del peligro que representaba, para el PP, el volverle a dar poder a la señora Sáez de Santamaría ha sido porque, sin duda alguna, hemos estado convencidos de que el declive evidente del partido ha sido debido, en gran parte, a la influencia que dicha señora ha venido teniendo sobre la persona de don Mariano Rajoy. Sus iniciativas y sus trapicheos dentro del partido ya anunciaban que, esta señora, buscaba por los medios que fueren, alcanzar el puesto de delfina del presidente, otorgándose el derecho a ocupar su lugar, cuando las circunstancias se lo permitieran; lo que llegó cuando el presidente del PP decidió que ya había estado demasiado tiempo presidiendo el partido y que había llegado el momento de dejar paso libre a su sucesor, fueses éste quien fuese. Lo hizo con elegancia y en ningún momento dejó dicho, oficialmente, en quien pensaba para cubrir su puesto cuando volvió a su profesión de registrados de la propiedad en la localidad de Santa Pola.


Las primarias celebradas en el seno del PP se puede decir que han sido ejemplares, naturalmente dentro lo que cabe cuando se trata de una formación no acostumbrada a estas prácticas democráticas, y ninguno de los dos beneficiados principales del sistema de elecciones escogido (a doble vuelta y con compromisarios decidiendo) puede quejarse de las oportunidades que ha tenido para dar a conocer su programa de gobierno. Es cierto que muchos hubiéramos deseado que los gestores de los comicios se hubieran olvidado de ciertos formalismos y hubieran permitido un debate o dos, el primero entre los seis candidatos presentados y, un segundo, entre los dos finalistas (algo que, en cierta manera, tuvo lugar el mismo día en el que fue elegido el nuevo presidente del partido, don Pablo Casado).


Han pasado unos días desde aquel acontecimiento y las aguas de la normalidad dentro del PP han vuelto a su cauce. No obstante, el señor Casado habló de integrar al equipo de su antagonista dentro del equipo de los nuevos gestores, intentando que, tendiendo la mano a sus antagonistas en la lucha por la presidencia, se pudiera alcanzar la unidad que, desde todos los ámbitos del PP, sus miembros y simpatizantes han estado demandando para que sus múltiples enemigos en el campo de la política, no tuvieran posibilidad de intentar abrir brechas en lo que debiera ser la férrea fortaleza del nuevo partido surgido de las urnas de las votaciones presidenciales. Y es cierto que Casado no ha tardado en ponerse a trabajar, empezando por recibir en la calle Génova al señor Rajoy, su predecesor en el cargo; al señor Aznar, toda una institución dentro del partido de Fraga y, ayer mismo, a la ex vicepresidenta del gobierno, señora Sáez de Santamaría. Si las dos anteriores visitas se pueden calificar de protocolarias y de obligada cortesía, especialmente en el caso del señor Aznar, cuyas malas relaciones con Rajoy ya se habían convertido en endémicas, con el que al señor Casado le unían viejos vínculos de tiempos de la presidencia de don José Mª, y con quién es evidente que se han reanudado las buenas relaciones que, el expresidente, mantenía antes de que Rajoy emprendiera una ruta política con la que no comulgaba Aznar.


Por el contrario, la entrevista con la señora Sáez de Santamaría, sin duda se presentaba más complicada, porque se trataba de restañar una heridas que, para ambas partes, resultan demasiado recientes para que puedan sanar con la rapidez que, seguramente, ambas personas quisieran pero, especialmente en el caso de la derrotada, el acíbar del amor propio dañado, de la humillación que le proporcionaron las urnas y el desaire de verse traicionada por aquellos que, seguramente, le habían prometido votarla pero que, más tarde, cambiaron de opinión; es posible que, en este primer contacto, hayan sido demasiado para pedirle que de su brazo a torcer ante un adversario pletórico a causa de su indudable triunfo y abultada victoria sobre su adversaria.


En todo caso, el señor Casado debiera de empezar por mostrar su firmeza con su adversaria política, para marcar el territorio en el que cada uno de ellos debe poder moverse en el futuro, sin interferencias, zancadillas o mal entendidos que, en un momento determinado, provocasen que una parte del partido decidiera presentar batalla a la nueva dirección. La situación del país, el cúmulo de partidos que han entrado en liza durante los últimos años, que han provocado que, lo que hace un par de años era un claro bipartidismo en las Cortes, en la actualidad, después de unas votaciones que se han repetido en un escaso lapso de tiempo, debido a la inestabilidad de nuestra clase política; las antiguas mayorías hayan sido sustituidas por la necesidad de pactar con otras facciones del Parlamento y del Senado ( en la actualidad dominado por el PP) para conseguir formar gobiernos minoritarios, muy dependientes de los apoyos que puedan conseguir para poder mantener unas políticas que, necesariamente, comportan cesiones a quienes se ofrecen a apoyarlas.


