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Daniel Tercero

Los premios Turner

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Simon Starling, escocés que vive a caballo entre Berlín y Londres, está de enhorabuena, la semana pasada (lunes 5 de diciembre) recibió el premio Turner. A este premio, de arte contemporáneo, pueden presentar candidatura todos los ciudadanos del Reino Unido menores de cincuenta años y que hayan expuesto sus obras doce meses antes de mayo de este año 2005. Era, Starling, el gran favorito para los especialistas en temas de arte contemporáneo. Aunque sonaron también los nombres de Jim Lambie (con una obra sensorial más que intelectual), escocés como Starling; Gillian Carnegie (con una pintura al óleo); y Darren Almond (con un vídeo proyectado en una sala ambientada para la ocasión).

Este “Oscar del arte moderno”, como David Lammy, ministro de cultura del Gobierno de su Majestad la reina Isabel, ha definido al premio Turner, siempre ha estado rodeado de polémica –el antecesor en el cargo de Lammy, Howells, definió a los Turner de “basura conceptual”-, y este año no iba a ser menos. El galardonado se embolsó más de 37.000 euros con una obra que en su origen fue un viejo cobertizo de madera que Starling encontró a las orillas del río Rhin y convirtió –recicló- en una barca. La creatividad y el poder de reciclaje fueron las excusas que el jurado del premio dio para entregar el Turner de este año a Starling. Reciclaje. Sí, porque el escocés también participaba con otra obra, una bicicleta, que había reciclado como el cobertizo-balsa, dotándola de movimiento gracias al oxígeno e hidrógeno comprimidos. Es arte y tienen su premio. Pero no todo el mundo que se acerca al arte está muy en sintonía con aceptar que lo que fabrica Simon Starling sea eso, arte. Y es que este autor joven ya tiene una larga experiencia en esto del reciclaje: construyó una bicicleta con restos de una silla de aluminio y mantuvo un cactus con vida gracias al empleo de un motor de coche que generaba energía calórica. Lo dicho, no todo el mundo ve en estas obras arte.

De todas maneras los premios Turner están rodeados siempre de polémica. Lo han estado. Y lo estarán, seguro. Hay pocas distinciones artísticas que acepten en sus obras candidatas tiburones disecados y conservados en formol, vasijas de cerámica con dibujos pornográficos, salas donde las luces se encienden y apagan regularmente sin motivo aparente, dos muñecos hinchables en posición de practicar sexo oral, esculturas con gusanos y ratas putrefactas, un árbol de bronce con manzanas de verdad que se van pudriendo…

Duchamp, creador de los “ready-made”, fue el punto de partida para un estilo de arte contemporáneo (que transportaba lo cotidiano al museo o sala de exposición) chocante con los cánones de lo establecido hasta entonces (ya iniciado el siglo XX). Particularmente, considero poco atractivo este estilo de lo “cotidiano-museo” pero es difícil refutar una idea de arte como la que tiene Starling cuando afirma que “mis piezas son la manifestación física de un proceso de pensamiento”. Indiscutible, pese a que para algunos todo lo que rodea a este estilo artístico sea considerado una tomadura de pelo, y los premios Turner no queden excluidos de esta idea.

De momento Simon Starling ya ha conseguido exponer en salas de Glasgow, Barcelona, Niza, Francfort o Nueva York. Si Duchamp fue incomprendido en su momento y ahora considerado un genio –seguramente ensalzado con el paso del tiempo- ¿quién puede asegurar que Starling (y sus compañeros de generación) no es el nuevo Duchamp?

Los premios Turner

Daniel Tercero
Daniel Tercero
miércoles, 14 de diciembre de 2005, 00:10 h (CET)
Simon Starling, escocés que vive a caballo entre Berlín y Londres, está de enhorabuena, la semana pasada (lunes 5 de diciembre) recibió el premio Turner. A este premio, de arte contemporáneo, pueden presentar candidatura todos los ciudadanos del Reino Unido menores de cincuenta años y que hayan expuesto sus obras doce meses antes de mayo de este año 2005. Era, Starling, el gran favorito para los especialistas en temas de arte contemporáneo. Aunque sonaron también los nombres de Jim Lambie (con una obra sensorial más que intelectual), escocés como Starling; Gillian Carnegie (con una pintura al óleo); y Darren Almond (con un vídeo proyectado en una sala ambientada para la ocasión).

Este “Oscar del arte moderno”, como David Lammy, ministro de cultura del Gobierno de su Majestad la reina Isabel, ha definido al premio Turner, siempre ha estado rodeado de polémica –el antecesor en el cargo de Lammy, Howells, definió a los Turner de “basura conceptual”-, y este año no iba a ser menos. El galardonado se embolsó más de 37.000 euros con una obra que en su origen fue un viejo cobertizo de madera que Starling encontró a las orillas del río Rhin y convirtió –recicló- en una barca. La creatividad y el poder de reciclaje fueron las excusas que el jurado del premio dio para entregar el Turner de este año a Starling. Reciclaje. Sí, porque el escocés también participaba con otra obra, una bicicleta, que había reciclado como el cobertizo-balsa, dotándola de movimiento gracias al oxígeno e hidrógeno comprimidos. Es arte y tienen su premio. Pero no todo el mundo que se acerca al arte está muy en sintonía con aceptar que lo que fabrica Simon Starling sea eso, arte. Y es que este autor joven ya tiene una larga experiencia en esto del reciclaje: construyó una bicicleta con restos de una silla de aluminio y mantuvo un cactus con vida gracias al empleo de un motor de coche que generaba energía calórica. Lo dicho, no todo el mundo ve en estas obras arte.

De todas maneras los premios Turner están rodeados siempre de polémica. Lo han estado. Y lo estarán, seguro. Hay pocas distinciones artísticas que acepten en sus obras candidatas tiburones disecados y conservados en formol, vasijas de cerámica con dibujos pornográficos, salas donde las luces se encienden y apagan regularmente sin motivo aparente, dos muñecos hinchables en posición de practicar sexo oral, esculturas con gusanos y ratas putrefactas, un árbol de bronce con manzanas de verdad que se van pudriendo…

Duchamp, creador de los “ready-made”, fue el punto de partida para un estilo de arte contemporáneo (que transportaba lo cotidiano al museo o sala de exposición) chocante con los cánones de lo establecido hasta entonces (ya iniciado el siglo XX). Particularmente, considero poco atractivo este estilo de lo “cotidiano-museo” pero es difícil refutar una idea de arte como la que tiene Starling cuando afirma que “mis piezas son la manifestación física de un proceso de pensamiento”. Indiscutible, pese a que para algunos todo lo que rodea a este estilo artístico sea considerado una tomadura de pelo, y los premios Turner no queden excluidos de esta idea.

De momento Simon Starling ya ha conseguido exponer en salas de Glasgow, Barcelona, Niza, Francfort o Nueva York. Si Duchamp fue incomprendido en su momento y ahora considerado un genio –seguramente ensalzado con el paso del tiempo- ¿quién puede asegurar que Starling (y sus compañeros de generación) no es el nuevo Duchamp?

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