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“La moral es la ciencia que enseña, no como hemos de ser felices, sino como hemos de llegar a ser dignos de la felicidad” Inmanuel Kant

Iglesias y Montero prescinden de la ética… y siguen mandando

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Una de las grandes ventajas de llegar a la edad contemplativa, aquella en la que ya no formas parte del mundo laboral en el que se precisa estar pendiente de cómo ganarte la vida, de no enfrentarte a aquellos de quienes dependes ni de tener que reírle las gracias a aquel personaje que pretende ser, además de rico y prepotente, gracioso. Seguramente es la facultad de poder expresarte con plena libertad, decir lo que piensas sin temor ni preocupación por lo que van a pensar los demás ni temer que, lo que digas, les siente mejor o peor a quienes, seguramente, creen que están en condiciones de juzgarte, solamente porque piensan que están a un nivel superior al tuyo. Dejemos que lo sigan pensando y, si me apuran, hasta les podemos dar la razón, pero lo que, de verdad, es importante es que nos sintamos liberados de estas crueles ataduras de estar sometidos a la opinión de aquellos que nos importa un pito lo que piensan a cerca de nosotros y, evidentemente, a gusto con nosotros mismos.


Estos días pasados hemos tenido la oportunidad de asistir a una de estas farsas propias de los politicastros, en la que han desempeñado el papel protagonista una pareja de comunistas resabiados, como son el señor Pablo Iglesias y su “pareja” ( ahora no se estila llamar a la “compañera sentimental” novia, esposa, concubina o amiga, para establecer las distinciones que describen la legalidad o ilegalidad de la relación entre hombres y mujeres, desde que la “modernidad” ha borrado todas las barreras morales que establecían las líneas rojas de lo correcto y lo repudiable) la señora Montero ( en España todavía no se ha establecido como se puede definir la situación de una mujer que ni es señorita ni señora, algo que los ingleses, que están en todo para no resultar descorteses, decidieron solucionar con la expresión “Ms” que, más o menos en la fonética castellana se podría pronunciar como “mes” y evita la incomodidad de no saber la forma correcta de dirigirse a una dama de la que no se conoce su verdadero estado civil) ha pretendido camuflar el enorme desliz de haberse comprado un casoplón en una de las zonas más privilegiadas del entorno de la capital de España, ni más ni menos que como lo hubiera hecho un matrimonio de nuevos ricos que quisiera epatar a sus antiguos vecinos del barrio humilde en que hubieran estado habitando, antes de haber conseguido hacerse ricos.


Los que somos de derechas y hemos aprendido a respetar y admirar a todos aquellos que han sabido hacerse con un patrimonio con el producto de su trabajo, con su inteligencia y esfuerzo, sin que ello nos cause inquietud alguna ni sintamos envidia por aquellos que tienen más que nosotros; no encontramos censurable que alguien pueda pagar por una casa, una buena vivienda, cantidades de 600.000 euros o incluso superiores. Sin embargo, existe una diferencia abismal cuando quienes la adquieren se han pasado la vida descalificando, criticando, insultando y tratando de ladrones a quienes lo hubieran hecho siendo de derechas. Y si estos “afortunados”, compañero y compañera, que han decidido fundar su propia comuna de 268 metros cuadrados de edificación en una parcela de 2.000 m2 y con todos los adelantos y detalles de una vivienda de gente rica, para ellos dos solitos y los niños que pudieran venir, resulta que han estado defendiendo toda su vida lo inicuo que es que unos tengan tanto y otros tan poco mientras hay familias que se deben conformar con cuchitriles, barracones o viviendas de 60m2; algo ocurre en Dinamarca que hace chirriar el concepto de Justicia y, el mucho menos agradable, de “hipocresía”, tanto o más reprobable cuando la parejita en cuestión resulta ser la máxima dirigente de un partido político que se manifiesta contrario a la propiedad privada, a quienes hacen ostentación de riqueza y a todos aquellos que pertenecen a lo que, ellos mismos, no han tenido empacho a calificar de “la casta” en el peor sentido que se le pueda dar a este vocablo, en lo referente a reprobación e insulto.


No creemos que, los máximos dirigentes de Podemos, hayan pensado, ni por un momento, el permitir que su intimidad quede en peligro permitiendo que alguna docena de okupas, a los que tanto apoyan o defienden cuando se dedican a ubicarse en las viviendas o locales de cualquier honrado ciudadano, que haya conseguido, con su esfuerzo y trabajo hacerse con una vivienda y de repente, sin culpa alguna, se vea desposeído de su propiedad por la irrupción violenta o el allanamiento de morada de algunos indeseables y antisistema que, sin el menor escrúpulo, violentan cerraduras, rompen ventanas para, cometiendo escalo, hacerse con la posesión de aquella casa, de la que no pueden ser privados por la acción violenta del propietario o por la intervención de la fuerza pública que, por lo visto sólo está para apoyar a los que se encuentran atrincherados en el interior de la vivienda ocupada. Es precisa la acción de una Justicia, lenta y poco expeditiva, cuando se trata de solucionar semejantes injusticias.