Buscar la unidad del partido, conforme. Dejarse chantajear con exigencias que suponen ceder más poder que el estrictamente necesario, a un adversario que acaba de ser derrotado y que, por mucho que intente aparentar que no ha perdido el apoyo de los que la ayudaron a aspirar al cargo de presidente, todos saben que cuando llegue el momento, de hecho ya viene sucediendo, todos los que se equivocaron de aspirante van a intentar hacerse perdonar por el vencedor, para conseguir entrar en alguna de las comisiones, empleos o beneficios que les pudieran llegar, sabiendo que de la señora Santamaría, por mucho que le fueran adictos, poco o nada van a conseguir arañar.


Pero que nadie se confíe, que nadie dude de que la ex vicepresidenta tiene en su poder algunos ases que va a hacer valer en el momento que le convenga. Que la petición que le ha hecho al presidente Casado, de que le otorgue poder por el 43 por ciento de compromisarios que votaron a su favor es, sin duda, exagerada y a mi modesto entender, inadmisible; precisamente por lo mismo que estuvimos en contra de que fuera elegida para el cargo al que aspiraba. Ella formó parte, en un lugar esencial, del anterior gobierno del PP, a las órdenes de don Mariano Rajoy y, por añadidura, estuvo en el exclusivo círculo de confianza del presidente. Ella fue la encargada de llevar adelante todo lo relativo al problema catalán y la que fue comisionada para desplazarse a Barcelona para intentar evitar la declaración de independencia, con resultados fácilmente valorables si se tiene en cuenta lo que sucedió días después. Su mismo discurso el día de las votaciones, la forma altanera en la que se expresó, sus miradas prepotentes y sus pausas grandilocuentes, fueron la más clara muestra del talante de dicha señora, evidentemente endiosada por todo lo que pensaba que había conseguido y por su posición privilegiada dentro del partido; cuando es evidente que estuvo gestionando la caída de la señora Cospedal y la del propio García Margallo, defenestrado por oponerse a los deseos de la señora vicepresidenta.


Debería el señor Pablo Casado tratar con tiento el tema de la señora Santamaría y haría bien en darle un puesto desde el cual no pudiera devolverle el “regalo” con el que ella se ha visto obligada a apechugar, como consecuencia de su inesperada derrota. No dudamos de que, el nuevo encargado de presidir el PP, es persona lo suficientemente avispada para saber que en su adversaria tiene, pese a sus demostraciones de lealtad y de voluntad de unidad, una víctima de su propia soberbia, algo que nunca va a querer reconocer y ello será lo que, probablemente, la haga reclamar más de lo que, cualquier vencedor estaría dispuesto a conceder, o sea: una cuota de poder elevada dentro del PP.


Sin duda alguna, la victoria de Pablo Casado ha sido una saludable inyección de optimismo y un reactivo para todos aquellos socios y simpatizantes del PP que permanecían aletargados en la abulia de quienes han perdido las esperanzas de que surgiera alguien con arrestos, capaz de intentar devolver a la formación aquellas virtudes, objetivos, sentimientos, valores, empeños y fortalezas que daba la sensación de que, con los anteriores dirigentes, habían pasado a un segundo plano, dejándolo todo supeditado a conseguir votantes de otros partidos aunque ello significara transigir en cuestiones, como el aborto u otros tipos de cesiones que, en ningún caso se les podía permitir a quienes formaran parte del partido de derechas, creado por don Manuel Fraga.


O así es como, señores, desde la órbita de un ciudadano de a pie, un español al que la victoria del señor Casado ha conseguido elevarle la moral y le ha permitido recobrar la esperanza de que no todo está perdido y que existen posibilidades para que, de aquí a un tiempo, el PP pueda conseguir recobrar aquellos años de esplendor que se tuvieron durante el mandato del señor Aznar. Sería una lástima que después del proceso, siempre dificultoso de las primarias, por resentimiento o por resquemor de alguien, se echara a perder esta nueva expectativa que ha servido, sin duda, para enseñarles el camino a seguir por todos aquellos que estuvieron dudando a quien entregarle su voto de derechas o centro derecha. Sin duda, el camino está abierto a la refundación, con la que muchos soñamos.

