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V. Rodríguez, Zaragoza

Salida a la Mesa de los Tres Reyes

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Un mar en calma inunda el valle de Linza a rebosar. El sol, con su natural timidez, no se atreve a asomar la cabeza por encima de las montañas (se pone rojo). Los cíclopes se estiran, se frotan los ojos y bostezan, diciendo:”Un poco más.” Se hacen las remolones y se dan la vuelta. Mientras ascendemos a la Mesa de los Tres Reyes, las recatadas flores cruzan las piernas para no dejarnos ver el esplendor bajo sus faldas... 


Transportados por el verdor del campo, percibimos el balido inválido de varias ovejas... El camino es tendido, colgado con pinzas bajo las delicadas rocas que son lastimadas a diario por la insensibilidad del aire y el agua. A tragos largos nos bebemos el paisaje por los ojos, hasta embriagarnos.


Al llegar a los pies del coloso, las prominencias nos hacen saltar de aquí para allá: ¡plin, plas! Placas de ribeteados helados de limón y naranja, adornan los pies del coqueto gigante; y una apretada faja le ciñe la tripa. Mientras trepamos a la cumbre, giramos la cara como sin no nos hubiéramos dado cuenta, (hay que ser mirado). Un pie clavamos junto a San Javier y su minimalista castillo, y con presteza los saludamos.


Desde allí, el paisaje que se divisa es una pasada, y mi compañero y yo nos chocamos la mano... Para mi gusto, esta excursión merece un 10. Tiempo estimado: de 7 a 8 h. Desnivel positivo: 1404 m. Dificultad alta. Altitud: 2444 m. ¡Porfa! Sobre todo, es muy recomendable no subir con chanclas. Botas, id con botas, gracias…

Salida a la Mesa de los Tres Reyes

V. Rodríguez, Zaragoza
Lectores
jueves, 19 de julio de 2018, 02:41 h (CET)

Un mar en calma inunda el valle de Linza a rebosar. El sol, con su natural timidez, no se atreve a asomar la cabeza por encima de las montañas (se pone rojo). Los cíclopes se estiran, se frotan los ojos y bostezan, diciendo:”Un poco más.” Se hacen las remolones y se dan la vuelta. Mientras ascendemos a la Mesa de los Tres Reyes, las recatadas flores cruzan las piernas para no dejarnos ver el esplendor bajo sus faldas... 


Transportados por el verdor del campo, percibimos el balido inválido de varias ovejas... El camino es tendido, colgado con pinzas bajo las delicadas rocas que son lastimadas a diario por la insensibilidad del aire y el agua. A tragos largos nos bebemos el paisaje por los ojos, hasta embriagarnos.


Al llegar a los pies del coloso, las prominencias nos hacen saltar de aquí para allá: ¡plin, plas! Placas de ribeteados helados de limón y naranja, adornan los pies del coqueto gigante; y una apretada faja le ciñe la tripa. Mientras trepamos a la cumbre, giramos la cara como sin no nos hubiéramos dado cuenta, (hay que ser mirado). Un pie clavamos junto a San Javier y su minimalista castillo, y con presteza los saludamos.


Desde allí, el paisaje que se divisa es una pasada, y mi compañero y yo nos chocamos la mano... Para mi gusto, esta excursión merece un 10. Tiempo estimado: de 7 a 8 h. Desnivel positivo: 1404 m. Dificultad alta. Altitud: 2444 m. ¡Porfa! Sobre todo, es muy recomendable no subir con chanclas. Botas, id con botas, gracias…

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