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El “aparato” enmohecido del PP ve división donde hay catarsis

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Aquellos que se han instalado en la comodidad del conformismo y en la negativa a efectuar los cambios precisos para recuperar los valores irrenunciables de un PP con principios, insisten en que no debe tocarse nada y en seguir la vía Sáez de Santamaría, una de las artífices del desmoronamiento de la formación de Fraga.


Cuando aparecen nombres como el del señor Javier Arenas o el de la inefable Celia Villalobos

( una señora que se ha venido caracterizando por ser el “toque hortera” del partido) o el de Montoro, un ministro con evidentes toques de intransigencia, intervencionismo, hambruna recaudatoria y especiales formas de expresarse, siempre con el objetivo de hacerse más antipático ante los contribuyentes, tanto por sus formas desabridas como por su lenguaje más propio de un chulo de barrio que de un señor ministro de Hacienda, al que, máxime en un partido de derechas, se le debiera pedir más moderación y contención en sus declaraciones; como miembros de la “vieja guardia” del anterior gobierno, que han salido en defensa de la señora Sáez de Santamaría, es necesario reflexionar sobre el peligro de que esta aspirante, pudiera salir reelegida con el apoyo de semejante acompañamiento.


Es cierto que se han sabido mover para ponérselo difícil a los que, en pura teoría, deberían haber sido tratados con igualdad, con los mismos medios, con idénticas oportunidades para exponer sus programas como las que, por ejemplo, ha tenido la señora Santamaría, siempre en el foco de la propaganda partidista, pese a que su candidatura no hace más que prometer “más de lo mismo” ya que, esta señora, tiene pocas de las cualidades que piden los que han votado al partido y muchos de los defectos que han acompañado al señor Rajoy durante su presidencia, al menos en el apartado de política interna y de lucha contra el separatismo. Resulta verdaderamente chocante el que, los encargados de organizar este congreso en el que, los compromisarios han de votar al que deberá ser el nuevo presidente del partido, se hayan acogido como verdaderas lapas a un reglamento interno que, al parecer, estaba específicamente hecho para impedir que la democracia interna dentro del partido pudiera prevalecer ante la voluntad de los consabidos “poderes fácticos”, encargados de que nadie mueva un pelo dentro del aparato sin que ellos hubiesen dado su preceptivo visto bueno.


Cuesta entender que se hayan puesto trabas a que se celebrasen debates públicos entre los distintos candidatos, para que las bases del partido hubiesen tenido ocasión de conocer, directamente y a través de los protagonistas, las distintas posturas y proyectos de cada uno de los aspirantes; algo que hubiera ayudado a enriquecer esta fase democrática y, al tiempo, con toda seguridad, los votantes del partido hubiesen podido hacerlo con más conocimiento de causa y con más libertad de acción. Se trata, señores, de los mismos que cuando se hicieron con el poder dentro del PP se apresuraron a quitar de en medio a señores como Mayor Oreja, Pizarro, María San Gil, Carlos Iturgaiz y muchos otros que estorbaban a los recién llegados para la adaptación del PP a sus objetivos particulares. De hecho, al poco tiempo, pocos de los que lo venían votando se sentían representados por las innovaciones que, los que sustituyeron al señor Aznar, pusieron en marcha con la evidente intención de sacrificar principios por votos.


El señor De Grandes, uno de los dinosaurios del partido que se ha prestado a colaborar con el aparato en la organización del próximo XIX Congreso Extraordinario del PP, ante una situación novedosa para el PP, que anteriormente nunca se había enfrentado a unas “primarias”, en lugar de utilizar el sentido común y dedicarse a organizar unas elecciones que, sin duda, hubieran podido servir para animar a muchas personas que han abandonado el PP, asqueadas de que ninguna de las ofertas que se hicieron, cuando los dirigentes se promocionaban para las elecciones de noviembre del 2011, se cumpliera, (salvo en lo referente a rescatar a España de las manos de los hombres de negro); tuvieran ocasión de reconsiderar su postura y sintieran en las palabras de algunos de los nuevos aspirantes a dirigir el partido, el recuerdo de aquellas que los dirigentes de la vieja Alianza Popular pronunciaban cuando España estaba en manos de las izquierdas, que tanto contribuyeron a que aquella incipiente formación de derechas consiguiera llegar al gobierno de España de la mano de José María Aznar; parece que ha preferido

( empujado por el aparato del partido, inclinado del lado de la candidata Sáez de Santamaría) agarrarse a los tecnicismos, a reglamentos obsoletos que ahora pretenden resucitar cuando, en muchos otros aspectos de los principios fundamentales del partido, han sido olvidados en beneficio de otras políticas menos severas y más complacientes con las sostenidas por el resto de partidos del arco parlamentario y, por consiguiente, más populistas.


