El fútbol es así. Mítica expresión, no dice nada y lo dice todo. Y este podía ser el comentario general de cualquier aficionado del Athletic a la finalización del encuentro en La Romareda antesdeayer , en que el Zaragoza levantaba en 28 minutos un 0-2, para acabar imponiéndose 3-2.

El mismo Athletic ya le hizo algo todavía “peor” a Osasuna la temporada pasada, pasando de un 0-3 a un 4-3 en parecido espacio de tiempo. La semana pasada, sin ir más lejos, fue el Sevilla quien le remontó un 0-2 a la Real en pocos minutos.

No cabe duda de que cuando hay un gol es, en la mayoría de los casos, porque alguien ha fallado. Quiero decir, el fútbol es un deporte de errores; sólo con aciertos, habría muy poquitos goles. Pero no me negarán la grandeza, la épica que tienen estas remontadas ... el subidón de adrenalina del aficionado del equipo que hace la machada; la cara opuesta de la moneda es el palo anímico que recibe el contrario, claro.

Pero, situaciones de este tipo, tan irracionales e imprevisibles, contribuyen a alimentar la pasión por el fútbol, en general y de unos colores, en particular. De poco valen las tácticas en la pizarra, o la charla técnica, cuando en unos minutos la genialidad de un jugador, la suerte, o el desacierto de otro propician un ambiente mágico en el césped y unos se van arriba y otros se desmoronan.

El fútbol es un estado de ánimo decía Juanma Lillo y aunque el personaje no es especial santo de mi devoción, no cabe duda que el componente anímico tiene una enorme influencia en el rendimiento de un equipo. De ahí que nadie discute el nivel de grandes ‘psicólogos’, de ‘infundidores de confianza’ de entrenadores como Cruyff o Clemente.

Pero ni éstos están a salvo de remontadas, como le pasó el miércoles al rubio de Barakaldo.

Disputada la última jornada del año, seguro que el 2006 nos depara buenas dosis de emoción, buen fútbol, emoción y ... remontadas.