Evidentemente, un hecho como este al que nos estamos refiriendo, no puede quedar oculto a los millones de votantes que optaron por darles su voto al partido de los comunistas bolivarianos financiado, en un principio, desde la Venezuela del señor Maduro, que fue quien decidió introducir en España a esta serie de personajes que han resuelto, pese a que el país nunca ha votado masivamente por la opción comunista, que si no es por su labor en las Cortes, por sus actividades extralegales en las calles y las presiones que vienen ejerciendo sobre determinados colectivos o entidades privadas, a las que no tienen inconveniente alguno en chantajear con tal de crear la atmósfera enrarecida que les conviene a sus designios de erradicar el orden y la seguridad de España con el objetivo de aprovechar el caos, para hacerse con el poder. No se puede decir que haya caído muy bien entre los asamblearios que no encuentran argumentos para refutar las críticas que, desde todo el arco parlamentario y la ciudadanía, ha merecido esta gran metida de pata, cometida por esta pareja de dirigentes que se las dan de muy inteligentes pero que, si tuviéramos que juzgarlos por la “pifiada que han cometido” nos costaría mucho evitarles el calificativo de tontos y, si nos apuran, de lo que antes se consideraba como “lilas” y hoy se los definiría como “cándidos” o “incautos”.


Pero, donde se ha puesto en evidencia la capacidad de darle la vuelta a una situación especialmente engorrosa e incómoda, para este par de comunistas, ha sido en el método al que han recurrido para evitar tener que dimitir ( algo que se les hubiera exigido hacer en cualquier otro partido proletario en el que hubieran estado afiliados) cuando han usado la extraña, absurda y torticera solución de recurrir a someter a un referéndum, dentro de los afiliados al partido Podemos, la decisión de dimitir o de poder continuar, como si nada hubiera sucedido y viviendo en el espléndido hábitat, siguiendo la costumbre de la nomenklatura soviética, que trataba a sus dirigentes a cuerpo de rey, viviendo en los palacetes que, anteriormente, habían pertenecido a la nobleza y terratenientes rusos sin que, curiosamente, los simples ciudadanos que vivían en condiciones penosas y hacinados en los horribles edificios, construidos a modo de colmenas, para alojarlos siempre bajo la vigilancia de los comisarios que observaban hasta sus más mínimas e inocentes acciones; se atrevieran a recriminar a sus dirigentes por aquella evidente injusticia por la que, a unos se los condenaba a la miseria y los otros, los pretendidamente defensores de los indigentes y parias de la sociedad, se les daban todos los lujos del capitalismo burgués al que criticaban.


Claro que este referéndum al que dijeron someterse la pareja de enamorados, ha tenido su truco y, a pesar de las declaraciones de, un aparentemente cariacontecido Pablo Iglesias, que se presentó como un niño al que se le pretendía quitar su juguete, en las que se ofrecía a dimitir, “si había un rechazo importante a la compra del chale”, de la dirección del partido”. No obstante, cuando se ha sabido el resultado (apenas han votado unos 180 mil militantes de sus 500.000 afiliados), en el que un tercio se han pronunciado a favor de la dimisión y el resto en contra; no se ha sentido aludido, ha hecho como si no se enterara del rechazo de tantos afiliados y de la escasa participación de quienes debían haber votado y, en definitiva han decidido aquello de “pelillos a la mar” y continuar presidiendo el partido Podemos como si tal cosa; eso sí, sin desprenderse de la casona y “sacrificándose” por tener que vivir entre ricachones y personas importantes de las finanzas aunque, seguramente, “hubieran preferido vivir teniendo como vecinos a las infrahumanas chavolas de los poblados que rodean la ciudad de Madrid”.