España y el propio PP necesitan que exista un partido de derechas que sirva de contrapeso a los intentos de la izquierda (últimamente reforzada por los comunistas de Podemos y por parte de los separatistas de la CUP o de ERC, que hoy son los que forman una parte importante de lo que pudiera considerarse la izquierda radical) partidaria de cambiar el sistema de Monarquía Parlamentaria, del que nos beneficiamos actualmente, por lo que fue la II República y toda la serie de acontecimientos, nefastos todos ellos, que se derivaron de ella que, como es sabido o, al menos debería serlo, acabó con la declaración de la guerra civil del 18 de julio de 1936. Lo que resulta evidente, hasta para las mentes más cerradas del PP, es que si se pretende seguir con el sistema implantado por el señor Rajoy, consistente en dejar que el tiempo resolviese los asuntos pendientes; en confiar en que, estando en el gobierno, iban a ser capaces de hacer frente, sin grandes problemas, al separatismo catalán al que, incomprensiblemente, le dieron poca importancia hasta que ya fue tarde para poder pararlo y, de ahí, la situación que ha acabado con el propio Rajoy, con una moción de censura y la situación de debilidad en la que ha quedado el PP, que si no es capaz de reaccionar poniendo al frente del mismo a un nuevo valor que sea capaz de volver a convertirse en la piedra en el zapato del señor Sánchez, de modo que consiga acabar con las veleidades de este gobierno socialista que está intentando vivir de las rentas de lo que fue el éxito de su moción de censura que, con toda probabilidad, dadas las veleidades del nuevo gobierno, empeñado en hacer ver que puede solucionar el problema de España aumentado el endeudamiento del país y subiendo los impuestos, dos actitudes equivocadas de las que pronto vamos a tener que responder ante la CE y ante los propios ciudadanos españoles, cuando comprueben que, en este mundo real, no ha lugar para utopías absurdas.


Seguramente será doloroso para todos aquellos que pensaron que el PP, un partido de derechas, podía subsistir jugando con sus miembros y simpatizantes, intentando compaginar las políticas tradicionales de intervención mínima del Estado en la actividad industrial y comercial privada; facilidades para el establecimiento de sociedades; libertad para la competencia libre entre agentes productivos; supresión de trabas administrativas; reducción de impuestos y control de los que pudieran establecerse por los gobiernos autonómicos; justicia despolitizada y unas normas claras que impidieran que partidos separatistas, como ocurre en otras naciones

( Alemania, por ejemplo donde están prohibidos) pudieran actuar libremente, intentando crear situaciones de hecho que pusieran en duda la autoridad y la unidad del Estado sin que fuera necesario acudir a medidas excepcionales en cualquier caso en el que se produjera el menor atisbo de intento secesionista o de incumplimiento de alguno de los artículos constitucionales.


Ya no caben nuevos engaños ni intentar martingalas para intentar reproducir un gobierno clónico al del señor Rajoy, porque es obvio que si caen en la trampa de que es preciso mantener la actitud que han estado utilizando durante los últimos años el PP, como partido de derechas o de centro derecha, estará condenado a desaparecer en un corto espacio de tiempo precisamente por haber abandonado los valores que fueron los que atrajeron a los millones de personas que lo han venido votando hasta ahora. El peligro de que aquellos 11 millones de seguidores que tenía el partido, se hayan rebajados en cuatro o cinco millones (y sigue la sangría) aquellos que desengañados han decidido no votarlos o votar a otros partidos en los que hayan creído encontrar lo que han dejado de hallar en este PP de los últimos ejercicios.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie no quisiéramos, como antiguos simpatizantes del PP que, simplemente, para mantener en sus puestos a los mismos que han sido los causantes de la situación en la que nos encontramos, sean los que consigan darle la puntilla a un partido que ha conseguido mantenerse en la primera fila de los partidos políticos españoles, a pesar de los momentos difíciles por los que ha pasado (el último, el de la vergonzosa y dramática plaga de corrupción que se ha cebado en una parte importante de los dirigentes de la formación popular, que ha caído como una verdadera plaga devastadora sobre la confianza de todos aquellos que tenían puesta su fe ciega en el único representante de la derecha española.

