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Se ha puesto de moda una palabra que cada vez que la escucho me remueve las tripas. Se denomina al marido o a la esposa como “Mi pareja”

El reposo

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Dentro del movimiento antimatrimonial y antifamiliar que se ha puesto en boga, aquellos que se quieren incorporar al carro del “modernismo” se cuidan muy mucho de hablar de marido y mujer o esposo y esposa. Es más, aquellos que están unidos por el vínculo matrimonial quieren esconderlo detrás del vocablo “pareja” para intentar hacerlo invisible.


Hoy quiero homenajear al esposo. Gracias a los avances de la ciencia y el cuidado personal, las expectativas y realidades de prolongación de la vida son notorias. Por otra parte, la supervivencia de hombres y mujeres se va equilibrando. Antes, quizás por la diferencia de edad -los hombres casi siempre son mayores que sus mujeres a la hora de casarse-, había más esposas que cuidaban de sus maridos enfermos que lo contrario. De hecho, en algunas ocasiones he escrito de mujeres admirables abnegadas cuidadoras de sus maridos.


Este verano vengo observando desde mi mirador playero como dos extraordinarios maridos cuidan de sus esposas delicadas de salud; con amor y temblor, con delicadeza y profesionalidad. Estoy seguro que ninguno de ellos habla de “su pareja”. Se dedican en cuerpo y alma a cuidar a la madre de sus hijos y la esposa con la que se casaron para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad.


No quiero dejar pasar la alegría de la noticia del rescate del equipo de futbol de chavales perdidos en una cueva tailandesa, por lo que me he sentido más feliz que si hubiera llegado España a la final. Esto es un homenaje a la vida. Pero también lo es, y mucho más por su persistencia en el tiempo, el trabajo silencioso y constante de esos maridos que día a día mantienen a sus esposas con el trato y la dedicación que no podrían recibir de ningún otro tipo de asistencia. Esto es luchar por la igualdad. Este es un ejemplo para los hombres que, como yo, nos consideramos unos inútiles en las tareas cotidianas. Nos tenemos que espabilar.

El reposo

Se ha puesto de moda una palabra que cada vez que la escucho me remueve las tripas. Se denomina al marido o a la esposa como “Mi pareja”
Manuel Montes Cleries
viernes, 13 de julio de 2018, 07:12 h (CET)

Dentro del movimiento antimatrimonial y antifamiliar que se ha puesto en boga, aquellos que se quieren incorporar al carro del “modernismo” se cuidan muy mucho de hablar de marido y mujer o esposo y esposa. Es más, aquellos que están unidos por el vínculo matrimonial quieren esconderlo detrás del vocablo “pareja” para intentar hacerlo invisible.


Hoy quiero homenajear al esposo. Gracias a los avances de la ciencia y el cuidado personal, las expectativas y realidades de prolongación de la vida son notorias. Por otra parte, la supervivencia de hombres y mujeres se va equilibrando. Antes, quizás por la diferencia de edad -los hombres casi siempre son mayores que sus mujeres a la hora de casarse-, había más esposas que cuidaban de sus maridos enfermos que lo contrario. De hecho, en algunas ocasiones he escrito de mujeres admirables abnegadas cuidadoras de sus maridos.


Este verano vengo observando desde mi mirador playero como dos extraordinarios maridos cuidan de sus esposas delicadas de salud; con amor y temblor, con delicadeza y profesionalidad. Estoy seguro que ninguno de ellos habla de “su pareja”. Se dedican en cuerpo y alma a cuidar a la madre de sus hijos y la esposa con la que se casaron para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad.


No quiero dejar pasar la alegría de la noticia del rescate del equipo de futbol de chavales perdidos en una cueva tailandesa, por lo que me he sentido más feliz que si hubiera llegado España a la final. Esto es un homenaje a la vida. Pero también lo es, y mucho más por su persistencia en el tiempo, el trabajo silencioso y constante de esos maridos que día a día mantienen a sus esposas con el trato y la dedicación que no podrían recibir de ningún otro tipo de asistencia. Esto es luchar por la igualdad. Este es un ejemplo para los hombres que, como yo, nos consideramos unos inútiles en las tareas cotidianas. Nos tenemos que espabilar.

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