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El futuro nacional ha de seguir con un Gobierno débil y con algunos grupos políticos confusos y convulsos

Antes de que pase nada

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Estamos en un momento de los llamados especiales, cuando el Gobierno de Rajoy ha sido desbordado por una Moción de Censura; y cuando, al llegar el sustituto, surge una pausa que agradece todo el mundo pero que ha de ser muy corta. Porque el futuro nacional, que no espera, ha de seguir con un Gobierno débil, con algunos grupos políticos confusos y convulsos, y con la batuta en manos de un imprevisible Pedro Sánchez.


“Antes de que pase nada”. La frase es de Manuel Campo Vidal. La dijo, con el oficio y desparpajo propio del periodista que es, en la presentación del presidente de la Sociedad Civil Catalana José Rosiñol, ante un auditorio, más que diverso, representativo de lo que es la realidad nacional: El pasado, que encarnan Martín Villa, Miguel Ángel Rodríguez y García-Margallo. El presente, que ve y cuenta la prensa que estaba allí. Y el futuro, que van a protagonizar el propio Rosiñol, José Manuel Villegas (Secretario General de Ciudadanos) y Adriana Lastra (Vicesecretaria y Portavoz del PSOE en el Congreso).


Antes que pase nada, hacía Campo Vidal su reseña del pasado reciente, imprevisto y muy rápido: Otro Gobierno. No estaba nombrado Borrell. Rajoy preside el PP fuera del Gobierno. Y Aznar hace comentarios en la presentación del libro “No hay ala oeste en la Moncloa”.


Después, siguió Rosiñol. Y éste hizo un análisis parcial, con acierto desde un punto de vista de provinciano catalán, pero con el error propio de quienes acotan los temas en función de la parcela a la que se refieren. Desde esa postura, expuso su visión parcelada de la realidad catalana: “Yo no debería estar aquí porque no debería haber pasado lo que ha pasado en Cataluña... Como Sociedad Civil, creemos en la democracia representativa...El Gobierno de España es nuestro Gobierno... Agradezco a Rajoy su presidencia... Felicitar a Pedro Sánchez que tuvo un compromiso formal con lo que defiende Sociedad Civil Catalana. El 1-O se vendió como lo que no fue. Fue una trampa para vender a Cataluña como lo que no es. En el 1-O había intolerancia y mucho odio..Acabar con la fractura social que divide por la cuestión política en independentistas o no... Buscar un gobierno constitucionalista... Acabar con el desafío independentista en dos próximas generaciones... No es un problema político sino sociológico. Preocupados por Quim Torra, su política de gestos, porque use el 1-O como falso mandato, por la ocupación de espacios públicos. La tensión social es responsabilidad de todos. Hay relatos seudodemocráticos que se enraízan en democracias excluyentes... con clases altas que quieren cercenar derechos políticos a las clases bajas... El procés ha fracasado después de 30 años de adoctrinamiento social y en las escuelas. Este fracaso hemos de aprovecharlo, porque España merece la pena”


Esa fue la visión de un catalán de la parcela catalana. Antes de que pase nada; antes de que pase nada más de lo que ya ha pasado allí, que no es poco (Aplicación del artículo 155 de la Constitución, intervención de autonomía, control de gastos, finanzas y fiscal, políticos expatriados y presos, etc.). Pero es que la pausa en la que estamos, que disfrutamos al llegar Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, va a ser muy corta en toda España. Está a punto de acabar y va a ceder paso a lo que va a pasar. Por eso, parece acertado no obviar lo que afirma Rosiñol para Cataluña, ampliarlo en contenidos para esa región, y extenderlo a toda España. Aparecen así, muy peligrosos, los dos grandes problemas nacionales: El importante, pero menor en entidad, que surge de las deficiencias que se advierten en la Organización Territorial del Estado, y que afecta a la sensibilidad en Cataluña y en otras regiones. Y el muy importante, más que grave, gravísimo, que afecta a todos, y que va a producir, está produciendo ya, una quiebra social de consecuencias fáciles de prever y muy difíciles de conducir: La reencarnación del odio social de clase, avivado por un sentido de revancha que ha estado unas generaciones olvidado y que está tomando cuerpo con iniciativas tan extemporáneas como peligrosas.


