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Cada día nos desayunamos con alguna circunstancia que nos pone al borde del precipicio político o económico y llega el momento en el que nos deja de ocupar y, mucho menos, de preocupar. Vivimos en una jungla urbana en la que se suceden las escaramuzas.
Lo están haciendo tan rematadamente mal que nuestra apuesta se circunscribe a determinar cual de ellos lo hace peor. Cada día se descubren “salvadores de la patria” con sustanciosas cuentas en Suiza, “chaletes” en urbanizaciones de lujo, viajes en yates privados e hijos estudiando en el extranjero para no contaminarlos en nuestros institutos.
Poco a poco; partido a partido (político, no los de Simeone); día a día, vamos perdiendo la confianza en ellos como conjunto y, por ende, a escala particular. Ponen las manos en el fuego por unos y por otros, y, cuando se las queman, sacan otras de repuesto. Mientras, los jueces, no dan abasto para juzgar y rejuzgar a tanto arribista, que si algún día trabajo por sus conciudadanos, ha pasado a hacerlo por su partido, sus amigotes y finalmente por sí mismo. Nepotismo y poca vergüenza a troche y moche.
Mientras a los sufridos voluntarios de las ONGs, que procuran superar las dificultades existentes en la sociedad, nos amenazan con una ley de protección de datos que nos va a volver locos y nos ocupa y preocupa hasta el extremo de caer en la tentación de cerrar el quiosco.
¡Qué difícil es encontrar una buena noticia entre tanto desatino! Al final hay que hacer de tripas corazón y agarrarse a esos pequeños remansos de paz que son algunos programas de televisión que se olvidan del griterío de los Vips afincados en islas, saraos y brocas múltiples, para presentar las vivencias de pueblos pequeños y sus habitantes. En ellos se olvida el “postureo”, el “instagram” y los “tuits”. ¡Cuánto me gustaría que se nos pegara algo!
Programas como “Volando voy” de Calleja y “El paisano” con Pablo Chiapella, nos acercan al mundo sencillo y envidiable de los pequeños pueblos de nuestra España y son una Buena noticia para muchos que, como yo esperábamos mucho de la democracia y hemos perdido la ilusión. A escala nacional los políticos se siguen pegando bofetadas en nuestras caras. En cuanto pueda me largo de esta jungla urbana.
Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.
Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.
El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".
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