Sin embargo, a pesar de que, en cuestión de cara dura, ya han demostrado que nadie es capaz de sobrepasarles; es muy probable que, cuando lleguen las próximas elecciones, más de uno de los que los votaron en las anteriores ocasiones pensará que no vale la pena volver a votar a unos que no han conseguido, como prometieron, acabar con la pobreza en España ni han logrado mejorar en nada su situación pero que, en una contradicción muy difícil de explicar, si han logrado solucionar su vida y, por añadidura, comprase una vivienda de alto standing en uno de los barrios más exclusivos de los alrededores de la capital de España.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender que, en pleno siglo XXI, cuando los ciudadanos vienen exigiendo, de sus gobernantes, un comportamiento que esté de acuerdo con sus ideas políticas y se muestran muy críticos con todos aquellos casos en los que el dinero público sea malversado, es bastante inverosímil que no se averigüe o se intente hacerlo, como se ha hecho con bastantes miembros del PP que han resultado sospechosos; cómo, un simple profesor universitario, que siempre ha presumido de vivir en una vivienda modesta de 60m2 en Vallecas, de repente y sin que se sepa si le ha tocado la lotería o una herencia ( de estas que ellos pretenden que sean muy gravadas por Hacienda) se compra una vivienda de 600.000 euros ( aunque haya pedido una hipoteca de 540 mil euros que, naturalmente, los bancos, aunque en esta ocasión sea uno catalán, no las conceden así como así ni en la cuantía tan elevada, si se tienen en cuenta los límites que la banca tiene establecidos respecto a la valoración que ellos mismos hacen del edificio que se grava con la hipoteca. No se sabe cómo lo van a devolver; cuál es el interés convenido ni las cuotas que van a pagar que, según cuales sean, supongamos que sean de 500 euros al mes, no les bastan cien años para acabar de amortizarla. En fin, cosas de los capitalistas que, como hemos visto, no sólo existen en las derechas sino que también los hay en las izquierdas aunque, como son listos, procuran esconderse bajo una apariencia más progresista; algo que les permite, como le sucedió al señor Echenique, disfrutar de un mucamo sin tenerlo afiliado a la Seguridad Social o al señor Monedero cobrar por un trabajo fantasma, presuntamente encargado por la universidad, una porrada de dinero. Son “pequeños apaños” que, cómo no, no son mal vistos por aquellos afiliados que han votado a favor de la permanencia de la pareja de enamorados en sus puestos directivos de Podemos, demostrando con ello, que cualquiera de estos votantes no es más que un hipócrita redomado, que de lo que se queja es de no ser él el que tenga los millones, pero que, si estuviera ante la posibilidad de conseguirlos, tendría un comportamiento exactamente igual al de cualquier capitalista de los que tanto han venido renegando.

Iglesias y Montero prescinden de la ética… y siguen mandando

“La moral es la ciencia que enseña, no como hemos de ser felices, sino como hemos de llegar a ser dignos de la felicidad” Inmanuel Kant
Miguel Massanet
martes, 29 de mayo de 2018, 06:47 h (CET)

Una de las grandes ventajas de llegar a la edad contemplativa, aquella en la que ya no formas parte del mundo laboral en el que se precisa estar pendiente de cómo ganarte la vida, de no enfrentarte a aquellos de quienes dependes ni de tener que reírle las gracias a aquel personaje que pretende ser, además de rico y prepotente, gracioso. Seguramente es la facultad de poder expresarte con plena libertad, decir lo que piensas sin temor ni preocupación por lo que van a pensar los demás ni temer que, lo que digas, les siente mejor o peor a quienes, seguramente, creen que están en condiciones de juzgarte, solamente porque piensan que están a un nivel superior al tuyo. Dejemos que lo sigan pensando y, si me apuran, hasta les podemos dar la razón, pero lo que, de verdad, es importante es que nos sintamos liberados de estas crueles ataduras de estar sometidos a la opinión de aquellos que nos importa un pito lo que piensan a cerca de nosotros y, evidentemente, a gusto con nosotros mismos.


Estos días pasados hemos tenido la oportunidad de asistir a una de estas farsas propias de los politicastros, en la que han desempeñado el papel protagonista una pareja de comunistas resabiados, como son el señor Pablo Iglesias y su “pareja” ( ahora no se estila llamar a la “compañera sentimental” novia, esposa, concubina o amiga, para establecer las distinciones que describen la legalidad o ilegalidad de la relación entre hombres y mujeres, desde que la “modernidad” ha borrado todas las barreras morales que establecían las líneas rojas de lo correcto y lo repudiable) la señora Montero ( en España todavía no se ha establecido como se puede definir la situación de una mujer que ni es señorita ni señora, algo que los ingleses, que están en todo para no resultar descorteses, decidieron solucionar con la expresión “Ms” que, más o menos en la fonética castellana se podría pronunciar como “mes” y evita la incomodidad de no saber la forma correcta de dirigirse a una dama de la que no se conoce su verdadero estado civil) ha pretendido camuflar el enorme desliz de haberse comprado un casoplón en una de las zonas más privilegiadas del entorno de la capital de España, ni más ni menos que como lo hubiera hecho un matrimonio de nuevos ricos que quisiera epatar a sus antiguos vecinos del barrio humilde en que hubieran estado habitando, antes de haber conseguido hacerse ricos.