Casado debe evitar la telaraña de Soraya

“La cotidianeidad nos teje, diariamente, una telaraña en los ojos” Oliveiro Girondo
Miguel Massanet
jueves, 26 de julio de 2018, 06:38 h (CET)

Si durante todo el periodo preelectoral hemos estado advirtiendo del peligro que representaba, para el PP, el volverle a dar poder a la señora Sáez de Santamaría ha sido porque, sin duda alguna, hemos estado convencidos de que el declive evidente del partido ha sido debido, en gran parte, a la influencia que dicha señora ha venido teniendo sobre la persona de don Mariano Rajoy. Sus iniciativas y sus trapicheos dentro del partido ya anunciaban que, esta señora, buscaba por los medios que fueren, alcanzar el puesto de delfina del presidente, otorgándose el derecho a ocupar su lugar, cuando las circunstancias se lo permitieran; lo que llegó cuando el presidente del PP decidió que ya había estado demasiado tiempo presidiendo el partido y que había llegado el momento de dejar paso libre a su sucesor, fueses éste quien fuese. Lo hizo con elegancia y en ningún momento dejó dicho, oficialmente, en quien pensaba para cubrir su puesto cuando volvió a su profesión de registrados de la propiedad en la localidad de Santa Pola.


Las primarias celebradas en el seno del PP se puede decir que han sido ejemplares, naturalmente dentro lo que cabe cuando se trata de una formación no acostumbrada a estas prácticas democráticas, y ninguno de los dos beneficiados principales del sistema de elecciones escogido (a doble vuelta y con compromisarios decidiendo) puede quejarse de las oportunidades que ha tenido para dar a conocer su programa de gobierno. Es cierto que muchos hubiéramos deseado que los gestores de los comicios se hubieran olvidado de ciertos formalismos y hubieran permitido un debate o dos, el primero entre los seis candidatos presentados y, un segundo, entre los dos finalistas (algo que, en cierta manera, tuvo lugar el mismo día en el que fue elegido el nuevo presidente del partido, don Pablo Casado).


Han pasado unos días desde aquel acontecimiento y las aguas de la normalidad dentro del PP han vuelto a su cauce. No obstante, el señor Casado habló de integrar al equipo de su antagonista dentro del equipo de los nuevos gestores, intentando que, tendiendo la mano a sus antagonistas en la lucha por la presidencia, se pudiera alcanzar la unidad que, desde todos los ámbitos del PP, sus miembros y simpatizantes han estado demandando para que sus múltiples enemigos en el campo de la política, no tuvieran posibilidad de intentar abrir brechas en lo que debiera ser la férrea fortaleza del nuevo partido surgido de las urnas de las votaciones presidenciales. Y es cierto que Casado no ha tardado en ponerse a trabajar, empezando por recibir en la calle Génova al señor Rajoy, su predecesor en el cargo; al señor Aznar, toda una institución dentro del partido de Fraga y, ayer mismo, a la ex vicepresidenta del gobierno, señora Sáez de Santamaría. Si las dos anteriores visitas se pueden calificar de protocolarias y de obligada cortesía, especialmente en el caso del señor Aznar, cuyas malas relaciones con Rajoy ya se habían convertido en endémicas, con el que al señor Casado le unían viejos vínculos de tiempos de la presidencia de don José Mª, y con quién es evidente que se han reanudado las buenas relaciones que, el expresidente, mantenía antes de que Rajoy emprendiera una ruta política con la que no comulgaba Aznar.


Por el contrario, la entrevista con la señora Sáez de Santamaría, sin duda se presentaba más complicada, porque se trataba de restañar una heridas que, para ambas partes, resultan demasiado recientes para que puedan sanar con la rapidez que, seguramente, ambas personas quisieran pero, especialmente en el caso de la derrotada, el acíbar del amor propio dañado, de la humillación que le proporcionaron las urnas y el desaire de verse traicionada por aquellos que, seguramente, le habían prometido votarla pero que, más tarde, cambiaron de opinión; es posible que, en este primer contacto, hayan sido demasiado para pedirle que de su brazo a torcer ante un adversario pletórico a causa de su indudable triunfo y abultada victoria sobre su adversaria.


En todo caso, el señor Casado debiera de empezar por mostrar su firmeza con su adversaria política, para marcar el territorio en el que cada uno de ellos debe poder moverse en el futuro, sin interferencias, zancadillas o mal entendidos que, en un momento determinado, provocasen que una parte del partido decidiera presentar batalla a la nueva dirección. La situación del país, el cúmulo de partidos que han entrado en liza durante los últimos años, que han provocado que, lo que hace un par de años era un claro bipartidismo en las Cortes, en la actualidad, después de unas votaciones que se han repetido en un escaso lapso de tiempo, debido a la inestabilidad de nuestra clase política; las antiguas mayorías hayan sido sustituidas por la necesidad de pactar con otras facciones del Parlamento y del Senado ( en la actualidad dominado por el PP) para conseguir formar gobiernos minoritarios, muy dependientes de los apoyos que puedan conseguir para poder mantener unas políticas que, necesariamente, comportan cesiones a quienes se ofrecen a apoyarlas.