El “aparato” enmohecido del PP ve división donde hay catarsis

Miguel Massanet
domingo, 15 de julio de 2018, 07:20 h (CET)

Aquellos que se han instalado en la comodidad del conformismo y en la negativa a efectuar los cambios precisos para recuperar los valores irrenunciables de un PP con principios, insisten en que no debe tocarse nada y en seguir la vía Sáez de Santamaría, una de las artífices del desmoronamiento de la formación de Fraga.


Cuando aparecen nombres como el del señor Javier Arenas o el de la inefable Celia Villalobos

( una señora que se ha venido caracterizando por ser el “toque hortera” del partido) o el de Montoro, un ministro con evidentes toques de intransigencia, intervencionismo, hambruna recaudatoria y especiales formas de expresarse, siempre con el objetivo de hacerse más antipático ante los contribuyentes, tanto por sus formas desabridas como por su lenguaje más propio de un chulo de barrio que de un señor ministro de Hacienda, al que, máxime en un partido de derechas, se le debiera pedir más moderación y contención en sus declaraciones; como miembros de la “vieja guardia” del anterior gobierno, que han salido en defensa de la señora Sáez de Santamaría, es necesario reflexionar sobre el peligro de que esta aspirante, pudiera salir reelegida con el apoyo de semejante acompañamiento.


Es cierto que se han sabido mover para ponérselo difícil a los que, en pura teoría, deberían haber sido tratados con igualdad, con los mismos medios, con idénticas oportunidades para exponer sus programas como las que, por ejemplo, ha tenido la señora Santamaría, siempre en el foco de la propaganda partidista, pese a que su candidatura no hace más que prometer “más de lo mismo” ya que, esta señora, tiene pocas de las cualidades que piden los que han votado al partido y muchos de los defectos que han acompañado al señor Rajoy durante su presidencia, al menos en el apartado de política interna y de lucha contra el separatismo. Resulta verdaderamente chocante el que, los encargados de organizar este congreso en el que, los compromisarios han de votar al que deberá ser el nuevo presidente del partido, se hayan acogido como verdaderas lapas a un reglamento interno que, al parecer, estaba específicamente hecho para impedir que la democracia interna dentro del partido pudiera prevalecer ante la voluntad de los consabidos “poderes fácticos”, encargados de que nadie mueva un pelo dentro del aparato sin que ellos hubiesen dado su preceptivo visto bueno.


Cuesta entender que se hayan puesto trabas a que se celebrasen debates públicos entre los distintos candidatos, para que las bases del partido hubiesen tenido ocasión de conocer, directamente y a través de los protagonistas, las distintas posturas y proyectos de cada uno de los aspirantes; algo que hubiera ayudado a enriquecer esta fase democrática y, al tiempo, con toda seguridad, los votantes del partido hubiesen podido hacerlo con más conocimiento de causa y con más libertad de acción. Se trata, señores, de los mismos que cuando se hicieron con el poder dentro del PP se apresuraron a quitar de en medio a señores como Mayor Oreja, Pizarro, María San Gil, Carlos Iturgaiz y muchos otros que estorbaban a los recién llegados para la adaptación del PP a sus objetivos particulares. De hecho, al poco tiempo, pocos de los que lo venían votando se sentían representados por las innovaciones que, los que sustituyeron al señor Aznar, pusieron en marcha con la evidente intención de sacrificar principios por votos.


El señor De Grandes, uno de los dinosaurios del partido que se ha prestado a colaborar con el aparato en la organización del próximo XIX Congreso Extraordinario del PP, ante una situación novedosa para el PP, que anteriormente nunca se había enfrentado a unas “primarias”, en lugar de utilizar el sentido común y dedicarse a organizar unas elecciones que, sin duda, hubieran podido servir para animar a muchas personas que han abandonado el PP, asqueadas de que ninguna de las ofertas que se hicieron, cuando los dirigentes se promocionaban para las elecciones de noviembre del 2011, se cumpliera, (salvo en lo referente a rescatar a España de las manos de los hombres de negro); tuvieran ocasión de reconsiderar su postura y sintieran en las palabras de algunos de los nuevos aspirantes a dirigir el partido, el recuerdo de aquellas que los dirigentes de la vieja Alianza Popular pronunciaban cuando España estaba en manos de las izquierdas, que tanto contribuyeron a que aquella incipiente formación de derechas consiguiera llegar al gobierno de España de la mano de José María Aznar; parece que ha preferido

( empujado por el aparato del partido, inclinado del lado de la candidata Sáez de Santamaría) agarrarse a los tecnicismos, a reglamentos obsoletos que ahora pretenden resucitar cuando, en muchos otros aspectos de los principios fundamentales del partido, han sido olvidados en beneficio de otras políticas menos severas y más complacientes con las sostenidas por el resto de partidos del arco parlamentario y, por consiguiente, más populistas.