Los que somos de derechas y hemos aprendido a respetar y admirar a todos aquellos que han sabido hacerse con un patrimonio con el producto de su trabajo, con su inteligencia y esfuerzo, sin que ello nos cause inquietud alguna ni sintamos envidia por aquellos que tienen más que nosotros; no encontramos censurable que alguien pueda pagar por una casa, una buena vivienda, cantidades de 600.000 euros o incluso superiores. Sin embargo, existe una diferencia abismal cuando quienes la adquieren se han pasado la vida descalificando, criticando, insultando y tratando de ladrones a quienes lo hubieran hecho siendo de derechas. Y si estos “afortunados”, compañero y compañera, que han decidido fundar su propia comuna de 268 metros cuadrados de edificación en una parcela de 2.000 m2 y con todos los adelantos y detalles de una vivienda de gente rica, para ellos dos solitos y los niños que pudieran venir, resulta que han estado defendiendo toda su vida lo inicuo que es que unos tengan tanto y otros tan poco mientras hay familias que se deben conformar con cuchitriles, barracones o viviendas de 60m2; algo ocurre en Dinamarca que hace chirriar el concepto de Justicia y, el mucho menos agradable, de “hipocresía”, tanto o más reprobable cuando la parejita en cuestión resulta ser la máxima dirigente de un partido político que se manifiesta contrario a la propiedad privada, a quienes hacen ostentación de riqueza y a todos aquellos que pertenecen a lo que, ellos mismos, no han tenido empacho a calificar de “la casta” en el peor sentido que se le pueda dar a este vocablo, en lo referente a reprobación e insulto.


No creemos que, los máximos dirigentes de Podemos, hayan pensado, ni por un momento, el permitir que su intimidad quede en peligro permitiendo que alguna docena de okupas, a los que tanto apoyan o defienden cuando se dedican a ubicarse en las viviendas o locales de cualquier honrado ciudadano, que haya conseguido, con su esfuerzo y trabajo hacerse con una vivienda y de repente, sin culpa alguna, se vea desposeído de su propiedad por la irrupción violenta o el allanamiento de morada de algunos indeseables y antisistema que, sin el menor escrúpulo, violentan cerraduras, rompen ventanas para, cometiendo escalo, hacerse con la posesión de aquella casa, de la que no pueden ser privados por la acción violenta del propietario o por la intervención de la fuerza pública que, por lo visto sólo está para apoyar a los que se encuentran atrincherados en el interior de la vivienda ocupada. Es precisa la acción de una Justicia, lenta y poco expeditiva, cuando se trata de solucionar semejantes injusticias.


Evidentemente, un hecho como este al que nos estamos refiriendo, no puede quedar oculto a los millones de votantes que optaron por darles su voto al partido de los comunistas bolivarianos financiado, en un principio, desde la Venezuela del señor Maduro, que fue quien decidió introducir en España a esta serie de personajes que han resuelto, pese a que el país nunca ha votado masivamente por la opción comunista, que si no es por su labor en las Cortes, por sus actividades extralegales en las calles y las presiones que vienen ejerciendo sobre determinados colectivos o entidades privadas, a las que no tienen inconveniente alguno en chantajear con tal de crear la atmósfera enrarecida que les conviene a sus designios de erradicar el orden y la seguridad de España con el objetivo de aprovechar el caos, para hacerse con el poder. No se puede decir que haya caído muy bien entre los asamblearios que no encuentran argumentos para refutar las críticas que, desde todo el arco parlamentario y la ciudadanía, ha merecido esta gran metida de pata, cometida por esta pareja de dirigentes que se las dan de muy inteligentes pero que, si tuviéramos que juzgarlos por la “pifiada que han cometido” nos costaría mucho evitarles el calificativo de tontos y, si nos apuran, de lo que antes se consideraba como “lilas” y hoy se los definiría como “cándidos” o “incautos”.


