De plena actualidad, tras el habitual mensaje navideño del Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, mis líneas hoy plantean la cuestión de por qué se mantiene en pleno siglo XXI en algunos países democráticos –Inglaterra, España, Noruega...- instituciones tan innecesarias y trasnochadas como la de la monarquía.
No tengo nada en contra de Juan Carlos, ni de su dinastía borbónica, dicho sea de paso, aunque lo designara el Caudillo.
El monarca rezuma bonhomía y ha tenido más aciertos que desaciertos en su reinado (cabe recordar la eficaz actuación en el golpe de Estado de Tejero y sus secuaces, por ejemplo; dejaremos la cagada de la foto navideña para otro artículo).
Pero, ¿a santo de qué a Ud., a mi y al vecino de enfrente, el Estado nos quita dinero para pagar los gastos de una Casa Real que no gobierna, sólo figura?
En este estado social y democrático de Derecho que nos hemos dotado, la fórmula elegida es la ‘monarquía parlamentaria’, que es una manera artificiosa de pretender conservar una institución tan histórica como vacía de contenido hoy día y donde el que ‘corta el bacalao’ es el Gobierno, elegido por un Parlamento que hemos elegido los ciudadanos.
Sin duda, la imagen de los reyes en España y en el extranjero ha sido y es buena, pero señores... ya tenemos Presidente y Ministerio de Asuntos Exteriores para las Relaciones Públicas y para representar al Estado, así como un Ministerio de Defensa para dirigir las Fuerzas Armadas. No pretendo que se abola su carácter ‘real’ como hecho histórico (romántico si se quiere), no me parece mal que haya títulos nobiliarios, duques, etc, pero formales, no sustantivos. Es decir, siempre que todos tengamos iguales derechos y obligaciones ante la ley, y se le pregunte al ciudadano si lo acepta o no. Y esto no pasa en este Estado nuestro.
Para colmo, ahora resulta que hay voces que pretenden ‘modernizar’ la monarquía y admitir que pueda haber un rey/reina plebeyo/a. Es gracioso, quieren los derechos, pero no sus obligaciones: si se pretende mantener esta anacrónica y no democrática institución, por lo menos sean coherentes y cumplan sus propias leyes monárquicas; y el que quiera mezclar su sangre azul con la roja plebeya... que abdique. Pero no, Felipe de Borbón y la civil Letizia Ortiz tienen muchas papeletas para ser los reyes de todos los españolitos.
Cuestión diferente es el derecho a reinar, que si de justicia o democracia se trata, pues obviamente debe hacerlo el primer nacido, sea varón o mujer. Pero, por otro lado, si la monarquía –aunque respete e impulse la Constitución– no es democrática en su propia esencia, ¿por qué va a serlo en su 'selección interna de personal'?
En fin... viva la República.