Ahora es el momento de advertirlo, antes de que pase nada, cuando echa a andar el gobierno de Pedro Sánchez. Éste debe ocuparse, además de los hechos de la gobernabilidad nacional, de los dos problemas apuntados:

La mejora de la Organización Territorial del Estado, que ve Rosiñol. Ésta puede atenderse, demorarse o apaciguarse con medidas adecuadas. Puede que no sea corta en el tiempo. Durará más o menos, exigirá diálogo y habrá que convencer (en su defecto, imponer) a todos de que nuestro pacto social de convivencia no tiene otra forma de articularse que la democracia que tenemos, regulada con las leyes que nos dimos, en Europa y con las mejoras que puedan convenir.


Y el mantenimiento de la paz social que ha permitido el mayor y más próspero periodo de convivencia nacional sin altercados. Desde 1939, que acabó la Guerra Civil, han pasado casi 80 años. En este tiempo, los colores beligerantes, azules y rojos, se han decolorado hasta converger en un Estado Nacional moderno articulado en una democracia de corte occidental. Pero, en una parte de la sociedad, parece que empecinada en reescribir la historia, está empezando a reavivarse una especie de sentido de revancha que puede estar produciendo el odio que descubre Rosiñol en Cataluña. Atajar ese sentido de venganza es, y debe ser, la principal ocupación del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Como motivo de esperanza, están los años de gobiernos socialistas de Felipe González con los efectos conocidos. Pero también aparece el afán de Rodríguez Zapatero por recordar caídos de guerra, que trastoca sentimientos familiares por los antepasados y promueve conflictos de clase.


En este momento especial, sería bueno que el Gobierno de Sánchez, débil y no muy duradero, se aplicara en lo enunciado. Antes de que pase nada. 

Antes de que pase nada

El futuro nacional ha de seguir con un Gobierno débil y con algunos grupos políticos confusos y convulsos
José Luis Heras Celemín
lunes, 11 de junio de 2018, 07:06 h (CET)

Estamos en un momento de los llamados especiales, cuando el Gobierno de Rajoy ha sido desbordado por una Moción de Censura; y cuando, al llegar el sustituto, surge una pausa que agradece todo el mundo pero que ha de ser muy corta. Porque el futuro nacional, que no espera, ha de seguir con un Gobierno débil, con algunos grupos políticos confusos y convulsos, y con la batuta en manos de un imprevisible Pedro Sánchez.


“Antes de que pase nada”. La frase es de Manuel Campo Vidal. La dijo, con el oficio y desparpajo propio del periodista que es, en la presentación del presidente de la Sociedad Civil Catalana José Rosiñol, ante un auditorio, más que diverso, representativo de lo que es la realidad nacional: El pasado, que encarnan Martín Villa, Miguel Ángel Rodríguez y García-Margallo. El presente, que ve y cuenta la prensa que estaba allí. Y el futuro, que van a protagonizar el propio Rosiñol, José Manuel Villegas (Secretario General de Ciudadanos) y Adriana Lastra (Vicesecretaria y Portavoz del PSOE en el Congreso).


Antes que pase nada, hacía Campo Vidal su reseña del pasado reciente, imprevisto y muy rápido: Otro Gobierno. No estaba nombrado Borrell. Rajoy preside el PP fuera del Gobierno. Y Aznar hace comentarios en la presentación del libro “No hay ala oeste en la Moncloa”.