Pero, donde se ha puesto en evidencia la capacidad de darle la vuelta a una situación especialmente engorrosa e incómoda, para este par de comunistas, ha sido en el método al que han recurrido para evitar tener que dimitir ( algo que se les hubiera exigido hacer en cualquier otro partido proletario en el que hubieran estado afiliados) cuando han usado la extraña, absurda y torticera solución de recurrir a someter a un referéndum, dentro de los afiliados al partido Podemos, la decisión de dimitir o de poder continuar, como si nada hubiera sucedido y viviendo en el espléndido hábitat, siguiendo la costumbre de la nomenklatura soviética, que trataba a sus dirigentes a cuerpo de rey, viviendo en los palacetes que, anteriormente, habían pertenecido a la nobleza y terratenientes rusos sin que, curiosamente, los simples ciudadanos que vivían en condiciones penosas y hacinados en los horribles edificios, construidos a modo de colmenas, para alojarlos siempre bajo la vigilancia de los comisarios que observaban hasta sus más mínimas e inocentes acciones; se atrevieran a recriminar a sus dirigentes por aquella evidente injusticia por la que, a unos se los condenaba a la miseria y los otros, los pretendidamente defensores de los indigentes y parias de la sociedad, se les daban todos los lujos del capitalismo burgués al que criticaban.


Claro que este referéndum al que dijeron someterse la pareja de enamorados, ha tenido su truco y, a pesar de las declaraciones de, un aparentemente cariacontecido Pablo Iglesias, que se presentó como un niño al que se le pretendía quitar su juguete, en las que se ofrecía a dimitir, “si había un rechazo importante a la compra del chale”, de la dirección del partido”. No obstante, cuando se ha sabido el resultado (apenas han votado unos 180 mil militantes de sus 500.000 afiliados), en el que un tercio se han pronunciado a favor de la dimisión y el resto en contra; no se ha sentido aludido, ha hecho como si no se enterara del rechazo de tantos afiliados y de la escasa participación de quienes debían haber votado y, en definitiva han decidido aquello de “pelillos a la mar” y continuar presidiendo el partido Podemos como si tal cosa; eso sí, sin desprenderse de la casona y “sacrificándose” por tener que vivir entre ricachones y personas importantes de las finanzas aunque, seguramente, “hubieran preferido vivir teniendo como vecinos a las infrahumanas chavolas de los poblados que rodean la ciudad de Madrid”.


Sin embargo, a pesar de que, en cuestión de cara dura, ya han demostrado que nadie es capaz de sobrepasarles; es muy probable que, cuando lleguen las próximas elecciones, más de uno de los que los votaron en las anteriores ocasiones pensará que no vale la pena volver a votar a unos que no han conseguido, como prometieron, acabar con la pobreza en España ni han logrado mejorar en nada su situación pero que, en una contradicción muy difícil de explicar, si han logrado solucionar su vida y, por añadidura, comprase una vivienda de alto standing en uno de los barrios más exclusivos de los alrededores de la capital de España.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender que, en pleno siglo XXI, cuando los ciudadanos vienen exigiendo, de sus gobernantes, un comportamiento que esté de acuerdo con sus ideas políticas y se muestran muy críticos con todos aquellos casos en los que el dinero público sea malversado, es bastante inverosímil que no se averigüe o se intente hacerlo, como se ha hecho con bastantes miembros del PP que han resultado sospechosos; cómo, un simple profesor universitario, que siempre ha presumido de vivir en una vivienda modesta de 60m2 en Vallecas, de repente y sin que se sepa si le ha tocado la lotería o una herencia ( de estas que ellos pretenden que sean muy gravadas por Hacienda) se compra una vivienda de 600.000 euros ( aunque haya pedido una hipoteca de 540 mil euros que, naturalmente, los bancos, aunque en esta ocasión sea uno catalán, no las conceden así como así ni en la cuantía tan elevada, si se tienen en cuenta los límites que la banca tiene establecidos respecto a la valoración que ellos mismos hacen del edificio que se grava con la hipoteca. No se sabe cómo lo van a devolver; cuál es el interés convenido ni las cuotas que van a pagar que, según cuales sean, supongamos que sean de 500 euros al mes, no les bastan cien años para acabar de amortizarla. En fin, cosas de los capitalistas que, como hemos visto, no sólo existen en las derechas sino que también los hay en las izquierdas aunque, como son listos, procuran esconderse bajo una apariencia más progresista; algo que les permite, como le sucedió al señor Echenique, disfrutar de un mucamo sin tenerlo afiliado a la Seguridad Social o al señor Monedero cobrar por un trabajo fantasma, presuntamente encargado por la universidad, una porrada de dinero. Son “pequeños apaños” que, cómo no, no son mal vistos por aquellos afiliados que han votado a favor de la permanencia de la pareja de enamorados en sus puestos directivos de Podemos, demostrando con ello, que cualquiera de estos votantes no es más que un hipócrita redomado, que de lo que se queja es de no ser él el que tenga los millones, pero que, si estuviera ante la posibilidad de conseguirlos, tendría un comportamiento exactamente igual al de cualquier capitalista de los que tanto han venido renegando.

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