Buscar la unidad del partido, conforme. Dejarse chantajear con exigencias que suponen ceder más poder que el estrictamente necesario, a un adversario que acaba de ser derrotado y que, por mucho que intente aparentar que no ha perdido el apoyo de los que la ayudaron a aspirar al cargo de presidente, todos saben que cuando llegue el momento, de hecho ya viene sucediendo, todos los que se equivocaron de aspirante van a intentar hacerse perdonar por el vencedor, para conseguir entrar en alguna de las comisiones, empleos o beneficios que les pudieran llegar, sabiendo que de la señora Santamaría, por mucho que le fueran adictos, poco o nada van a conseguir arañar.


Pero que nadie se confíe, que nadie dude de que la ex vicepresidenta tiene en su poder algunos ases que va a hacer valer en el momento que le convenga. Que la petición que le ha hecho al presidente Casado, de que le otorgue poder por el 43 por ciento de compromisarios que votaron a su favor es, sin duda, exagerada y a mi modesto entender, inadmisible; precisamente por lo mismo que estuvimos en contra de que fuera elegida para el cargo al que aspiraba. Ella formó parte, en un lugar esencial, del anterior gobierno del PP, a las órdenes de don Mariano Rajoy y, por añadidura, estuvo en el exclusivo círculo de confianza del presidente. Ella fue la encargada de llevar adelante todo lo relativo al problema catalán y la que fue comisionada para desplazarse a Barcelona para intentar evitar la declaración de independencia, con resultados fácilmente valorables si se tiene en cuenta lo que sucedió días después. Su mismo discurso el día de las votaciones, la forma altanera en la que se expresó, sus miradas prepotentes y sus pausas grandilocuentes, fueron la más clara muestra del talante de dicha señora, evidentemente endiosada por todo lo que pensaba que había conseguido y por su posición privilegiada dentro del partido; cuando es evidente que estuvo gestionando la caída de la señora Cospedal y la del propio García Margallo, defenestrado por oponerse a los deseos de la señora vicepresidenta.


Debería el señor Pablo Casado tratar con tiento el tema de la señora Santamaría y haría bien en darle un puesto desde el cual no pudiera devolverle el “regalo” con el que ella se ha visto obligada a apechugar, como consecuencia de su inesperada derrota. No dudamos de que, el nuevo encargado de presidir el PP, es persona lo suficientemente avispada para saber que en su adversaria tiene, pese a sus demostraciones de lealtad y de voluntad de unidad, una víctima de su propia soberbia, algo que nunca va a querer reconocer y ello será lo que, probablemente, la haga reclamar más de lo que, cualquier vencedor estaría dispuesto a conceder, o sea: una cuota de poder elevada dentro del PP.


Sin duda alguna, la victoria de Pablo Casado ha sido una saludable inyección de optimismo y un reactivo para todos aquellos socios y simpatizantes del PP que permanecían aletargados en la abulia de quienes han perdido las esperanzas de que surgiera alguien con arrestos, capaz de intentar devolver a la formación aquellas virtudes, objetivos, sentimientos, valores, empeños y fortalezas que daba la sensación de que, con los anteriores dirigentes, habían pasado a un segundo plano, dejándolo todo supeditado a conseguir votantes de otros partidos aunque ello significara transigir en cuestiones, como el aborto u otros tipos de cesiones que, en ningún caso se les podía permitir a quienes formaran parte del partido de derechas, creado por don Manuel Fraga.


O así es como, señores, desde la órbita de un ciudadano de a pie, un español al que la victoria del señor Casado ha conseguido elevarle la moral y le ha permitido recobrar la esperanza de que no todo está perdido y que existen posibilidades para que, de aquí a un tiempo, el PP pueda conseguir recobrar aquellos años de esplendor que se tuvieron durante el mandato del señor Aznar. Sería una lástima que después del proceso, siempre dificultoso de las primarias, por resentimiento o por resquemor de alguien, se echara a perder esta nueva expectativa que ha servido, sin duda, para enseñarles el camino a seguir por todos aquellos que estuvieron dudando a quien entregarle su voto de derechas o centro derecha. Sin duda, el camino está abierto a la refundación, con la que muchos soñamos.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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