Después, siguió Rosiñol. Y éste hizo un análisis parcial, con acierto desde un punto de vista de provinciano catalán, pero con el error propio de quienes acotan los temas en función de la parcela a la que se refieren. Desde esa postura, expuso su visión parcelada de la realidad catalana: “Yo no debería estar aquí porque no debería haber pasado lo que ha pasado en Cataluña... Como Sociedad Civil, creemos en la democracia representativa...El Gobierno de España es nuestro Gobierno... Agradezco a Rajoy su presidencia... Felicitar a Pedro Sánchez que tuvo un compromiso formal con lo que defiende Sociedad Civil Catalana. El 1-O se vendió como lo que no fue. Fue una trampa para vender a Cataluña como lo que no es. En el 1-O había intolerancia y mucho odio..Acabar con la fractura social que divide por la cuestión política en independentistas o no... Buscar un gobierno constitucionalista... Acabar con el desafío independentista en dos próximas generaciones... No es un problema político sino sociológico. Preocupados por Quim Torra, su política de gestos, porque use el 1-O como falso mandato, por la ocupación de espacios públicos. La tensión social es responsabilidad de todos. Hay relatos seudodemocráticos que se enraízan en democracias excluyentes... con clases altas que quieren cercenar derechos políticos a las clases bajas... El procés ha fracasado después de 30 años de adoctrinamiento social y en las escuelas. Este fracaso hemos de aprovecharlo, porque España merece la pena”


Esa fue la visión de un catalán de la parcela catalana. Antes de que pase nada; antes de que pase nada más de lo que ya ha pasado allí, que no es poco (Aplicación del artículo 155 de la Constitución, intervención de autonomía, control de gastos, finanzas y fiscal, políticos expatriados y presos, etc.). Pero es que la pausa en la que estamos, que disfrutamos al llegar Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, va a ser muy corta en toda España. Está a punto de acabar y va a ceder paso a lo que va a pasar. Por eso, parece acertado no obviar lo que afirma Rosiñol para Cataluña, ampliarlo en contenidos para esa región, y extenderlo a toda España. Aparecen así, muy peligrosos, los dos grandes problemas nacionales: El importante, pero menor en entidad, que surge de las deficiencias que se advierten en la Organización Territorial del Estado, y que afecta a la sensibilidad en Cataluña y en otras regiones. Y el muy importante, más que grave, gravísimo, que afecta a todos, y que va a producir, está produciendo ya, una quiebra social de consecuencias fáciles de prever y muy difíciles de conducir: La reencarnación del odio social de clase, avivado por un sentido de revancha que ha estado unas generaciones olvidado y que está tomando cuerpo con iniciativas tan extemporáneas como peligrosas.


Ahora es el momento de advertirlo, antes de que pase nada, cuando echa a andar el gobierno de Pedro Sánchez. Éste debe ocuparse, además de los hechos de la gobernabilidad nacional, de los dos problemas apuntados:

La mejora de la Organización Territorial del Estado, que ve Rosiñol. Ésta puede atenderse, demorarse o apaciguarse con medidas adecuadas. Puede que no sea corta en el tiempo. Durará más o menos, exigirá diálogo y habrá que convencer (en su defecto, imponer) a todos de que nuestro pacto social de convivencia no tiene otra forma de articularse que la democracia que tenemos, regulada con las leyes que nos dimos, en Europa y con las mejoras que puedan convenir.


Y el mantenimiento de la paz social que ha permitido el mayor y más próspero periodo de convivencia nacional sin altercados. Desde 1939, que acabó la Guerra Civil, han pasado casi 80 años. En este tiempo, los colores beligerantes, azules y rojos, se han decolorado hasta converger en un Estado Nacional moderno articulado en una democracia de corte occidental. Pero, en una parte de la sociedad, parece que empecinada en reescribir la historia, está empezando a reavivarse una especie de sentido de revancha que puede estar produciendo el odio que descubre Rosiñol en Cataluña. Atajar ese sentido de venganza es, y debe ser, la principal ocupación del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Como motivo de esperanza, están los años de gobiernos socialistas de Felipe González con los efectos conocidos. Pero también aparece el afán de Rodríguez Zapatero por recordar caídos de guerra, que trastoca sentimientos familiares por los antepasados y promueve conflictos de clase.


En este momento especial, sería bueno que el Gobierno de Sánchez, débil y no muy duradero, se aplicara en lo enunciado. Antes de que pase nada. 

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