España y el propio PP necesitan que exista un partido de derechas que sirva de contrapeso a los intentos de la izquierda (últimamente reforzada por los comunistas de Podemos y por parte de los separatistas de la CUP o de ERC, que hoy son los que forman una parte importante de lo que pudiera considerarse la izquierda radical) partidaria de cambiar el sistema de Monarquía Parlamentaria, del que nos beneficiamos actualmente, por lo que fue la II República y toda la serie de acontecimientos, nefastos todos ellos, que se derivaron de ella que, como es sabido o, al menos debería serlo, acabó con la declaración de la guerra civil del 18 de julio de 1936. Lo que resulta evidente, hasta para las mentes más cerradas del PP, es que si se pretende seguir con el sistema implantado por el señor Rajoy, consistente en dejar que el tiempo resolviese los asuntos pendientes; en confiar en que, estando en el gobierno, iban a ser capaces de hacer frente, sin grandes problemas, al separatismo catalán al que, incomprensiblemente, le dieron poca importancia hasta que ya fue tarde para poder pararlo y, de ahí, la situación que ha acabado con el propio Rajoy, con una moción de censura y la situación de debilidad en la que ha quedado el PP, que si no es capaz de reaccionar poniendo al frente del mismo a un nuevo valor que sea capaz de volver a convertirse en la piedra en el zapato del señor Sánchez, de modo que consiga acabar con las veleidades de este gobierno socialista que está intentando vivir de las rentas de lo que fue el éxito de su moción de censura que, con toda probabilidad, dadas las veleidades del nuevo gobierno, empeñado en hacer ver que puede solucionar el problema de España aumentado el endeudamiento del país y subiendo los impuestos, dos actitudes equivocadas de las que pronto vamos a tener que responder ante la CE y ante los propios ciudadanos españoles, cuando comprueben que, en este mundo real, no ha lugar para utopías absurdas.


Seguramente será doloroso para todos aquellos que pensaron que el PP, un partido de derechas, podía subsistir jugando con sus miembros y simpatizantes, intentando compaginar las políticas tradicionales de intervención mínima del Estado en la actividad industrial y comercial privada; facilidades para el establecimiento de sociedades; libertad para la competencia libre entre agentes productivos; supresión de trabas administrativas; reducción de impuestos y control de los que pudieran establecerse por los gobiernos autonómicos; justicia despolitizada y unas normas claras que impidieran que partidos separatistas, como ocurre en otras naciones

( Alemania, por ejemplo donde están prohibidos) pudieran actuar libremente, intentando crear situaciones de hecho que pusieran en duda la autoridad y la unidad del Estado sin que fuera necesario acudir a medidas excepcionales en cualquier caso en el que se produjera el menor atisbo de intento secesionista o de incumplimiento de alguno de los artículos constitucionales.


Ya no caben nuevos engaños ni intentar martingalas para intentar reproducir un gobierno clónico al del señor Rajoy, porque es obvio que si caen en la trampa de que es preciso mantener la actitud que han estado utilizando durante los últimos años el PP, como partido de derechas o de centro derecha, estará condenado a desaparecer en un corto espacio de tiempo precisamente por haber abandonado los valores que fueron los que atrajeron a los millones de personas que lo han venido votando hasta ahora. El peligro de que aquellos 11 millones de seguidores que tenía el partido, se hayan rebajados en cuatro o cinco millones (y sigue la sangría) aquellos que desengañados han decidido no votarlos o votar a otros partidos en los que hayan creído encontrar lo que han dejado de hallar en este PP de los últimos ejercicios.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie no quisiéramos, como antiguos simpatizantes del PP que, simplemente, para mantener en sus puestos a los mismos que han sido los causantes de la situación en la que nos encontramos, sean los que consigan darle la puntilla a un partido que ha conseguido mantenerse en la primera fila de los partidos políticos españoles, a pesar de los momentos difíciles por los que ha pasado (el último, el de la vergonzosa y dramática plaga de corrupción que se ha cebado en una parte importante de los dirigentes de la formación popular, que ha caído como una verdadera plaga devastadora sobre la confianza de todos aquellos que tenían puesta su fe ciega en el único representante de la derecha española.

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.

El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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